Para llegar hasta la segunda planta, donde está ubicada la
cátedra de matemática, es preciso cruzar un largo pasillo desde
donde es posible apreciar la limpieza y disciplina reinantes en el
centro.
Al ponerla al tanto de los elogios de sus alumnos, Elena se ríe y
comenta jocosamente que los muchachos suelen exagerar los atributos
del maestro. La sexagenaria profesora lleva pantalones grises, blusa
clara y unos pendientes de ocasión de color azul y blanco.
"Yo soy de Sierra Morena, en Villa Clara. Me hice maestra
Makarenko, un cuerpo de maestras procedentes en su mayoría de
familias obreras y campesinas. Eran los primeros años de la
Revolución y una no seleccionaba lo que iba a estudiar sino lo que
hacía falta. Después de graduada como maestra de primaria, en 1968,
me ubicaron en unidades de las FAR. Así fue hasta 1985 que llegué a
la Escuela Militar Camilo Cienfuegos, aquí en Matanzas".
Un momento imborrable para esta mujer fue cuando por primera vez
se puso delante de un grupo de alumnos. "El aula me pareció un
espacio gigantesco. Cursaba el tercer año de la carrera y era
todavía muy joven. Recuerdo que fue ante un grupo de segundo grado
de la escuela Juan Manuel Márquez, en Marianao. Pese a la lógica
incertidumbre, ese día me sentí muy bien y supe que engrosaría por
siempre esta profesión tan noble. Creo que no hay nada más
importante que ejercer el magisterio".
Julia Elena, Vanguardia Nacional durante 14 años, una mujer que
despierta afecto tanto en su centro de trabajo como en la comunidad,
admite que la Orden conferida por el movimiento obrero cubano es
también un reconocimiento a su familia y a sus compañeros de la
docencia. Si he podido dedicarme al trabajo en cuerpo y alma es en
buena medida gracias a ellos, señala.
Se ve como "una simple trabajadora exigente que cumple con todos
sus deberes. Pero lo más relevante, el ideal que da sentido a su
vida, es su profesión.
"Ser maestra es mi razón de ser. De hecho no doy clases por
ningún beneficio personal. Algunos profesores se decepcionan y
abandonan el sector pero la mayoría, los que aman su profesión,
siguen adelante.
Cuenta que en los momentos de cierta aureola evoca a su madre.
"No era una mujer muy instruida pero nos enseñó a ser decentes y a
procurar estar entre los mejores". Admira en sus alumnos la
laboriosidad y el espíritu de superación en todos los órdenes. "Un
estudiante preocupado por saber siempre algo nuevo, vale mucho".
Heylín Vergada, alumna de duodécimo grado, exalta en Elena sus
cualidades como profesora y mujer. "Se las arregla para poner a sus
estudiantes como lo más importante".
Uno de los integrantes de la cátedra, Oristel Felipe, significa
que se trata de una magnífica compañera, que se empeña todos los
días por ser mejor.
Dice orgullosa que tan pronto como se conoció lo de su homenaje
ha sido testigo de muestras de simpatía y cariño.