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          Una mirada al modelo cubano de bienestar 
			
			 Dra. Patricia Arés 
			Muzio 
			
			En muchas oportunidades, he preguntado a mis estudiantes cuáles 
			serían las principales razones para decir que en Cuba es bueno 
			vivir. La mayoría de las veces sus respuestas están relacionadas con 
			el acceso a la salud, la educación y la seguridad social y 
			efectivamente, estos son los pilares de nuestro modelo socialista, 
			pero para las personas jóvenes constituyen realidades tan asumidas 
			desde la cotidianidad que se tornan demasiado habituales o quedan 
			congeladas en un discurso que, a fuerza de repetición, se hace 
			irrelevante. 
			
			
			 En Cuba los 
			espacios de socialización son muy importante en la vida.  
			
			Yo me atrevería a decir que existe un modelo cubano de bienestar 
			que se ha incorporado con tanta familiaridad acrítica que ha quedado 
			invisible a nuestros ojos o paradójicamente instalado en la voz de 
			muchos de los que ya no están, luego de haberlo perdido, o de 
			visitantes que viven otras realidades en sus países de origen. De la 
			vida cotidiana en Cuba, por lo general se habla de las dificultades, 
			sobre todo de índole económica, pero pocas veces se escucha hablar 
			de nuestras bondades y fortalezas. 
			Algunas experiencias profesionales vividas me han hecho pensar 
			mucho en nuestro socialismo, visto como cultura y civilización 
			alternativa. Cuando los psicólogos y otros especialistas 
			participamos en el proceso de lograr el retorno del niño Elián 
			González, emergió con mucha fuerza este tema. Más recientemente en 
			consulta, conversando con algunos ancianos repatriados, con niños 
			que por decisión de sus padres deben irse a residir a otros países o 
			con jóvenes que han retornado de España luego de vivir la 
			experiencia de ser echados a la calle por no tener trabajo ni dinero 
			para pagar la renta, me vuelve a resurgir, a partir de sus 
			vivencias, la idea del modelo cubano de bienestar. 
			Recuerdo cuando Elián estaba en Estados Unidos que el abuelo 
			Juanito le decía telefónicamente que le estaba haciendo una 
			chivichana para su regreso y al otro día aparecía en la pantalla 
			televisiva que le habían regalado un carro eléctrico de juguete que 
			parecía de verdad, si los abuelos o el padre le decían que su 
			perrito lo extrañaba, al otro día aparecía Elián con un cachorro de 
			labrador que le habían regalado, si le decían que le habían comprado 
			un librito de Elpidio Valdés, aparecía Elián vestido de Batman. 
			Sin embargo, el cariño de su familia, el amor de cuantos lo 
			esperaron, la solidaridad de sus amiguitos del aula, de sus 
			maestras, pudieron más que todas las cosas materiales del mundo. 
			Conversando hace muy poco con un adulto mayor que tomó la 
			decisión de no regresar a EE.UU. luego de haber vivido 19 años en 
			ese país, me decía: Es real doctora, allí se vive muy cómodo, pero 
			eso no lo es todo en la vida, allá "no eres nadie", no existes para 
			nadie. Me contaba que se pasaba largas horas solo en la casa, 
			esperando que los hijos y nietos regresaran de trabajar y de la 
			escuela, que se quedaba encerrado porque no podía salir ya que según 
			ellos, estaba viejo y no lo dejaban manejar, y que por el día el 
			barrio en que él vivía parecía una maqueta, no se veía persona 
			alguna, ni nadie tenía tiempo de dedicarte un rato para conversar. 
			En una visita que hizo a la otra hija que vive en Cuba, decidió no 
