Un joven que desea estudiar agronomía

Guajirito soy, y a mucha honra

Freddy Pérez Cabrera

VILLA CLARA.— Nada se ha podido impedir, ni los consejos de algunos amigos, profesores y hasta de algunos familiares, que Carlos Santiago Cuellar Rojas reafirme su decisión de convertirse, a partir del próximo curso escolar, en estudiante de la especialidad de técnico medio agropecuario.

Foto del autor
Carlos Santiago realiza sus labores en la finca La Pastora.

A sus 14 años, Santiaguito, como lo llaman sus padres, mostró en esa disposición, una madurez y firmeza superiores a la que algunos creían. A punto de concluir el noveno grado en la secundaria básica ubicada en el batey del antiguo central Hermanos Ameijeiras, de Placetas, el chico, al ser consultado acerca de las razones de la decisión tomada, solo atinó a decir "es que quiero seguir los pasos de mi padre".

Cuenta Lourdes, su mamá, que la razón de tanta "confusión", al parecer, está avalada por la experiencia de los últimos años cuando no se concebía que un alumno de más de 98 puntos de promedio, como es el caso de su hijo, optara por otra carrera que no fuera la continuidad de estudios en el preuniversitario.

Sin embargo, en el caso nuestro, cuenta la madre, escuchamos sus razonamientos y solo le exigimos que se preparara para el futuro, donde, según sus planes, debe relevar a su papá Santiago, al frente de la finca La Pastora, una de las más prósperas del país en varios renglones agrícolas.

Al respecto, también su papá expresó que para nada le asombró la decisión del niño, criado a su ejemplo y semejanza, entre naves de cerdos, tractores, bueyes y arados, lo cual le fue desarrollando esa sana inclinación por el trabajo en el campo.

Santiago Cuellar Magdaleno, quien es pionero en el país en los convenios porcinos de ceba al destete y uno de los máximos aportadores de esa proteína en la nación, con la entrega de cerca de 100 toneladas anuales, además de ser un ejemplo en la búsqueda de alimentos alternativos, asegura que los tiempos han cambiado, para bien.

"En los últimos años se han estimulado mucho las labores agrícolas. Se han entregado tierras e insumos y mejorado el precio de compra de casi todos los productos, todo lo cual ha creado una motivación adicional para dignificar este trabajo, que es muy duro pero también trae beneficios económicos", razona el labriego.

HIJO DE GATO...

Carlos Santiago Cuellar es un niño feliz. Su forma de comportarse y de hablar, la nobleza del rostro, sus gestos, en fin, todo apunta en él a un muchacho serio y bien educado.

Temprano en la mañana se levanta junto al viejo, cuando aún los gallos retumban con sus cantos en las casi cinco caballerías que atesora la finca La Pastora. Tras el desayuno, parte en su raída bicicleta por el polvoriento camino que conduce al antiguo central.

En el aula no es de los que más contestan, sin embargo, sus notas resultan de las mejores. "Me gusta estudiar y leer los libros de papá sobre veterinaria, sanidad vegetal y otros temas. Quisiera llegar a la universidad y ser ingeniero agrónomo, no para irme a una empresa a dirigir, sino para aplicar esos conocimientos aquí, en la finca del viejo", asegura el jovenzuelo.

Y cuando intentamos provocarlo, con la idea de que el campo no se ha hecho para los jóvenes, nos dice "trabajar aquí no es ningún deshonor, al contrario, da muchas satisfacciones".

Y acto seguido expresa: "Usted ve a mi papá, el reconocimiento que tiene, y lo que ha logrado trabajando, entonces yo puedo ser como él y asegurar el relevo. A quién, sino a mí, su único hijo varón, corresponde esta tarea. Soy guajiro, y a mucha honra", reconoce Santiaguito un pichón de campesino de los que tanta falta hace en la campiña cubana.

 

| Portada  | Nacionales | Internacionales | Cultura | Deportes | Cuba en el mundo |
| Comentarios | Opinión Gráfica | Ciencia y Tecnología | Consulta Médica | Cartas| Especiales |

SubirSubir