Tal es el caso de la UBPC cañera La Piedra, del municipio
Corralillo, en Villa Clara, capaz de alcanzar más de 80 toneladas de
rendimiento por hectárea, cuando algunas muestran indicadores muy
inferiores, incluso dentro de la propia empresa con iguales tierras
y recursos.
Esto demuestra que cuando en un lugar prima la organización, el
control, la disciplina y se logra motivar a los trabajadores hacia
la concreción de un fin específico, pueden obtenerse los frutos
esperados, reconoció Carlos Irenaldo Hernández del Toro,
administrador de la entidad perteneciente a la UEB de atención a
productores agropecuarios Quintín Banderas.
Cuenta Irenaldo que cuando él asumió la dirección de la UBPC, las
cosas andaban algo torcidas, entonces la eficiencia cañera no
sobrepasaba las 30 toneladas por hectárea, para lo cual lo primero
fue fortalecer al equipo de cuadros a su alrededor, en primer lugar
aquellos que estaban pegados al surco.
También valoró en el Consejo de Dirección el sistema de pago y la
política de estimulación de sus trabajadores, que no solo es dinero,
es igualmente buena alimentación, atención a la familia, calidad de
los instrumentos de trabajo y otros elementos que contribuyen a
mejorar el estado de ánimo de la gente.
Fue así como poco a poco fueron saliendo del pantano hasta lograr
en los últimos seis años resultados superiores a las 68 toneladas
por hectárea, y concretar la cifra actual de 81,79, lo cual
demuestra que el Sí se puede aquí no es una consigna más,
sino una realidad que pudiera ser imitada por otros que año tras año
se escudan en un sin fin de justificaciones a la hora de explicar
los bajos rendimientos cañeros.
Al respecto, Modesto García Bermúdez, director de la mencionada
UEB en el Quintín Banderas, concuerda en que todo pasa por un
problema de cuadros, y pone el ejemplo de otras UBPC, como la
Rolando Pérez Quintosa y la Tomás Hormiga, que no han logrado
sobrepasar las 36 toneladas por hectárea debido a la inestabilidad
de sus colectivos de dirección, algo que no sucede en La Piedra,
donde todo funciona como un reloj.
¿Cómo lo logran?
Si les digo que en la UBPC La Piedra hay un listado de personas
que desean trabajar allí, en faenas tan duras como sembrar o limpiar
caña o laborar en su atención cultural, entre otros quehaceres, a lo
mejor algunos pudieran pensar que se trata de una exageración; sin
embargo, esa es la realidad que impera en esa entidad, donde mezclan
jóvenes trabajadores y otros que peinan un poco más de canas.
"El ambiente aquí es de trabajo, no se discute de otro asunto que
no sea la calidad de cuanto hacemos", refiere Carlos Irenaldo, a
quien no le gustan mucho las reuniones ni los maratones para cumplir
los planes. "Prefiero la constancia y la vergüenza de la gente que
gustan de que las cosas salgan bien", dice el directivo en un
lenguaje bien campechano.
Para lograr ese rendimiento ha sido importante el sistema de pago
establecido, a partir de los resultados del trabajo, lo cual se
traduce en ingresos muy superiores al que recibían, explica Eloisa
Arrechavaleta, jefa de Recursos Humanos.
Pero los trabajadores allí no se mueven solo por dinero. Así por
ejemplo, la comida es buena y variada a partir de las producciones
del autoabastecimiento, la cual, cuando es necesario es llevada
hasta el surco, junto al agua fría que nunca falta, relata la joven.
Sobre el tema de la disciplina y el control de las tareas, el
jefe de producción de La Piedra, Aníbal Rivero, refiere que, como en
todos lados, ha tenido problemas de chapucerías y personas a las
cuales ha debido sancionar por cometer determinada falta, pero lo
importante es la exigencia y el control para que cada quien responda
por su pedacito.
Estar metido en un campo de caña a las 12.00 m no es nada fácil.
Eso lo sabe el personal de la UBPC La Piedra, que derrama mucho
sudor en cada jornada para ver materializados los planes de siembra,
y también para engordar un poquito más sus bolsillos.
Aprovechando el breve receso para beber un poco de agua,
conversamos con Inocente Reinoso, de 76 años, José Luis Núñez, de
47, y Julio Andrés Gibert, de 66 años, tres mosqueteros de la
siembra en Tartesio, zona aledaña al poblado de Rancho Veloz.
Según Reinoso, un trabajador retirado, fue contratado para apoyar
estas labores aunque allí existe una persona encargada de controlar
la calidad del trabajo, pero eso no lo molesta porque como él
reconoce "si hago las cosas como me las exigen, no tengo por qué
preocuparme. Peor sería que cuando germinara esta caña apareciera la
chapucería".
Por su parte José Luis explica que él, a pesar de ser boyero,
hace de todo lo que haga falta. "La faena es dura, no crea, el calor
y el sol agotan demasiado y trabajamos mañana y tarde, pero alguien
tiene que hacerlo y esta es una labor honrada".
Otro que no se queda atrás es el viejo Gibert, el cual reconoce
que "el trabajo no mata a nadie".
Con gente como esa cuenta Carlos Irenaldo y el país para
incrementar la producción azucarera, la cual empieza precisamente
por el momento en que se produce la siembra y cultivo de la
gramínea.