			regresar. Me cuenta que está haciendo ejercicios en el parque, que 
			juega dominó por las tardes, que les repasa al otro nieto y a dos 
			amiguitos más, que ha recuperado unos cuantos amigos de la "vieja 
			guardia" y que con el dinerito que le mandan de allá y la ayuda de 
			su familia aquí, tiene de sobra para cubrir sus gastos. Usando sus 
			palabras textuales me decía: Algunos conocidos me decían que iba a 
			venir al infierno, pero en realidad doctora, me siento en el 
			paraíso. Evidentemente, el modo de vida que ahora lleva no será el 
			paraíso, pero le genera mayor bienestar. 
			Un día me llevaron a un niño hijo de dos diplomáticos, que vino 
			de vacaciones y no quería regresar con los padres a la misión donde 
			ellos estaban trabajando, estaba "alzado", en plena "huelga", decía 
			que lo dejaran con la abuela, que él no quería irse de nuevo, que no 
			le gustaba estar allá. Cuando pregunté a los padres qué sucedía con 
			el niño, me contaban que allá tenía que vivir encerrado por razones 
			de seguridad, no tenía apenas amiguitos con quien compartir después 
			de la escuela, y no estaban los primos, a los cuales adoraba. Desde 
			que llega aquí es como si le dieran la carta de libertad —me decían 
			los padres—-, se va para el parque de la esquina con los amigos del 
			barrio, sale a pasear con los primos, juega pelota y fútbol en plena 
			calle, se pasa el día rodeado de los abuelos, de los tíos y de los 
			vecinos. En la entrevista con el niño me contaba que los primos le 
			decían que él era bobo porque quería quedarse en Cuba teniendo la 
			oportunidad de estar en otro país y el niño me decía: Yo extraño 
			mucho cuando estoy aquí la pizza de peperones, pero te cambio un 
			millón de pizzas por quedarme viviendo ahora mismo en Cuba. 
			Un joven que vino de retorno de España, me contaba que se había 
			quedado sin trabajo y por supuesto no tenía dinero para pagar la 
			renta, que la dueña le dio tres meses de plazo y al no tenerlo lo 
			echó a la calle, pero lo más triste del caso es que nadie, ni sus 
			amigos, le tendieron una mano pues le decían que dada la crisis cada 
			cual "debería arreglárselas como pudiera" y tuvo que regresar porque 
			la opción que tenía era o dormir en el metro o virar para la casa de 
			sus padres aquí en Cuba. Al final, me decía, quienes están prestos a 
			acogerte son los tuyos. 
			Me he quedado pensando en estos testimonios que muy bien podrían 
			servir para tantos jóvenes que no encuentran bienestar alguno de 
			vivir en Cuba y que solo imaginan una vida "de progreso" en el 
			exterior o sobrevaloran la vida afuera como una vida de éxito y 
			oportunidades, pero yo me pregunto: ¿qué tenemos aquí que falta en 
			otros lugares? ¿Qué descubrieron el niño, el adulto mayor y el joven 
			que vino de España, a partir de sus experiencias allá, que nosotros 
			no vemos aquí? ¿Realmente el modelo de vida que proponen las 
			sociedades capitalistas contemporáneas constituye actualmente un 
			modelo de bienestar, a pesar de estar vendido por los medios de 
			comunicación como el "sueño del progreso prometido"? ¿Hablamos hoy 
			de buena vida o del buen vivir, de vida llena o vida plena? 
			¿Necesariamente el desarrollo económico y tecnológico es lo único 
			que garantiza el bienestar personal y social? 
			Voy a hacer un esfuerzo de síntesis a partir de estas 
			experiencias profesionales en lo que considero radican algunas de 
			las bases de nuestro modelo cubano de bienestar. 
			
			En primer lugar el no 
			sentimiento de exclusión, el no vivir "anomia social" 
			
