Confesiones y cantos de la reina de Mompox

Pedro de la Hoz
pedro.hg@granma.cip.cu

 foto: Yander ZamoraSANTIAGO DE CUBA.— Recia, inapagable, con sus ojos como piedras de rayo, Totó la Momposina se destaca como un torbellino en la alta noche santiaguera. Ha cantado y bailado cerca de dos horas en la inauguración de la Casa del Caribe Colombiano, plaza de la ciudad donde, mientras transcurra la Fiesta del Fuego, podrán verse los componentes musicales y danzarios de la región Invitada de Honor del festival; y sin embargo, para sorpresa nuestra, llega a la Casa del Caribe y por dos horas más discurre acerca de la naturaleza del canto y sus afinidades con Cuba.

"Con la gente de esta Isla tengo una relación íntima —confiesa—. Es lo menos que puede hacer una persona cuando ve a un pueblo que entrega todo lo que tiene a sus hermanos, que cuida a sus hijos, que les enseña y protege. Uno de mis hijos, Marcos Vinicio, se formó aquí y yo le digo que eso nunca lo podrá olvidar. Luego tengo amigos acá. Y una a la que admiro mucho es a la gran Celina González".

Al nacer al final de los años cuarenta en una de las comunidades de la isla de Mompox, en el interior de la llamada zona atlántica colombiana, la nombraron Sonia, hija de Daniel Bazanta y Livia Vides, percusionista él y ella bailarina. De modo que bebió tempranamente la música de los suyos y comenzó a comunicarla al mundo.

"Cuando se tiene el don de la voz, no se puede negar. Pero con la voz solamente nada se hace; por eso estudié los ritmos de la costa, las maneras de cantar. Tengo el privilegio de haber crecido en un lugar donde África se encontró con América: el negro, el indio, el europeo, todo se fue mezclando y somos hijos de esa mezcla".

Entre las sorpresas de este paso por la Fiesta del Fuego, Totó la Momposina recibió un reconocimiento de la Universidad de Oriente, que recordó la contribución de su música al triunfo del movimiento de aficionados a la danza en la casa de altos estudios.

"Lo de las mezclas étnicas es algo que se da de un modo muy particular en nuestro Caribe. Mira, en el Pacífico colombiano hay una gran influencia de los africanos en su música. Pero es distinta. Se baila y canta con el centro de gravedad hacia abajo, como aguantándose de la tierra. En mi región no es así; nuestro canto y nuestro baile tienen un componente aéreo, solar, como de conexión cósmica. Estoy convencida de que eso viene de las etnias africanas que fueron transplantadas allá".

Detrás de Totó, siempre los tambores. Suena la gaita que denota la presencia indígena y el aire en algún momento se puebla de melismas al estilo andaluz, pero antes y después siempre resuenan los tambores.

"El tambor es a nosotros lo que la guitarra es para otros. Utilizamos guitarra, instrumentos de viento; somos libres en la recreación de los más diversos géneros de la región, pero sin el tambor, sin su fuerza, nada somos".

La fama internacional de Totó comenzó a cimentarse a partir de su participación en la investidura de Gabriel García Márquez como Premio Nobel de Literatura. Pero en realidad conquistó los momentos más encumbrados de su carrera con los discos La candela viva (1993), Carmelina (1995) y Pacantó (2000).

"Soy una mujer de hábitos tranquilos y de vida sencilla. Cuando estoy en el escenario, me entrego a fondo. Qué más puedo pedir de la vida".

 

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