De
un tiempo a esta parte, para ventura de quienes vivimos con
intensidad la pasión del béisbol, la TV Cubana ha trascendido el
seguimiento de las Series Nacionales —transmisiones en vivo
altamente profesionales, al nivel de las que se originan en otras
latitudes y que en nuestro caso involucran, además, a unidades de
control remoto de varios telecentros regionales— en otros espacios
que apuntan desde el necesario debate polémico y el reflejo de lo
que sucede en ligas foráneas hasta el registro de la memoria
histórica.
Entre estos últimos clasifican las emisiones de Confesiones de
grandes (Aurelio Prieto Alemán) dedicadas a figuras que han
brillado sobre el diamante en la segunda mitad del pasado siglo;
Bola viva, producción que combina la discusión del momento y los
pronósticos con la teoría y la historia (notables los aportes de
Félix Julio Alfonso), y, en fecha más reciente, Béisbol de
siempre, que ocupó el final de las tardes sabatinas de
Tele-Rebelde durante el verano.
A este nos vamos a referir en las líneas que siguen, por cuanto
llenó un vacío en el tratamiento televisual del béisbol y en la
memoria de las generaciones actuales. A escala conceptual, lo más
importante del espacio concebido y conducido por Yasiel Porto estuvo
en subrayar la dimensión del béisbol como parte inseparable del
patrimonio cultural de la nación.
Muchos telespectadores pudieron valorar cómo entre la arrancada
del Palmar del Junco y la inauguración de las Series Nacionales en
el Estadio Latinoamericano hubo otros escenarios y ligas, con
protagonistas visibles y diversos avatares, grandezas y miserias
condicionadas por las coordenadas socioeconómicas de la primera
etapa republicana, que merecen ser contadas y no deben ser
enajenadas si queremos justamente calibrar nuestra presente
realidad.
También hubo aproximaciones a otros elementos de significación en
la complejidad del espectáculo beisbolero. El programa dedicado a
los anotadores —tributo especial al inolvidable Alberto Pestana— se
inscribió en esa tónica y amplió el conocimiento hacia una de las
aplicaciones científicas del análisis estadístico, la sabermetría.
Solo hasta muy avanzado el programa el televidente se enteró que la
etimología de la palabra no tenía que ver con el saber, sino
con las siglas en inglés SABR de la Sociedad para la Investigación
del Béisbol Americano (Society for American Baseball Research),
fundada en 1971 por Bob Davis y con el término sabermetrics,
popularizado hacia 1980 por Bill James.
Cada emisión incluyó la proyección de una película. Hubiéramos
deseado una más precisa y razonada introducción de los filmes, con
lo que se completaría un arsenal crítico para el disfrute de los
mismos, entre los cuales se exhibió una rareza, Honor y gloria
(1952), realizado por el pionero del cine cubano Ramón Peón y
protagonizado nada menos que por el legendario Roberto Ortiz.
Sé que un espacio como este no encaja entre los llamados a ocupar
un sitio en la programación habitual. Pero tampoco hay que
considerarlo únicamente en la temporada estival. Posee mucha tela
por donde cortar y buscar. Los televidentes aficionados estoy seguro
lo agradecerán.