TEMAS BEISBOLEROS

El toque de bola

Sigfredo Barros

Era un bateador mediocre, de muy bajo promedio, y el mentor del equipo Boston de la Liga Nacional ya le había dado el aviso de que sería dejado fuera si no mejoraba su rendimiento.

Foto: Ricardo LópezLuis Ulacia se convirtió en un artífice del toque de bola.

Desesperación era la palabra que mejor reflejaba el estado de ánimo de Tim Murname aquella tarde del año 1876, cuando aún el béisbol andaba en pañales. Necesitaba a toda costa batear de jit para elevar su average y mantenerse en la nómina del conjunto.

A su favor solo tenía su velocidad en el corrido de las bases. Y esa fue su salvación. En su primer turno al bate conectó un inofensivo roletazo que se quedó dando vueltas entre el home y el box; Murname salió como una exhalación hacia primera y llegó quieto. ¡Era un jit!

Terminado el partido, reflexionó sobre su futuro en el béisbol y comenzó a practicar en secreto el tocar la pelota para colocarla entre las líneas de foul de primera y tercera. La rapidez era su principal arma y gracias a ella su promedio de bateo comenzó a subir día tras día.

Han transcurrido muchas décadas desde aquel entonces para que el toque de bola ocupara su lugar en el béisbol, no como una forma de embasarse sino como estrategia con la cual se ganan juegos. Muchos han calificado al toque de introvertido y discreto, la otra cara de la moneda del jonrón, lo más espectacular de este difícil deporte. Es indiscutible que un batazo de grandes dimensiones, especialmente cuando decide un desafío, levante de sus asientos a las multitudes, todo lo contrario del toque de bola, por muy bien ejecutado e importante que haya sido.

Años atrás —especialmente en la década del ¢ 90 del pasado siglo— el aumento del consumo de esteroides en las Grandes Ligas provocó un desbordamiento de los jonrones¼ ¡hasta un primer bate sacó 50 pelotas más allá de los límites!, y el toque de bola cayó en desuso. Pero se adoptaron medidas, hubo sanciones, y con la mayor especialización del pitcheo relevo, con hombres capaces de tirar por encima de las 97-98 millas para cerrar un choque, de nuevo el llamado "juego chiquito" volvió a tomar su lugar.

Asignatura que en nuestro béisbol está falta de aprobación, pues no abundan los bateadores que sepan tocar una pelota con efectividad, mejor sería decir que escasean. Al extremo de que en la etapa clasificatoria de la pasada 52 Serie Nacional solo se produjeron 456 en 360 juegos, a 1,32 por desafío, a menos de uno por equipo.

Hubo buenos tocadores en los inicios de nuestro clásico de las bolas y los strikes, cuando la ofensiva brillaba por su ausencia. De entre todos es justo mencionar a un artífice del toque, Luis Ulacia. El pimentoso torpedero camagüeyano —campeón de bateo en la Copa del Mundo efectuada en Taipei de China en el año 2001— era un maestro colocando la pelota entre el box y la segunda almohadilla. Otro pelotero sobresaliente en este importante elemento del juego fue el ya desaparecido Eulogio Osorio, zurdo al igual que Ulacia.

Larga historia la del toque de bola. Con muchos altibajos en su deambular. Pero siempre presente por su utilidad, elemento táctico de vital importancia en un deporte tan rico en jugadas como el béisbol.

 

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