			Este es un tema de profundas connotaciones espirituales y éticas. 
			Cuando uno llega a un barrio en Cuba y pregunta por una persona, por 
			lo general te dicen: "Vive en aquella casa". Los cubanos todos 
			tenemos un nombre y una biografía porque todos tenemos espacios de 
			pertenencia (familia, escuela, comunidad, centro de trabajo) y de 
			participación social, todos en nuestra vida hemos asumido 
			responsabilidades, asistimos en el barrio a las reuniones, a nuestro 
			consultorio del médico, votamos en la misma urna, compramos los 
			productos normados en el mercado o tenemos el mismo mensajero. 
			Seguro que en algún momento hemos dicho: "Las mismas caras todos los 
			días", pero justo ahí radica un escenario vital de grandes 
			dimensiones humanistas y solidarias. 
			La anomia social o en palabras del abuelo que entrevisté el "Tú 
			no existes", resulta una experiencia contraria a la que vivimos en 
			Cuba, es la experiencia de vivir sin tener un lugar, sin ser 
			reconocido o advertido, y no se trata de un lugar físico, sino de un 
			lugar simbólico, un lugar de pertenencia y participación, un lugar 
			que da sentido a la vida. Vivir en el "no lugar" es sentirse 
			aislado, en soledad existencial, es sentirse extraño y ese es uno de 
			los problemas del mundo actual. Incluso los lugares donde hoy 
			coexisten muchas personas, más que lugares de encuentro son 
			especialmente "no lugares". Resulta increíble que en un metro puedan 
			ir diariamente cientos de personas que no intercambian palabra 
			alguna y que muestran mayor contacto con los medios tecnológicos en 
			una especie de autismo técnico, que de persona a persona. Otro "no 
			lugar" son los aeropuertos y los moles (catedrales del 
			consumo): mucha gente a tu alrededor y absolutamente ningún 
			contacto. Si te caes nadie te recoge, porque además, existen tantas 
			leyes de "derechos ciudadanos" que supuestamente protegen a las 
			personas desde una visión individualista, que nadie te toca no vaya 
			a ser que te acusen de acoso sexual. Están legislados el "no 
			contacto" y la indiferencia. 
			Hoy en día la realidad social en otros países hace que cada vez 
			estemos más excluidos que incluidos. Amén de la existencia de 
			desigualdades sociales como consecuencia de las realidades 
			económicas actuales en Cuba, nuestras políticas promueven la 
			inclusión social conducente a borrar la distancia de género, color 
			de la piel, capacidades físicas, orientación sexual. Cuba, como 
			sistema social, a pesar de todas las dificultades y contradicciones, 
			intenta construir un mundo donde todos quepamos, y donde la 
			reciprocidad humana espontánea se da a partir de estas condiciones. 
			En "la otra geografía", en el mapa de la globalización neoliberal, 
			dividida en clases, los nexos interpersonales están dañados por 
			disímiles diferencias y los unos quedan alejados de los otros por 
			fronteras invisibles, que laceran la integridad y la participación. 
			
