El 21 de abril de 1958, hace 55 años, sin cumplir los 30 años de
edad, cayó el mártir de la Revolución Enrique Hart Dávalos.
A partir de una huelga de hambre, llevada a cabo en febrero de
1958 por los presos políticos, fue puesto en libertad provisional
entre otros revolucionarios; había sido acusado por la policía de
dirigir una fábrica de bombas, situada en 5ta. y A, en El Vedado; en
cuatro ocasiones había conocido las cárceles y las torturas del
régimen batistiano aquel joven lleno de vitalidad y alegría,
poseedor de un profundo pensamiento revolucionario con una gran
aversión a la sociedad burguesa y a la clase política que dominaba
el país. Al salir de la cárcel, por sus méritos fue designado Jefe
de Acción del Movimiento 26 de Julio de la provincia de Matanzas.
Siempre recordaremos su reacción y actitud en las más adversas
situaciones: al conocer del golpe de estado el 10 de marzo de 1952,
le dice a su hermano Armando: "El cuartelazo le abre al país el
camino a la Revolución".
Después del desembarco del Granma el 2 de diciembre de 1956,
cuando las dudas y el pesimismo se apoderaban de muchos, ante las
sombrías noticias de la prensa proclamaba: "Si Fidel y sus
compañeros cayeron, debemos continuar la lucha; si están con vida,
nuestras acciones les servirán de apoyo".
Participó en los hechos del 9 de abril en Matanzas, convocando a
la huelga revolucionaria. El fracaso de la huelga no restó un ápice
a sus convicciones revolucionarias.
A partir de la derrota de la huelga, su actividad revolucionaria
se multiplica, prestando especial atención a darles apoyo a grupos
alzados en la provincia, los que estaban compuestos por compañeros
pobremente armados.
Al referirse a su ejecutoria, el coordinador del M-26-7 en
Matanzas en esos momentos, Ricardo González Tejo "El Maestro",
refiere que "Enrique logró con su inteligencia, audacia y dinamismo
darle un vuelco a la situación que en esos momentos tenía la
provincia".
El 21 de abril en la casa que habitaba con su familia en Villa
Gloria, en la Cumbre, barrio de Versalles, se dispuso a recuperar un
artefacto explosivo defectuoso, no sin antes pedir a su esposa, que
tenía en brazos a uno de sus hijos, que se mantuviera distante del
cuarto en el que realizaba dicha tarea.
Repentinamente ocurrió una explosión en la que, junto a él,
mueren los combatientes Juan Alberto Morales "Kent" y Carlos García
Gil "Yayo", quien al oír la explosión había entrado a la casa para
auxiliar a sus compañeros.
Su hermano Armando, desde la prisión en la Isla de Pinos, al
conocer de su muerte, en una carta llena de amor lo describe:
"Era infatigable. Salía de una cosa para entrar en otra. Era un
vértigo de acción, de trabajo. Cuando los hombres encuentran el modo
de hacerse eficaces, se hacen incansables. Él lo encontró y halló
así su glorioso e inmenso destino".