El monte se levanta

Además de preservar el bosque, las Fincas Forestales Integrales (FFI) son unidades sostenibles con un importante carácter social y ambiental

Ortelio González Martínez

FLORENCIA, Ciego de Ávila.— El camino por donde vamos es ondulado, y la tierra como de perdigón, estéril, surcada por arroyos que en temporada de lluvias corren saltarines y desaparecen en tiempo de sequía.

Fotos del autorYoel dedica varias horas al día al cuidado del eucalipto.

José Carlos Cruz Arias, director de la Empresa Forestal Integral de Ciego de Ávila, sugiere detenerse y apunta hacia la cima de la elevación y dice que allí están las plantaciones.

No es casual que comencemos el recorrido por La Cadena, una zona donde se empinan pequeños árboles —pinos y acacias, en lo fundamental— muy bien plantados en unas 80 hectáreas a la redonda, las cuales pertenecen al municipio avileño con más área dentro del plan Turquino-Bamburanao.

"No somos una provincia de gran patrimonio forestal, pero todos los años sembramos más de 400 hectáreas de árboles maderables y frutales", comenta José Carlos.

Y José Rafael Rodríguez, director de la Unidad Empresarial de Base Silvícola de Florencia, una de las más destacadas del territorio, explica que el trabajo allí se realiza "como debe hacerse", que en lenguaje forestal significa desbrozar la tierra con buldócer, chapear maniguas bajo el sol, cavar huecos, fertilizar, sembrar y cuidar.

El ingeniero forestal Eusebio Rosales Ordóñez, director técnico-productivo de la Empresa avileña, afirma que la reforestación no es solo plantar y plantar, a ojo de buen cubero, como piensan algunos. "En ese empeño no pueden faltar los proyectos, en los cuales aparecen datos tan importantes como el nombre de la especie más adecuada para la zona, el tipo de suelo, la vegetación existente, profundidad de la subsolación y el marco de siembra". Todo tiene su magia para hacer productivo un suelo casi improductivo.

El especialista explica que en el caso de las plantaciones de pino habrá que esperar una década si el propósito es obtener madera rolliza, y ¡20 ó 25 años! para aserrar los bolos. Así que es bien fundada la idea de cuidar las áreas.

BENDICIÓN BAJO LA SOMBRA

Las fincas FFI ayudan al fomento del bosque, a la preservación, porque el hombre permanece en estrecha vinculación con el patrimonio forestal, lo cuida y siempre está al tanto de cuanto sucede en el área bajo su cuidado; además de él y su familia poseer las condiciones de vida elementales para el desarrollo de la actividad silvícola.

Diminutas plantas se convertirán en árboles gigantes.

Con la premisa de no darse por vencido, Juan Alberto Gómez Armentero llegó a las faldas de las lomas de Boquerón, en la cercanías de Hoyo de los Indios, donde Camilo Cienfuegos acampó en octubre de 1958 cuando la Invasión hacia el occidente del país.

La llaman Finca II Congreso y mientras nos adentramos en el monte, en fila india, aparecen los árboles de cedro, caoba, baría, roble, teca y yagruma y, debajo de los algarrobos, los mejores cafetales de la provincia, al decir de quienes me acompañan.

Por el rostro de Juan Alberto corre satisfacción y en cada mata se detiene, enseña los granos y habla con sentido de pertenencia.

"Tengo 27 hectáreas, de ellas seis de café. Todos los años recolecto más de 500 latas. Es parte del programa que desarrolla la empresa en las tierras idóneas para este cultivo", comenta mientras señala a una pareja de tocororos, el ave nacional de Cuba, que se enamoran en lo alto de un algarrobo. "Todos los años, por esta época, llegan al mismo árbol. Ellos se sienten muy seguros aquí".

José Carlos explica que las FFI constituyen las unidades administrativas de base más pequeñas de su empresa, y el funcionamiento está regido por el principio de la vinculación del hombre al área y los resultados finales de la producción; para lo cual es un requisito la elaboración del proyecto de la finca y del Plan de Manejo Silvícola, que contemplan todas las actividades del ciclo forestal: viveros, plantaciones, mantenimientos, tratamiento silvícola y aprovechamiento.

EL DESEO DE HACERLO BIEN

Por un camino limítrofe entre las provincias de Ciego de Ávila y Sancti Spíritus, uno llega a los Ramones Viejos, comunidad humilde que tiene el privilegio de tener fronteras con dos municipios (Jatibonico y Yaguajay) del territorio espirituano y uno (Florencia) en la parte avileña.

Casi dos años después de la última visita, vuelvo a encontrarme con Antonio Cabrera Cabrera.

En el mismo lugar, sigue fiel a su sacerdocio de arreglar caminos de montaña, labor que realiza desde hace más de ocho años.

"Estoy aquí, pero cuando llueve y la Forestal necesita que sembremos árboles lo mismo en La Vega que en San Felipe, allá voy a dar mi mano. La siembra es lo más importante para que no desaparezcan los bosques, aunque a veces siento nostalgia porque la madera la sacan por el mismo camino que yo arreglo".

En Los Ramones, el monte también se levanta. Yoel Fernández Madrigal conmina a ver las plantaciones de eucalipto, uno de los árboles más productivos de la floresta en la zona.

"El eucalipto agradece todo lo que uno le haga. Crece rápido y lo cortamos para cujes de tabaco. Por estos días Rafael Ortega, el otro que me ayuda, aplica tratamiento químico contra el marabú, un arbusto que no se le puede dar muchas posibilidades porque invade la tierra".

De un tiempo acá el monte del Plan Turquino-Bamburanao, en este municipio avileño, ha cambiado, más con la abnegación de un puñado de emprendedores cargados de sueños y deseos de hacer, que con el desembolso de sumas millonarias. Y eso es lo que se quiere.

 

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