Si
algo abunda en nuestro país es la música. En nuestra historia
musical han estado presentes innumerables géneros, tanto autóctonos
como foráneos, ora en estado natural, ora fusionados, pero siempre
con el objetivo de que el público disfrute y valore un amplio
diapasón de ritmos que le aporten conocimiento junto a la plena
satisfacción espiritual, como oyentes o echando su pasito al aire
como todo buen bailador.
Sin embargo existen reclamos como el de las agrupaciones de
música popular tradicional que muy pocas veces tienen la posibilidad
de acceder a la tan reclamada promoción, y me atrevería a afirmar
que es casi cero su presencia en conciertos públicos. A quienes
ejecutan este tipo de género musical, al parecer solo les han
reservado sitios en el Centro Histórico de La Habana Vieja o algunos
espacios de la EGREM, por supuesto en locales cerrados.
En la Casa de la Música Habana, la de Miramar, El Diablo Tun Tun
o El Delirio Habanero, incluyendo El Jelengue de Areíto, también de
la EGREM, se puede disfrutar de la música popular tradicional. Pero
¿son los espacios verdaderamente naturales a donde el pueblo
bailador tiene la posibilidad real de asistir?
En La Habana Vieja, el son tradicional es rey, pero allí estas
agrupaciones lo que más hacen es animar el lu-gar. Quienes a ellas
asisten escuchan la música, no la bailan. Los que acuden a los
centros de la EGREM la escuchan y la bailan, pero ¿con qué
frecuencia? Y donde hay una programación habitual —tal es el caso
del Jelengue de Areíto, en Centro Habana—, ¿tienen el verdadero
espacio que necesitan para echar un buen pasillo? Entonces se puede
afirmar que la música popular tradicional se oye, pero no se baila
con todas las de la ley.
Se ha anunciado que el antiguo Palacio de la Salsa, en el Copa
Room del Hotel Habana Riviera, volverá a abrir sus puertas. En el
Salón Rosado Benny Moré de La Tropical, un centro de Artex, la
música popular y otros géneros han encontrado lugar; sin embargo,
muy pocas veces se programa un concierto cuyos protagonistas sean
solo agrupaciones de música popular tradicional. ¿Es que acaso el
Septeto Nacional Ignacio Piñeiro, el Habanero, Pancho Amat y su
Cabildo del Son no serían bien recibidos en este tipo de centros?
¿Dónde podemos escuchar y bailar con otras agrupaciones que son
patrimonio de nuestra música cubana, ya sean charangueras, como la
Orquesta Amé-rica, la Sublime, danzoneras, como la Siglo XX o El
Piquete Típico Cubano, o como la misma Riverside, por ejemplo, que
posee un formato más contemporáneo (tipo jazzband), pero que hace
del chachachá igual una explosión?
Quienes tienen que ver con la programación cultural deberían
tener en cuenta que nuestra población envejece cada vez más, que se
hace difícil por problemas de transporte trasladarse a sitios
lejanos, que el salario decide hoy en la familia cubana lo que es
necesario hacer con él, que actuales géneros musicales como el
reguetón no goza de una gran aceptación entre las personas que ya
rebasan los 50 años o más y que también tienen derecho a vivir la
música con la misma intensidad que lo hicieron en sus años mozos.
Las agrupaciones de primer nivel, junto a aquellas de menor
convocatoria, pueden presentarse en casas de cultura, círculos
sociales, escuelas (aprovechando las que poseen amplios patios),
hacer conciertos gratis en parques y plazas, y acercaríamos más a
este sector poblacional, que puede mezclarse con los jóvenes, hijos,
nietos, sobrinos.
¿Cómo querer que la juventud sepa que el danzón es nuestro baile
nacional si no se bailan ni se escuchan danzones como debería ser,
aunque hoy en el país se han multiplicado los Círculos de Amigos del
Danzón? Realmente la existencia de estos círculos es muestra del
gusto por el género y representativo de por qué el danzón es nuestro
baile nacional. Cuando una institución cultural, ya sea un teatro,
una casa de cultura, se ve precisada a enrumbar su camino en busca
de rentabilidad y ofrece espectáculos banales y de poco gusto en
detrimento de la calidad y de la verdadera satisfacción espiritual,
atenta contra nuestra cultura, está cometiendo un "crimen". Nada hay
de más valor artístico que nuestra música cubana, desde la trova
hasta el son, y en ese camino su mezcla con el jazz, el pop, el rap
y los ritmos caribeños, entre otros.
La Agencia Cultural Paradiso, del Ministerio de Cultura, realiza
el festival Baila en Cuba, donde se promueve nuestra música y se
enseña a bailar salsa. ¿Y de dónde salió la salsa?; ¿no salió del
son?, y ¿quiénes son los que de verdad tocan el son cubano?
Es hora de que nuestras agrupaciones de música popular
tradicional tengan el protagonismo que merecen, que la promoción los
tenga más en cuenta y que le sigan "echando salsita" a la vida de
los cubanos.