Fallecido el pasado miércoles a los 89 años de edad en La Habana,
Adigio se mantuvo activo hasta el final de una vida fecunda, que en
sus palabras cobró sentido tras la alborada de Enero de 1959: "La
Revolución era el mundo soñado. Por primera vez disfruté el
verdadero valor de la libertad".
Adigio Benítez,
fundador de Granma. La foto fue tomada en nuestro periódico en el
2010.
Había nacido en Santiago de Cuba el 26 de enero de1924, en el
seno de una familia de la clase obrera, en la que cuando era
adolescente compartió la experiencia de padres y tíos militantes del
primer Partido marxista-leninista.
Instalado en La Habana y consciente de su vocación artística, a
los 18 años matriculó en la Academia de San Alejandro, estudios
interrumpidos por la precaria situación económica. Por ese tiempo
trabajó como operario de un taller en Santiago de las Vegas y tuvo
su primera vinculación con la prensa en un órgano local.
En 1949 comenzó a colaborar con el magazine Mella, de los
jóvenes comunistas, y pocos meses después ingresó en el diario
Noticias de Hoy, órgano del Partido Socialista Popular (comunista),
donde militó. Siempre fue consecuente con esa militancia, como
luchador clandestino durante la dictadura batistiana —firmaba sus
colaboraciones en la clandestina Carta Semanal con los seudónimos
Laura, Abejota y A. del Campo para burlar a las fuerzas represivas—,
y luego del triunfo de la Revolución, en la que participó en la
construcción del Partido en el periódico Hoy y en uno de los núcleos
del diario Granma, del cual fue fundador y enriqueció sus
páginas iniciales con magníficas ilustraciones.
Su primera exposición personal en 1962 en la Galería Habana
reveló a un pintor y dibujante en plena madurez y dominio de las
herramientas expresivas, hecho confirmado dos años después cuando en
el mismo espacio expuso Obreros, máscaras y paisajes, todo un
acontecimiento.
En esa década participó en la fundación de la Escuela Nacional de
Arte —luego integró el claustro del Instituto Superior de Arte—,
comenzando de tal modo a la formación de nuevos talentos, labor que
fue justamente reconocida con el Premio Nacional de la Enseñanza
Artística. Con idéntica vocación de servicio asumió tareas en la
Unión de Escritores y Artistas de Cuba, la Asociación Internacional
de Artistas Plásticos y el Consejo Nacional de Cultura, donde se
desempeñó al frente de la Dirección Nacional de Artes Plásticas.
Al mismo tiempo su obra comenzó a ganar prestigio internacional
mediante exposiciones colectivas y personales en más de 30 países de
América, Europa y Asia. Decenas de obras suyas figuran en
colecciones públicas y privadas de México, España, Colombia,
Hungría, República Checa, Rusia, Suecia, Ecuador, Iraq, Italia,
Estados Unidos, Chile, Argentina y Canadá. Y, por supuesto, en el
Museo Nacional de Bellas Artes.
Maestro del retrato de personalidades históricas —Martí, Mella,
Jesús Menéndez, Camilo y Che, entre otros— y de la recreación de
rostros populares, Adigio sorprendió favorablemente a la crítica y
al público al experimentar con formas geométricas y planteamientos
alegóricos y trasladar las experiencias de la papiroflexia (figuras
de papel doblado) al lienzo y la cartulina.
Reveladoras fueron sus exposiciones Plegables simulados
(1988), Beldades y trebejos (1996) y la más reciente Negro
de Marte sobre Blanco de Titanio (2012).
En el 2002 mereció el Premio Nacional de Artes Plásticas en
reconocimiento a la obra de la vida. Su ejemplar modestia quedó
grabada en una frase que dijo entonces: "He tratado de ser útil".