			Los diversos espacios 
			de socialización 
			
			Los espacios de socialización son muy importantes en la vida, el 
			entramado social es el recurso, el sostén para todo sujeto, pues 
			está claro que ciertamente es en él que una persona puede 
			desarrollarse en su potencial con plenitud. Las familias viven 
			actualmente en aislamiento en muchas partes del mundo y mientras 
			mayor es el nivel de vida, mayor es el modo de vida enclaustrado. 
			Nadie conoce al vecino de al lado, nadie sabe quién es, dentro de 
			las casas los miembros no tienen muchos espacios cara a cara, porque 
			la invasión de la tecnología es tal que un padre puede estar 
			chateando con un colega en Japón y no tiene la menor idea de lo que 
			le sucede al hijo en el cuarto contiguo. En estudios que se han 
			realizado en diferentes partes del mundo, el tiempo de conversación 
			mirándose a los ojos, que un padre (especialmente el papá) dedica a 
			sus hijos, no pasa de 15 minutos diarios. 
			Uno de los grandes impactos del modelo capitalista hegemónico 
			actual es el poco tiempo para la familia u otros espacios 
			comunitarios, los días entre semana la familia como grupo "no 
			existe", los horarios extensivos e intensivos de trabajo, el 
			pluriempleo de los padres para poder solventar las cada vez mayores 
			exigencias del consumo, hacen que aquellos viejos rituales y 
			tradiciones familiares se hayan desterrado de la vida cotidiana. Los 
			psicólogos y sociólogos de muchos países plantean que el mayor 
			impacto de esta realidad son la soledad infantil y la ausencia de 
			vínculos en el anciano. Muchos niños de la clase media o media alta 
			llegan de la escuela sin que asome en el hogar un rostro adulto 
			hasta horas avanzadas o permanecen con una nana que brinda comida, 
			pero no puede suplir el afecto y la atención de los padres. 
			Los medios tecnológicos aparecen como el antídoto a la soledad, 
			pero sin ninguna restricción de los adultos, lo que puede producir 
			adicción a los videos juegos, incrementar la violencia e incentivar 
			la erotización temprana. Es poco frecuente que los niños o 
			adolescentes dispongan en el mundo de hoy de las plazas públicas, 
			las calles y los parques al aire libre como lugares de encuentro 
			porque no hay seguridad ciudadana para ello. Los universos 
			espacio-temporales de la red urbana destinados a la juventud, son 
			vistos por los adultos como lugares de amenaza y peligro más que de 
			esparcimiento y construcción de lazos sociales. En Cuba los parques 
			y las plazas siguen siendo lugares de socialización de diferentes 
			generaciones. 
			La familia cubana está tejida en redes sociales de intercambio, 
			con los vecinos, con las organizaciones, con la escuela, con los 
			parientes, incluidos los emigrados. Lo característico del modo de 
			vida de los cubanos son los espacios de socialización, el tejido 
			social que no excluye y deja sin nombre a nadie. Yo diría que la 
			célula básica de la sociedad en Cuba, además de la familia como 
			hogar, la constituye la red de intercambio social familiar y 
			vecinal, ese tejido social en redes, representa una de las 
			fortalezas invisibles más grandes que tiene el modelo cubano de 
			bienestar, es ahí donde radica el mayor logro de nuestro proceso 
			social, la solidaridad social, la contención social, el intercambio 
			social permanente. Ese capital es solo perceptible para el que lo 
			pierde y comienza a vivir otra vida fuera del país. 
			A pesar de que tenemos dificultades económicas y problemas no 
			resueltos, la familia en Cuba existe. La familia cubana comienza a 
			vivir intensamente después que los niños salen de la escuela y los 
			niños, jóvenes y adolescentes hacen vida familiar-comunitaria a 
			partir de su salida de los centros escolares. La vida familiar en 
			Cuba no se produce a puerta cerrada. La puerta de un hogar cubano 
			puede ser tocada muchas veces por los agentes de fumigación, por los 
			vecinos, por la enfermera, por los dirigentes de base, por los 
			"puerta-propistas". Hay que salir diariamente al mercado, ir a casa 
			de los vecinos para recoger mandados, botar la basura, ir a la 
			farmacia, buscar a los niños en la escuela. La vida familiar en Cuba 
			es multigeneracional, donde todas las edades se mantienen 
			interactuando, la mayoría de los adultos mayores no viven en asilos, 
			su verdadero espacio por lo general es la comunidad. 
			
			La solidaridad social 
			a contracorriente del individualismo 
			
			En el escenario internacional actual el bien individual es más 
			importante que el bien social, el modelo de desarrollo económico 
			pone a las personas ante el deseo de vivir "mejor" (a veces a costa 
			de los demás) por encima del vivir todos bien. Hoy en día la gente 
			dice "yo no le hago mal a nadie, que nadie se meta en mi vida, a mí 
			me gusta, a mí me va bien, es mi cuerpo, es mi vida, es mi 
			espacio",eligen la actuación que maximice los beneficios y las 
			ganancias. El "nosotros" se sustituye por el yo. La conducta egoísta 
			en este mundo hegemónico actual es denominada y bien ponderada como 
			"racionalidad instrumental" cuando en realidad esa racionalidad lo 
			que esconde es una gran insensibilidad social. 
			En nuestro país existe la solidaridad social, aunque hoy vivimos 
			una suerte de paralelismo entre nuestros comportamientos solidarios 
			y la insensibilidad de algunas personas. La socialización del 
			transporte o "botella", por ejemplo, el hacer de tus vecinos, tu 
			familia, la socialización vecinal de teléfonos particulares, el 
			pasarse los uniformes escolares, algunas medicinas, el brindar tu 
			casa particular como aula después de un ciclón que afectó la 
			escuela, son ejemplos de nuestro intercambio solidario. Me contaba 
			una joven que estudiaba en la escuela Lenin que en el grupo de sus 
			amiguitas, además de ser una práctica generalizada de los grupos, se 
			juntaba cada semana lo que traían de la casa para repartírselos 
			equitativamente y así todas comían lo mismo, independientemente de 
			que algunas podían traer más cosas y otras no traían casi nada. Para 
			ellas lo más importante eran la amistad y la hermandad. 
			
