Varias
voces se han levantado durante los últimos meses con la intención de
denunciar no solo el mantenimiento, sino también el crecimiento que
se ha dado en la producción de cocaína en el país ocupado por la
ISAF (International Security Assistance Force), cuyo
liderazgo ostenta la OTAN, desde que el Consejo de Seguridad de la
ONU aprobase en el 2011 la Resolución 1 386, que ponía en marcha el
llamado Acuerdo de Bonn (Acuerdo sobre Órdenes Provisionales en
Afganistán hasta el Restablecimiento de un Gobierno Institucional
Permanente) que, en sí, no era más que la legitimación internacional
para ocupar Afganistán.
Desde el jefe del servicio antidroga de la Policía iraní, el
general Ali Moayedi, hasta el presidente ruso, Vladimir Putin,
representantes, casualmente, de países fronterizos y por lo tanto de
mercados más cercanos para la droga afgana, han elevado sus voces a
la esfera internacional con la intención de sacar a la luz una de
tantas sombras que la ocupación de Afganistán por parte de la OTAN
ha generado, el aumento de la producción de todos los derivados que
se extraen de la amapola blanca, la morfina, el opio y la heroína.
Desde el departamento antidroga iraní, y con datos tomados en el
2012, se afirmaba que la producción de droga afgana había aumentado
de dos mil toneladas en el 2002 a unas ocho mil en el 2012, lo cual,
en palabras de su portavoz, no es más que la confirmación de que
"los gobiernos Occidentales ven las drogas como un negocio
lucrativo."[1]
La importancia de los datos ofrecidos por el gobierno iraní es
tal, dado que el país persa no solo es el que más opio decomisa
anualmente en todo el mundo, con un 89 % de los movimientos
mundiales y 41 % de heroína, sino porque también es el núcleo desde
el cual los grandes cárteles del narcotráfico mundial distribuyen la
droga a los distintos continentes, con especial incidencia en
Europa, así como en los estados del Golfo Pérsico y gran parte de
las antiguas repúblicas soviéticas (muchas de ellas integrantes de
la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, OTSC).
Todo ello, no solo genera un mercado negro ilegal de la droga a
nivel mundial que mueve miles de millones de dólares, sino que
también fomenta la drogodependencia, generando en países como Irán
una grave problemática que da como resultado la existencia de 1,2
millones de drogodependientes, de los que un 70 %, lo son a las
inyectables.
De hecho, el 92 % de la producción no está destinada a un uso
medicinal, por lo que según datos del gobierno de Teherán, en
concepto de drogas ilegales, Afganistán ingresa, según la ONU, unos
cuatro mil millones de dólares anuales, de los que una cuarta parte
la reciben los cultivadores y el resto se lo reparten las
autoridades locales, organizaciones rebeldes, grupos armados y
traficantes que transportan el material al extranjero, lo cual ha
instado una vez más a las autoridades iraníes a solicitar ayuda
internacional para frenar esta lacra.
A su vez ha generado movimientos en las fronteras desde hace más
de tres años, cuando para intentar frenar el continuo tráfico de
droga, ingenieros militares ira-níes han construido una barrera de
mil kilómetros, así como zanjas para dificultar el paso de vehículos
(hasta de 400 kilómetros en la provincia de Sistán-Baluchistán), e
incluso diques allá donde los traficantes utilizan cauces de ríos
para el paso.[2]
Desde el Ministerio de Exteriores ruso también se han ido
facilitando datos donde se evidencia un incremento del tráfico de
estupefacientes en Rusia desde la ocupación de Afganistán. De hecho,
varias fuentes del departamento antidroga ruso han afirmado en
palabras de su portavoz, Victor Ivarov, que la OTAN no solo no está
cumpliendo con uno de los supuestos objetivos claves de su ocupación
sino que está poniendo trabas a los intentos por parte de las
autoridades afganas de llevar a cabo quemas controladas de
cargamentos de opio en las zonas del sur[3], más
concretamente en la provincia de Hemland, donde se produce alrededor
del 42 % de la producción de opio en el mundo, según citan algunos
medios de comunicación afganos, si bien, la producción se ha ido
extendiendo y ha ido llegando a otras regiones como Kandahar,
Uruzgán, Farah, Nimroz y, en menor medida, Daykundi y Zabul.
