La culpa es de David

Virginia Alberdi Benítez

Todos somos culpables, nos dice de manera rotunda David Velázquez (La Habana, 1976) en el título de su exposición, abierta por estos días en la Galería Servando, 23 y 10, de El Vedado, cuando la verdadera culpa —sigámosle el juego a la inteligente provocación—, es la de un artista que nos arrastra hasta la zona donde habita su talento, más allá de las convenciones y los prejuicios académicos.

La muestra de trece piezas, curadas por Isabel Pérez Pérez, revela a un artista que primero dominó un oficio propio, el de la cerámica, en el seno de una de las familias cubanas de abolengo en la especialidad, pero que desde muy temprano rompió esquemas y se propuso integrar las más diversas técnicas y soportes de la creación plástica, en consonancia con sus inquietudes expresivas, siempre en deuda con su formación como ceramista. En su caso, el principal interés reside en lo que quiere compartir y comunicar, importándole a la vez cómo y en qué soportes codificar esa ansiedad.

Al mismo tiempo a David le interesa dotar de sentido sus fabulaciones, transmitir valores, conspirar con la conciencia del espectador, sin que por ello se deba a soluciones fáciles ni a la entrega de claves interpretativas demasiado evidentes.

En cada uno de sus puntos de partida existe un motivo que fuerza la propia imaginación del artista. Alguna vez fueron animales de ensueño, híbridos de una zoología soñada; ahora es el cuerpo humano, particularizado en rostros y narices. Esta última alusión pareciera conducirnos a un personaje harto conocido, Pinocho, y a la saga de verdades y mentiras que se deriva de su historia. Pero David trasciende esa lectura en obras donde el alargamiento del apéndice nasal no es más que un pretexto para construir nuevas fábulas sobre la identidad, la resistencia insular, la relación con la naturaleza, la honestidad y el sentido de pertenencia.

Es admirable en el conjunto una voluntad de estilo, tanto en la composición como en el tratamiento cromático y las texturas, al punto que no hacen falta observaciones especializadas para asentir ante cualquiera de las piezas: este es un David Velázquez.

 

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