			La creatividad e 
			inteligencia colectiva 
			
			En Cuba, además de que puedes conversar y tener múltiples 
			intercambios sociales, puedes darte el lujo de una buena charla con 
			muchas personas. Todos sabemos de algo, todos podemos dar una 
			opinión o podemos tener buenas ideas, tenemos cultura política, 
			cultura deportiva o algunos saben mucho de arte. Tenemos capital 
			cultural acumulado y eso es parte de nuestro patrimonio social y del 
			bienestar invisible. No somos para nada ignorantes, resultado de los 
			niveles educacionales alcanzados. Los cubanos y las cubanas 
			impresionamos por nuestra capacidad para conversar, para emitir 
			ideas y criterios. Uno de los grandes problemas que tengo como 
			psicóloga clínica, cuando atiendo a las personas, es que se me va el 
			tiempo, porque estamos acostumbrados a conversar, algunos me traen 
			una lista de cosas escritas para que no se les escape lo que desean 
			decir. Estamos acostumbrados a regalarnos tiempo y eso es un lujo en 
			los momentos actuales, cuando nadie tiene tiempo que ofrecer, donde 
			en todas partes del mundo se vive el síndrome de la prisa. 
			En mis visitas a impartir docencia a países latinoamericanos, en 
			los trabajos de estudios de familia que deben presentar en clases, 
			los estudiantes presentan una realidad familiar-social que me deja 
			perpleja, por la carga de problemas sociales acumulados, no solo en 
			familias pobres, sino de cualquier clase social. Me doy cuenta por 
			lo que escucho, que nosotros estamos a siglos de distancia, porque 
			el tema no es económico, sino de ignorancia, de pobreza mental 
			acumulada, de estigmas sociales, prejuicios de clase, de género, de 
			raza, violencia contra la mujer, soluciones mágicas a los problemas 
			sin fundamento científico, abuso sexual infantil, poligamia, taras 
			genéticas por una sexualidad irresponsable o sexo entre parientes, 
			todo ello son problemas cotidianos. Son los problemas asociados al 
			desamparo social, a la ausencia de programas sociales de prevención. 
			Para nosotros es excepción lo que para ellos es cotidiano. 
			Como profesora siento que nuestra población es culta y 
			desarrollada, y lo vivimos sin apenas darnos cuenta y aunque lo 
			cotidiano aparenta ser intrascendente, es el gran telón de fondo de 
			la historia. Algunos jóvenes emigrados suelen darse cuenta de esta 
			realidad social tan diferente con la que tienen que aprender a 
			lidiar. 
			
			¿Cómo potenciar 
			nuestro modelo cubano de bienestar? 
			
