Como en otras ocasiones, abril no le dejó a la zafra margen
suficiente para "enderezar" la molienda en los centrales con
atrasos. Esto influyó en que el plan de azúcar acumulara hasta el
pasado cinco de mayo, el 85 % e iniciara el mes muy presionado.
Es un resultado que se esperaba mejor, pero tuvo en el abasto de
caña el problema cardinal por los tropiezos afrontados en la cosecha
y promediar desde la arrancada una molida de solo 61 %, señaló a
Granma Leobel Pérez Hernández, especialista en Comunicación
Institucional del Grupo Azucarero.
Un alza en la producción debe acompañarse de un efectivo abasto
de caña que evite llegar a la etapa final con un elevado nivel de
tiempo perdido.
Sabido es que hasta el 30 de abril la zafra tenía margen para
desarrollarse en forma óptima por ser el periodo ideal, pues en
mayo, salvo excepciones, desciende la producción, el rendimiento en
azúcar y los costos se disparan.
El programa de arrancada y terminación de la zafra tiene en
cuenta las ventajas de moler la caña según la composición de cepas,
la edad y variedad de esa materia prima y la importancia de
aprovechar al máximo cada tonelada entrada al basculador.
Las limitaciones en el rendimiento agrícola de la caña (toneladas
por hectárea) que se arrastran hace muchos años, constituyen un
desafío para los azucareros, obligados a revertir la situación y
realizar con ahorro y eficiencia el corte, alza y tiro.
Por razones diferentes la mayoría de los colectivos no alcanzaron
sus objetivos. Hay quienes aplauden los incrementos sobre pasados
años pero el azúcar del plan es la que toma en cuenta la estrategia
económica del país. Lo importante es ser objetivos al elaborarse el
plan y buscar cualquier extra mediante calidad en el sistema
cosecha-industria.
Puede argumentarse que en pasadas épocas todo abril ha sido bueno
e incluso parte de mayo, pero son excepciones. Por eso el Grupo
Azucarero trazó el calendario para llegar al primero de mayo con las
metas cumplidas.
Cierto que el ciclón Sandy ocasionó estragos en las provincias
orientales, elemento que hoy repercute en la caída de la eficiencia
y el mal aprovechamiento de las capacidades.
En cambio hay centrales de menos daño en el occidente, centro y
en el propio oriente con pobre suministro de caña y alto nivel de
roturas e interrupciones operativas.
Varios como el Héctor Molina (Mayabeque), México y René Fraga
(Matanzas) y José María Pérez y el Perucho Figueredo (Villa Clara)
se insertan en el grupo de los que la molienda ronda apenas el 50 %.
En el oriente transitan ese camino el Dos Ríos y Paquito Rosales
(Santiago de Cuba); Grito de Yara, Bartolomé Massó y Arquímedes
Colina (Granma) y Loynaz Hechavarría (Holguín) con un elevado tiempo
perdido.
Ningún trabajador del sector y menos los de mayor experiencia
ignoran lo que significa iniciar mayo con apenas trece centrales
cumplidores y dos provincias que también lo lograron: Ciego de
Ávila, envuelta en una efectiva zafra y Sancti Spíritus, la más
consistente e integral de todas.
Cienfuegos, Camagüey y Artemisa con más del 90% siguen en la
batalla para vencer sus respectivos programas. Otras mantienen
ingenios abiertos pero son remotas las posibilidades.
Incluso si la caña en pie de la que se estimó es molida y pudiera
completar el azúcar que les falta a determinados centrales es
imprescindible no utilizar las cepas de la próxima zafra, porque
sería fatal.
El rendimiento industrial, un fuerte aliado del plan, debía de
tener más de 10 puntos; en cambio el promedio actual es inferior y
su tendencia es hacia el descenso y por ahí se "escapan" millones de
arrobas de caña.
El posible anticipo de las lluvias, el cansancio de los hombres y
el aumento de las roturas en la maquinaria agrícola e industrial
hacen de mayo, cuando quedan 29 ingenios en operaciones, un mes
sujeto a interrogantes y donde es preferible dejar de moler a hacer
zafras con grandes pérdidas.
Haber perdido en la zafra el 38 % del tiempo total deviene
alerta. El grado de roturas e interrupciones en el manejo de la
fábrica demuestran que hubo fallos en los mecanismos organizativos,
de control y exigencia en diferentes áreas.
Al medirse el tiempo no aprovechado por esos indicadores surgen
interrogantes ¿estuvo mal preparado el personal? ¿Los jefes cuidaron
la calidad durante las reparaciones? ¿Fallaron las pruebas finales?
Es de esperar que los análisis después de la zafra no se escuden
en un rosario de justificaciones.