Guantánamo, conciertos de primavera

Clásicos y contemporáneos

Pedro de la Hoz
pedro.hg@granma.cip.cu

Guantánamo se está convirtiendo en una plaza privilegiada para la música de cámara. Los recientes Conciertos de Primavera dedicaron espacios al bicentenario del nacimiento de Giuseppe Verdi (recital a cargo del dúo local Fratelli), a la presentación de jóvenes talentos aún en proceso de formación, y al cuarteto de clarinetes Ebenus, en franco ascenso profesional.

foto: RaulitoLisandra Porto, promisoria pianista.

La clausura fue por cuenta de las dos agrupaciones guantanameras más aventajadas: la Orquesta de Guitarras y la Orquesta de Cámara, ambas bajo la dirección del maestro Brian Hui.

En dicha sesión, donde Adriano Galiussi fue honrado con el Premio Honorífico Guamo, que entrega la UNEAC (el correspondiente a la personalidad del año recayó en la periodista y promotora Martha Reyes), el destacado compositor italiano, que tanto ha aportado con su asesoría a estas temporadas, regaló al auditorio el estreno mundial de su obra Estructuras III, justamente consagrada a la conjunción de ambos conjuntos instrumentales.

Al formato inusual, que de por sí implicó una aventurada experiencia, se sumó la audacia del lenguaje de la obra, no solo por la adición de elementos no convencionales en el set de percusión (una botella, un recipiente de latón y la suspensión de un auto), sino por la articulación tímbrica y dinámica de los instrumentos, los conflictos sonoros desarrollados y la actualización nada ortodoxa de los procedimientos dodecafónicos, tan caros a Arnold Schoenberg y Alban Berg.

Otro muy destacado momento de la programación fue protagonizado por la pianista Lisandra Porto, joven egresada del ISA, con condiciones para desarrollar una carrera con todas las de la ley, como se entrevió en la ejecución de la suite Papillons, de Robert Schumann; Cinco preludios, de Alexander Scriabin; y un ciclo de danzas de José María Vitier.

A la octava edición de los Conciertos de Primavera, organizados por la UNEAC en Guantánamo, se le pudo (y debió) exigir mucho más, en cuanto a la necesidad de congregar una mayor y más selectiva nómina de intérpretes —ha tenido, incluso antes, participa

ción internacional— y quizá hallar vías para su expansión hacia zonas de la comunidad urgidas de ampliar sus vivencias estéticas.

Pero, sin lugar a duda, dejó una huella perdurable en el público y en la vida cultural guantanamera.

 

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