			El nuevo modelo económico tiene, entre sus objetivos, incrementar 
			la productividad. Con el nuevo modelo económico el gran desafío es 
			fortalecer nuestra propuesta cubana de bienestar que representa una 
			alternativa al anti-modelo dominante, una concepción que también 
			comparten y reiteran prácticamente todos los pueblos indígenas del 
			continente y del mundo y proviene de una larga tradición dentro de 
			diversas manifestaciones religiosas. Todas estas visiones, incluida 
			la cubana, es que el objetivo global del desarrollo, que no es tener 
			cada vez más, sino ser más, no es atesorar más riqueza, sino más 
			humanidad. Se expresa en su insistencia en vivir bien en vez de 
			mejor, lo que implica solidaridad entre todos, prácticas de 
			reciprocidad y el deseo de lograr o restaurar los equilibrios con el 
			medio ambiente y a la vez mejorar las condiciones de vida de la 
			población. Sin embargo, la mejora en las condiciones de vida no va a 
			revertir sola los problemas de índole social que hemos acumulado. La 
			dimensión económica no puede aislarse de las dimensiones sociales, 
			culturales, históricas y políticas que otorgan al desarrollo un 
			carácter integral e interdisciplinario, para recuperar como objeto 
			fundamental el sentido del bienestar y del buen convivir. 
			No hay que ser un científico social para percatarnos de que, al 
			margen de las condiciones de vida, en nuestro país existen muchas 
			personas y familias que más que pobreza material ya tienen instalada 
			la pobreza espiritual. Algunas familias tienen pobreza mental, 
			expresada en sus estrategias de vida alejadas de los más elementales 
			comportamientos decentes, en sus patrones de consumo distantes de la 
			realidad de nuestro país, cercanos a la tenencia material superflua, 
			en sus aspiraciones alejadas del bienestar común. Ahí radica la 
			cultura de la banalidad y de la frivolidad propia del modelo 
			hegemónico actual. 
			La acumulación de problemas materiales producto de la cruenta 
			crisis económica de la década de los 90, ha deteriorado 
			sustancialmente los valores a nivel social. Los valores no son solo 
			principios, sino que deben ir acompañados de comportamientos, para 
			que no pierdan su eficacia. Si desde las prácticas contradecimos los 
			principios, pues estamos ante una crisis de valores. 
			Cuba no está ajena a las influencias hegemónicas del actual mundo 
			unipolar y supuestamente global, hay que continuar tratando de 
			construir un modelo de bienestar alternativo "a la intemperie", bajo 
			todas las influencias que genera la colonización de la subjetividad, 
			incluyéndonos, a pesar del efecto modulador de nuestras políticas 
			sociales. En el mercado no valen los ideales, sino la capacidad de 
			consumo, los no consumidores se vuelven seres humanos "no 
			reconocidos", excluidos de todo tipo de reconocimiento social. 
			Existe hoy en el mundo una sobresaturación de información, 
			algunas muy buenas, pero otras plagadas de mediocridad y 
			superficialidad. Los medios de comunicación del actual modelo 
			hegemónico fomentan la banalidad con tal de vender más. Somos 
			atiborrados con entretenimientos, novelas, series y películas de 
			violencia que tienen un poder de encantamiento increíble porque 
			atrapan, pero se corre el riesgo de ser arrastrado al ocio y a la 
			adicción (drogas, alcohol, sexo promiscuo, dinero fácil, juegos de 
			azar, videojuegos). 
			Cuando Gandhi, Premio Nobel de la Paz, señaló los siete pecados 
			capitales de la sociedad contemporánea se refirió precisamente al 
			contexto global en el que nos encontramos inmersos: Riqueza sin 
			trabajo, Placer sin conciencia, Conocimiento sin utilidad, Comercio 
			sin moralidad, Ciencia sin humildad, Adoración sin sacrificio y 
			Política sin principios. 
			
			Por lo general, la publicidad y el mercado asocian el bienestar 
			al placer, al tener, al éxito, al estatus.  
			Es cierto que si no tenemos mucha cultura, la tendencia a pensar 
			que en el tener está el bienestar y dejarnos atrapar por todas las 
			propuestas de consumo crece como "hierba mala", es someternos a la 
			ignorancia. La ética del ser requiere de una formación moral, una 
			preparación, una educación familiar, en general una educación de 
			mayor envergadura, y a eso es lo que tenemos que apostar como 
			sociedad. 
			
