A esto se suma el Himno Nacional, del Himno Invasor, y la
grabación del discurso del líder ortodoxo Eduardo Chibás, que el
propio Chibás nombró "El último aldabonazo". Todo habría sido
propalado por la emisora Cadena Oriental de Radio, una vez que
—según los planes—, se tomara por sorpresa el cuartel Moncada,
Regimiento Antonio Maceo, segunda fortaleza militar del país. El
formato del programa debía iniciarse con el llamamiento de la
nación, a leer por Raúl Gómez García.
Ocupada la retaguardia del hospital, tras el heroico combate de
Abel Santamaría y sus compañeros, se efectuó la requisa y obtención
de esas "flagrantes" pruebas de la convocatoria al pueblo para
sumarse al movimiento revolucionario organizado y dirigido por el
joven abogado, doctor Fidel Castro, muy conocido hasta entonces,
fundamentalmente, como un activo dirigente estudiantil en sus años
universitarios.
En el Sumario de la Causa 37 por la cual serían juzgados los
sobrevivientes de las acciones del Moncada y del cuartel Carlos
Manuel de Céspedes, de Bayamo M.N (1), aparecía la
relación de las grabaciones y los discos como prueba de convicción
del llamado a la lucha armada para derrocar el "gobierno espurio",
el "régimen de facto" implantado por el golpe de Estado del 10 de
marzo de 1952.
Adolfo Alomá Serrano, Oficial de Sala de la Audiencia, y
empleados de la Secretaría, me permitieron conocer algunas páginas
del Sumario, como las actas de defunción y de pruebas documentales y
en breve tiempo pude anotar algunos de los títulos de los discos de
música universal que complementarían el programa radial previsto
para después de la ocupación del Moncada, invitando al pueblo a
sumarse a la lucha:
El himno francés La marsellesa; La polonesa, de
Frédéric Chopin; Sinfonía de Haydin, Sorpresa; El corsario,
música de Giuseppe Verdi; Sinfonía No. 3 Heroica de Ludwing
van Beethoven; Sinfonía No. 1 Titán de Mendelson; también de
Beethoven, Fidelio; Oda de Kodaly Zoltán, y otras
grandes obras de la música universal, habían sido requisadas.
La letra y música consideradas más peligrosas estaban contenidas
en los himnos, comenzando por La Bayamesa (nuestro Himno
Nacional), el Himno Invasor y La marsellesa.
Según Alomá, basándose en relatorías, el Ejército consideraba un
desafío innombrable la letra, en español, de La marsellesa:
Marchemos, hijos de la Patria, /¡glorioso día luce ya! / otra vez
el sangriento estandarte / los tiranos se atreven a alzar, /los
tiranos se atreven a alzar... (bis).
Los discos ocupados habían sido adquiridos por una asidua cliente
de la discoteca de Zenaida y Polo (así se le conocía popularmente),
ubicada en el edificio de Radio Centro (23 y L), al lado del
entonces cine Warner. La encargada de comprarlos fue la compañera
Nati Revuelta, cliente asidua de la discoteca (2),
pues no era prudente que uno de los futuros asaltantes hiciera
semejante selección y compra; por ejemplo Montané que se ocupaba de
las finanzas. El paquete de discos, que podía tener el alto de una
cuarta de una mano, le fue entregado al doctor Fidel Castro junto a
Abel Santamaría y Gildo Fleitas, por la propia Nati, en una pequeña
oficina de contadores que estos dos últimos tenían en la calle
Consulado número 9.
Sobre lo que ocurrió después, recuerda Pedro Trigo, integrante
del contingente del Movimiento de la Generación del Centenario que
viajó a Santiago, cómo: "En la noche del 25 de Julio, Fidel, Abel y
Gildo, decidieron en La Plaza de Marte, de Santiago, cerca del Hotel
Rex, que fuera Raúl Gómez García quien se ocupara del programa,
haciendo propalar la música, en la Cadena Oriental de Radio, pues la
persona (3) en quien pensaron para que lo hiciera
y Fidel fue a buscar, creyéndolo confiable, no se encontraba en
Santiago, había viajado a La Habana y Gómez García quien también
leería el Manifiesto del Moncada a la Nación, llevó con él los
discos al Hospital Civil, donde lo apresaron la mañana del 26 junto
a Abel, el doctor Mario Muñoz. Radioaficionado, y demás compañeros,
luego asesinados". Entre estos se encontraba su hermano Julio Trigo.
Nadie podría dudar que hasta en este singular llamado al combate
apoyado en la música, estuviera explícita la enseñanza de José
Martí.
En reciente conversación con la doctora Zoila Lapique Becali,
erudita en el conocimiento de la cultura nacional desde los anales,
esta nos dice, lo que más ampliamente está expresado en su obra
Música Compositores e Intérpretes 1570-1902, lo cual subraya la
valía del pensamiento martiano con respecto al Movimiento
revolucionario que protagonizó la gesta.
El periódico Patria, fundado por Martí el 14 de marzo de
1892, para la propaganda revolucionaria en su lucha por la
liberación nacional, publicó, a los tres meses de su fundación, dos
obras musicales para canto y piano: La bayamesa "himno
patriótico cubano" y la danza La borinqueña, himno por
tradición de los boricuas, acompañados de textos históricos. El
propósito político era evidente, según se enuncia en el número
correspondiente al 3 de septiembre de 1892. Dice Patria:
"Mañana no habrá hogar antillano donde no se oigan los acordes
que conservan vivo el fuego patriótico de los hijos de Lares
respondiendo a las notas valientes del himno que más de una vez
ayuda a triunfar a los hijos de Yara".
Puede entenderse, claramente, que nuestro futuro Himno Nacional,
fuera para los sicarios una prueba de convicción flagrante en cuanto
a los arrestos de los combatientes del Moncada, cuando, siguiendo el
estudio de Zoila, ella misma recuerda el escrito de Martí, también
en Patria, refiriéndose a lo que él mentaba siempre como "el
himno de Figueredo, la Bayamesa" y la importancia de la difusión,
oral o escrita, de su letra y música:
(... ) para que lo entonen todos los labios y lo guarden todos
los hogares; para que corran, de pena y de amor, las lágrimas de los
que lo oyeron en el combate sublime por primera vez; para que
espolee la sangre en las venas juveniles, el himno a cuyos acordes,
en la hora más bella y solemne de nuestra patria, se alza el decoro
dormido en el pecho de los hombres... —decía el Apostol.
Tampoco podía faltar en la hora del Moncada una música propia de
aquellos jóvenes, de ahí que estos llevaran también la letra de su
canto propio: el Himno de la Libertad, que luego del asalto a
la fortaleza él ampliara y es conocido hoy como La Marcha
del 26 de Julio, cuya primera estrofa anuncia: Marchando,
vamos hacia un ideal / sabiendo que hemos de triunfar / en aras de
paz y prosperidad / lucharemos todos por la libertad.