Como
Lisandra Guerra, la veloz sprinter matancera, Marlies Mejías
es una mina. Vuelve en febrero del Campeonato Panamericano de
Ciclismo de Pista cargada de oro: en el omnium, la
persecución individual y la persecución por equipos. Y no conforme
con ello, tres meses después asiste al de Ruta y alcanza la medalla
de plata en la prueba de fondo para secundar en el podio a la
monarca de Guadalajara 2011, Arlenis Sierra.
"Un resultado extraordinario", según sus palabras. "Una carrera
difícil. El circuito en Zacatecas era durísimo". Más aún para ella,
tan habituada a incursionar en el velódromo y que solo llevaba
entrenando con intensidad en la carretera unos pocos meses.
"La pista —como bien explica— es mi plato fuerte, donde mejor me
siento, pero la ruta siempre ha sido un reto. Faltando cien metros
para la meta, sentí que los calambres me engarrotaban las piernas.
No podía pararme en bielas. Hasta que vi a mi entrenador Leonel
Álvarez y he echado el resto. Quería más, estaba preparada
sicológicamente, pero me alegra que haya ganado Arlenis".
No en vano, las dos llevan rodando en paralelo desde su debut
internacional también en México, en aquel Panamericano juvenil de
Aguascalientes, donde Marlies comenzó a conquistar medallas con la
misma avidez de quien colecciona sellos.
Un año después, acuñaría el bronce en la persecución individual
del Mundial Juvenil de Pista en Montichiari (Italia) y también
brilló en el Campeonato Panamericano de mayores, nuevamente en
Aguascalientes, donde finalizó cuarta en el omnium y recibió
el reconocimiento de una estrella mundial como la estadounidense
Sarah Hammer, avalando su futuro promisorio. Desde entonces no ha
dejado de dominar esa prueba, año tras año.
Sin duda, un factor clave para que la UCI, fijándose en su enorme
potencial, decidiera trasladarla al Centro Mundial de Entrenamiento
en Laigle, Suiza, cumpliendo así uno de sus sueños; aunque luego la
experiencia no se ajustara del todo a lo que había imaginado.
"El problema es que allí prácticamente todo lo que hacía era
entrenar la velocidad pura. Al punto de que hoy casi soy la segunda
velocista de Cuba sin proponérmelo, y en cambio he perdido habilidad
en las pruebas de resistencia como la carrera por puntos".
"Por eso es que ahora mismo estoy trabajando con Leonel para
pulir esos detalles", afirma la joven pedalista, que tiene por
referente a Yoanka González, la primera ciclista cubana en ser
medallista y campeona del mundo, y también la primera en alcanzar un
podio olímpico. "Aunque lo más impresionante es la sencillez con que
te trata".
Precisamente Yoanka, cuando comenzó a ponerse en práctica el
omnium fue una de las primeras en tratar de dominarlo, aunque
luego desistiera alegando, medio en broma medio en serio, que
aquello era "un invento mata-ciclistas", quizá porque al estar ya en
plena madurez de su carrera hallaba difícil adaptar su organismo a
una modalidad demoledora que compendía seis pruebas y, al igual que
el decatlón en el atletismo, dura dos días.
"Es cierto que es una competencia difícil —sostiene Marlies—
porque al ser integral tienes que combinar velocidad y resistencia.
Es muy táctica. Y siempre queda el factor suerte, que puede jugar en
tu contra. Es decir, no importa que vayas ganando tras
varios eventos; si fallas en uno solo, lo puedes perder todo".
Tal y como le ocurrió a ella misma en el Mundial de Montichiari,
donde iba al frente hasta la tercera prueba, cuando se le zafó un
pedal y resultó descalificada, por interpretar los jueces que
aquello ponía en peligro la carrera.
Competitiva donde las haya, sin embargo, la joven pedalista
nacida en Santiago de Cuba parece haberle tomado el pulso al reto.
En los Juegos de Londres 2012 alcanzó un diploma olímpico al
finalizar octava (siendo además la mejor representante de
Latinoamérica). Y ahora apunta más alto.
"Siento que a los 20 años ya va siendo hora de tener un éxito
grande y lograr esa medalla, en el próximo Mundial o en una Copa del
Mundo, preparándome por supuesto para los Juegos de Río de Janeiro",
afirma, siempre risueña, siempre contenta; aunque no deje de
reconocer que para ello tendrá rivales exigentes como la británica
Laura Trott, que con la misma edad ya ganó el oro olímpico. "Pero le
vamos a dar guerra".