Merceditas en su manto de oro fino

PEDRO DE LA HOZ

Don Fernando Ortiz la llamó "mi pequeña Aché". La inconfundible dicción de Luis Mariano Carbonell echó a volar los versos de Nancy Morejón que la definen: "Colibrí perfumado / va su pie diminuto / bordando el adoquín / adormecido / y un manto de oro fino / cayendo para siempre / entre las aguas breves del río". Un documental filmado años atrás por Octavio Cortázar y Lourdes Prieto registró su vital itinerario. Miguel Barnet, quien la conoció mucho mejor por Don Fernando y la hizo parte "de mi familia espiritual", reclamó para ella los cetros de la más pura gracia, la más honda sabiduría y el más entrañable compromiso con la cultura popular.

Foto: Yander Zamora
Presentación de Yoruba Andabo durante el homenaje.

De tal modo, conjugada en presente de eternidad, los escritores y artistas cubanos evocaron a Merceditas Valdés el último jueves en la sede de la UNEAC; el aniversario de su nacimiento —para nada redondo en la cifra de 91— como mero pretexto, porque a fin de cuentas se trató de un acto por la memoria de alguien a quien no podemos perder en la ruta de la afirmación y desarrollo de una identidad.

Merceditas fue no solo una voz potente y singular, sino también una artista carismática y visceral. Aprendió y difundió el tesoro de los cantos congos y lucumíes aprendidos en el barrio —ella nació en Cayo Hueso— y pulidos bajo la guía de los maestros Jesús Pérez y Trinidad Torregrosa, pero también hizo de sones, pregones, guarachas y boleros creaciones irrepetibles, para nuestra suerte preservados en grabaciones que deberían promoverse mucho más.

Ortiz la llevó en 1954 al Aula Magna de la Universidad de La Habana junto a los sagrados tambores batá donde protagonizó una velada de resonancias inaugurales que luego, treinta años después, Barnet rememoró en el mismo lugar.

A la vera del recuerdo de Merceditas afloró el de su compañero de toda una vida, Guillermo Barreto, uno de los más cultos y completos bateristas en la historia de nuestra música.

Los cantos y tambores de Yoruba Andabo, agrupación que marcó parte de la última etapa de su existencia, sellaron el homenaje, convocado por la Comisión Aponte de la UNEAC y organizado por Nisia Agüero y Ulises Mora, y en el que se escucharon, además, testimonios de la cantante y bailarina folclórica Zenaida Armenteros y de la decana de la narración oral en cuba, Haydée Arteaga.

 

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