Algo
absurdo pero de matiz absolutamente peyorativo fue la inclusión de
supuestos indios putumayos entre los asaltantes al cuartel
Moncada el 26 de julio de 1953. El informe oficial propalado por el
jefe del regimiento, coronel Alberto del Río Chaviano, lo declaró
oficialmente en la conferencia de prensa; y partes del Estado Mayor
del Ejército también lo consignaban como una "temible" complicidad.
Para la república neocolonial el hecho de que alguna organización
pudiera tener relaciones con originarios de América, era
reprochable. Ese hecho simple, además de falso (los indios
putumayos en el Moncada) da una medida de cuán lejos estaban las
relaciones políticas de la República de Cuba de un ideal de unión de
los demás estados y pueblos de Nuestra América, desde el Río Grande
a la Patagonia como lo quería y preconizó José Martí.
Dos
días antes del asalto al Moncada, el 24 de julio, se había arribado
al 170 aniversario del nacimiento de Simón Bolívar pero esa fecha
insigne pasó en Cuba sin pena ni gloria en la prensa nacional
y en las organizaciones cívicas y políticas. Tal vez, de no haber
ocurrido el golpe de Estado perpetrado por el general Batista, el
año anterior (1952), que derrocó al presidente constitucional doctor
Carlos Prío Socarrás —en vísperas de la celebración de elecciones
generales donde habría ganado el partido opositor, más popular: el
Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo)— pudieron haberse realizado
algunas celebraciones por el 170 aniversario del nacimiento del
Libertador. Pero eso es solo una especulación.
La situación de Cuba con respecto al sentimiento y promoción de
una unión entre naciones latinoamericanas no era una excepción. El
mapa de Latinoamérica estaba perforado por puntas de bayonetas, casi
en su totalidad: Rafael Leonidas Trujillo en República Dominicana,
cuya capital fue rebautizada con el nombre del sátrapa, uno de los
más sanguinarios gobernantes de esa isla; Gustavo Rojas Pinillas,
otro dictador, gobernaba en Colombia y Pérez Jiménez en Venezuela,
el general Eisenhower lo condecoraría al igual que al dictador
Manuel Odría, en el Perú. Odría había dicho que se lamentaba de que
no hubiera postes suficientes en Lima para colgar a todos los
apristas (militantes del APRA); Partido de Haya de la Torre (lejos
de ser comunista), un líder muy popular y culto, con ideas sociales
avanzadas para aquel momento.
Se libraba entonces una campaña contra Juan Domingo Perón de
conjunto con Carlos Ibáñez, de Chile, y Getulio Vargas en el Brasil.
Vargas se manifestaba contra el poder del capital extranjero y
propugnaba el monopolio estatal de Petrobrás. Su aliado, el general
Perón, había dado algunos pasos o mostrado intenciones de hacer un
eje común: el ABC (Argentina, Brasil y Chile), algo blasfemo en
aquellos días. El chileno se atrevió nada menos que a proponer la
legalización del Partido Comunista y reanudar las relaciones
diplomáticas con la URSS, en pleno macartismo. Por otra parte, a la
vez, se tildaba de fascista a Juan Domingo Perón y se decía a voz en
cuello que Perón, sin Evita (fallecida en 1952), no podía atraer a
las masas. La gran conmoción respecto al gobernante argentino fueron
sus palabras pronunciadas en Guyana británica donde gobernaba Jagan.
Dijo el presidente argentino que "el año 2000 se verá a Iberoamérica
unida, o dominada". El Movimiento de la Pacha Mama (La Madre Tierra)
en Bolivia tenía como divisa la Reforma Agraria. Eso ocurría en
febrero de 1953. En su alegato de defensa, conocido hoy como La
Historia me Absolverá, Fidel pone de ejemplo a una
victoria popular en Bolivia "donde los mineros, con cartuchos de
dinamita, derrotaron y aplastaron a los regimientos del ejército
regular".
Una
bandera de democracia, avance social y desarrollo agrario era Jacobo
Arbenz en Guatemala, atosigado por el dictador, también sempiterno,
general Somoza y obviamente por el gobierno norteamericano. Todos
los que tuvieron ideas avanzadas fueron víctimas de golpes de Estado
organizados por el imperio.
Estas notas son solo un bosquejo de Nuestra América en los días
del Moncada (antes y después) con respecto a América Latina.
En el programa del Moncada puede leerse que una revolución
triunfante daría refugio en Cuba a los perseguidos de nuestro
continente.
Nada más distante a los ideales bolivarianos, martianos y de
otros grandes próceres de nuestro continente, que la situación
existente en ese momento salvo las valientes aunque pocas
excepciones. Una de las razones por las cuales el 26 de Julio de
1953 no es hoy solo una fecha cumbre en la historia de la nación
cubana, sino de toda Nuestra América, es el hecho concreto de que la
heroica acción organizada y dirigida por el joven abogado Fidel
Castro, coadyuvó como ninguna otra de la época, a la búsqueda
unitaria de nuestro continente frente al "gigante de las siete
leguas", como llamó Martí al naciente imperio norteamericano.
La primera victoria del 26 de julio fue la voz de Fidel en el
juicio el Moncada celebrado a los sobrevivientes de la masacre, al
convertirse, con sus contundentes argumentos, de acusado en acusador
no solo del régimen local, sino de todo tipo de injusticia social.
El hecho de que proclamara a José Martí, Autor Intelectual del
Moncada, era un claro anuncio de la razón de su lucha, no solo para
hacer una revolución de justicia social con soberanía absoluta y
solidaridad en el pequeño espacio territorial de Cuba, sino, como
quería Martí y por lo que luchó Bolívar en todo el continente. Los
hechos del 26 de Julio y el juicio que Fidel hizo excepcional
aquella fecha, determinó un futuro promisorio. No fue un hecho
aislado para cambiar un gobierno de facto, convertido en asesino de
decenas de jóvenes, sino un proyecto que continuaría en la "prisión
fecunda", en la organización de la expedición del Granma y en la
lucha desigual y contundentemente victoriosa en la Sierra Maestra,
apoyada con la lucha clandestinas en las ciudades.
Al igual que Martí propugnó y logró componer una organización
coherente para la necesaria guerra de independencia, aquel heroico
Movimiento revolucionario vertebrado por Fidel, que luego se
conocería como de la generación del centenario —por razones obvias—
constituyó un hecho aglutinador. Una de sus divisas fue la unidad de
las fuerzas revolucionarias.
Hoy, en el momento histórico y los hechos reales, la unidad
trasciende como lo quiso el Autor Intelectual del Moncada, José
Martí. A ello han contribuido muchos líderes de Centro y Suramérica
y el Caribe; descollando el hijo de la tierra del Libertador, el
fallecido comandante Hugo Chávez. Han surgido agrupaciones sólidas
en el continente, capaces de enfrentar los artilugios conspirativos
y de fortalecer cada vez más los lazos que nos unen. Ahí está la
comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), MERCOSUR
y UNASUR, para mencionar los más relevantes. Hoy son más
sofisticadas que nunca las administraciones norteamericanas y sus
aliados de la vieja Europa; Latinoamérica ha despertado y se está
convirtiendo una sólida hermandad. La protesta e indignación tras el
incidente en los cielos de Europa con el avión presidencial del
mandatario Evo Morales, lo acaba de demostrar.
Después de la Revolución cubana, cuyo primer y desigual combate
fue el Moncada, no hay duda alguna de que todos los pueblos de
América, desde 1959, fueron y son más libres y soberanos. De ahí,
también, la gran importancia del 26 de Julio cuyo aniversario 60
celebramos.