Cuba no vaciló un minuto en cobijar a aquellos que se vieron
obligados a abandonar su patria. Muchos acá murieron, muchos
volvieron, otros aún viven en la Isla.
Fedora Lagos tenía 12 años cuando el golpe de Estado y 13 cuando
dejó el país; sus padres eran comunistas. Partió junto a su familia
con destino a Rumanía, pero al cabo de cinco años volaron a Cuba,
donde hasta el día de hoy Fedora hace su vida. "Dolor, tristeza,
injusticia, asesinato. El golpe militar eso fue", afirma conmovida
la chilena, que hoy se siente tan cubana como el que más.
"Yo vivía en un mundo de fantasía, mi vida era jugar, divertirme,
reír, pero ese día mi vida se derrumbó. Vi a mis padres tristes,
veías cómo quemaban nuestros libros, veías muertos en las calles
tapados con periódicos, peor que en las películas más terribles",
recuerda sobre el nefasto día del golpe.
Una tragedia hizo que Fedora viniera a la Isla, pero hoy, y sin
jamás olvidar su historia, ha sabido salir adelante. De profesión
ingeniera, tiene su casa en La Habana y sus hijos son cubanos. Luchó
por la liberación de Nicaragua y El Salvador, y se considera una
mujer feliz, pese a estar a miles de kilómetros del resto de su
familia, que retornó a tierras sureñas.
Su compatriota Carlos Ayress también decidió quedarse en Cuba.
Para la fecha del golpe, Tato, como lo llaman sus cercanos, era
militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), y por
consecuencia, fue apresado y torturado. Recuerda el 11 de septiembre
de 1973 como "el día más oscuro de Chile", pues acabaron con un
presidente "que lo representaba todo".
Mientras Tato estuvo detenido, además de recibir incontables
golpes, le aplicaron corriente eléctrica por todo su cuerpo. Fue
derivado a distintos centros de torturas, hasta que luego de su
liberación, llegó a la Isla en 1977.
Hoy, el autor del libro Sobrevivientes, publicado en el
2009 por la Editorial de Ciencias Sociales, reconoce que el pueblo
chileno, pese al peligro siempre inminente, no estaba preparado para
un golpe de Estado. "Pecamos de ingenuos", se lamenta Tato.
A 40 años del golpe, los chilenos de Chile y del mundo recuerdan
al presidente Allende y su proyecto de la vía chilena al socialismo,
y les retumba en sus cabezas, como si fuera ayer, el último discurso
del mártir: "... Y se abrirán las grandes Alamedas, por donde pase
el hombre libre, para construir una sociedad mejor... "