			Fomentar la 
			solidaridad social 
			
			Con el fortalecimiento del trabajo por cuenta propia, la 
			comunidad constituye el espacio vital de muchas familias. 
			Familia-comunidad-organizaciones-trabajo se fortalecen en sus 
			vínculos. Sin embargo, los nuevos escenarios constituyen una 
			magnífica oportunidad para fortalecer la vida comunitaria, además de 
			potenciar el trabajo en beneficio del bienestar común. Cuba aporta 
			la diferencia en el sentido de solidaridad y responsabilidad social 
			que hemos incorporado. 
			Se hace necesario potenciar una cultura solidaria y una 
			responsabilidad social que sirva de antídoto a la penetración de la 
			cultura del mercado. Es importante que la gente mantenga su eticidad 
			solidaria, que no se fragmente el proyecto colectivo. Aunque el 
			nombre, y no la idea del trabajo por cuenta propia sugiera una 
			cierta desconexión social, que no representa nuestra ética 
			solidaria. 
			
			Fortalecer el espacio 
			comunitario 
			
			La familia y la comunidad han ganado en importancia en Cuba como 
			escenarios de la vida en los tiempos actuales. Cuando algún 
			visitante observa nuestro modo de vida comunitario, en ocasiones 
			refieren que antes en su país se vivía así, pero hace más de diez 
			años que ya se vive a "puertas cerradas" y a "casas vacías durante 
			gran parte del día" Esto se debe, en su mayor parte, al surgimiento 
			de nuevas tecnologías, a horarios laborales cada vez más extensos, a 
			la frecuencia con la que cambiamos de trabajo y casa, y a ciudades 
			cada vez más grandes y pobladas. El crecimiento exacerbado del 
			individualismo está haciendo cada vez más difícil encontrar una 
			sensación de comunidad. La comunidad ha sido reducida al núcleo 
			familiar mínimo, y en estas circunstancias es muy fácil caer en el 
			aislamiento, que conlleva a la soledad y la depresión, creando un 
			gran colapso social, con resultados tan drásticos como incrementos 
			en violencia, abuso de drogas y enfermedades mentales. 
			Cuando las personas de todas las edades, grupos sociales y 
			culturas sienten que pertenecen a una comunidad tienden a ser más 
			felices y saludables, y crean una red social más fuerte, estable y 
			solidaria. Una comunidad fuerte aporta muchos beneficios, tanto al 
			individuo como al grupo en sí, ayudando a crear una mejor sociedad 
			en general. Nuestro gran desafío es que nuestras puertas no se 
			cierren, que no perdamos la sensibilidad por los otros, por nuestro 
			barrio y entorno, que sigamos preocupándonos por el bien común. 
			Las diferentes formas de inserción a la economía no han 
			deteriorado sensiblemente el tejido social existente, no somos una 
			sociedad estratificada en clases sociales, sino tejida en redes 
			familiares, vecinales y sociales, mantenemos una ética solidaria. 
			Una aspiración importante es que en la comunidad se encuentren 
			soluciones novedosas a muchos de los problemas sociales que tenemos 
			basado fundamentalmente en esa visión de la comunidad como espacio 
			potenciado en la solución de los problemas. Para ello se necesitará 
			una mayor dinamización de la comunidad en su capacidad para influir 
			en las problemáticas locales. 
			Es importante mantener la implicación de los ciudadanos en la 
			vida social, preservar el cuidado de nuestros espacios, el respeto a 
			los ancianos, los niños, las mujeres, las personas con alguna 
			discapacidad y sobre todo, mantener la responsabilidad social en la 
			educación de las jóvenes generaciones. 
			Tomando en consideración todos estos elementos, considero que 
			tenemos una gran responsabilidad social de no perder nuestro modelo 
			cubano de bienestar, que nuestro país cuenta con condiciones sin 
			precedentes para marcar la diferencia, que es preciso continuar 
			resistiendo a la colonización de la cultura y la subjetividad, que 
			el gran desafío es seguir proponiendo otros modelos de ser humano y 
			de colectividad que realmente indiquen caminos de verdadera 
			humanización.   | 
         
       
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