La visión ofrecida por el Ministerio de Lucha contra el
Narcotráfico afgano tampoco es nada halagüeña. Según datos ofrecidos
en el 2010 por el portavoz del Ministerio, Zalmai Afjali, "durante
los cinco últimos años el número de consumidores de drogas ha
aumentado desde 920 mil hasta más de 1,5 millones [¼ ]. La adicción
a la droga se suma a la inseguridad, a los delitos comunes y a las
enfermedades que se transmiten por contagio, y dañan los esfuerzos
para el desarrollo del país"[4]. Con esta
situación es fácil poder relacionar los grandes movimientos
poblacionales que se han dado en Afganistán hacia sus países
vecinos, sobre todo Irán y Paquistán, con la búsqueda de nuevas
oportunidades, huyendo de una situación de guerra endémica,
inestabilidad política, económica y social que con la ocupación de
las fuerzas internacionales se ha incrementado. A su vez ha generado
un mayor flujo de movimientos en el mercado negro de la droga,
favorecido por el descontrol fronterizo y las tensiones intrínsecas
entre las fuerzas de la OTAN y sobre todo, de Estados Unidos, en esa
supuesta "guerra contra el terror" y los países vecinos del
territorio afgano.
Según el análisis realizado por Alexia Mikhos
basándose en estadísticas del
año 2005, cuatro años después de la expulsión de los talibanes por
las fuerzas de la OTAN, realizadas por la Oficina de las Naciones
Unidas contra el Crimen y las Drogas (UNODC), "el 87 % de la
producción mundial de opio y el 63 % de su cultivo mundial se ubican
en Afganistán. Se calcula que el 52 % del Producto Interno Bruto del
país, unos 270 mil millones de dólares USA, procede del cultivo
ilegal de amapolas. La producción de opio se ha disparado desde la
expulsión de los talibanes [¼ ]: solo en el 2004 la producción de
opio se incrementó un 64 %, alrededor de unas 4 200 toneladas frente
a las 185 toneladas del 2001, a partir de la prohibición del cultivo
impuesta por el régimen talibán[6]."
Unido a estos datos clarificadores, podemos encontrar también un
cambio de tendencia en cuanto a la dupla producción-consumo a nivel
mundial. Jean Luc Lemahieu, representante de la UNODC para
Afganistán, afirma que en los últimos años Afganistán es quizás la
cabeza visible en cuanto a lo que producción de opiáceos y hachís se
refiere, pero no debemos olvidar un silencioso pero rápido cambio de
tendencia donde los países productores se están volviendo altamente
consumidores (lo cual no implica que previamente no lo fueran),
mientras que los anteriormente consumidores, siguen consumiendo pero
comienzan a producir drogas sintéticas[7].
Junto a los llamados de atención por parte de Rusia, Irán,
Paquistán, China y la propia ONU, también han sido muchos los
intentos de negociación durante los últimos años por parte de los
países integrantes de la OTSC, formada por Armenia, Bielorrusia,
Kazajstán, Kirguistán, Rusia, Tayikistán y Uzbekistán, tratando de
gestionar y organizar la cooperación y el combate conjuntos contra
la amenaza del narcotráfico procedente del territorio afgano, sin
que hayan llegado a buen puerto dada la negativa de los altos mandos
de la OTAN a establecer una política común de control con los países
de la región centroasiática.
Cierto es que la quema y destrucción total y repentina de las
grandes plantaciones opiáceas repartidas por todo el territorio
afgano sería un duro golpe no solo para su ya crítica situación
económica, sino también para miles de familias que han vivido y
siguen haciéndolo, del cultivo de la amapola blanca.
El problema reside en la falta de interés por resolver un mal
cada vez más asentado no solo en Afganistán, sino también en los
países de la zona, que genera mayor inestabilidad y violencia. Los
pocos intentos reales de frenar la producción de estas drogas no han
hecho más que derivar de unas zonas geográficas a otras la
producción, ayudado, no solo por los talibanes quienes financiaron y
siguen financiando parte de sus actividades con la producción y
venta de opiáceos[8], sino también por el propio
interés de determinados estamentos del gobierno, tanto a nivel
nacional como regional y local, que favorecen y protegen a los
cárteles que dirigen los grandes movimientos a nivel nacional e
internacional.
Tanto la ISAF como el alto mando de la OTAN parecen seguir
queriendo hacer oídos sordos a los desalentadores datos ofrecidos
por gobiernos y organismos internacionales que ven el incremento de
la producción e intercambio de estos productos
http://www.cooperativa.cl/noticias/mundo/afganistan/
iran-acuso-a-la-otan...
[2] http://www.xlugh.com/islamnews/blog1.php/el-lucrativo-
negocio-de-la-drog...
[3] http://www.prensaislamica.com/nota6705.html
[4] http://www.europapress.es/internacional/noticia-elevada-
produccion-droga...
[5] Responsable de
Afganistán y Darfur en la División de
Operaciones de la OTAN.
Doctorada en Resolución de Conflictos
Internacionales en la
Universidad de Reading (Inglaterra).
[6] http://www.nato.int/docu/review/2006/issue1/spanish/
analysis.html
[7] http://www.bbc.co.uk/news/magazine-22091005
[8] http://www.unodc.org/unodc/en/press/releases/2009/october/
unodc-reveals-...
[9] http://www.natowatch.org/node/593