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Contratación de la leche
La prisa no puede usurpar la calidad
Dilbert Reyes
Rodríguez
Al revisar los favorables acumulados de leche en estos casi tres
meses transcurridos del 2013, un engañoso optimismo pudiera
conducirnos a pensar que resultan de una "sacudida" de vergüenza, de
una lección moral aprendida por los productores, o del deseo de
borrar a toda costa la mala imagen que durante el año precedente
ofreció la ganadería de la provincia de Granma, con el
incumplimiento crónico de las ventas planificadas al Estado.
Luis
Poll muestra el compromiso de cada productor, tras evaluar en el
terreno el potencial real de leche, mucho antes de la contratación.
Con tristeza se recuerda aquí la cantidad de deficiencias en la
cadena productiva que afloraron con la intensa pesquisa nacional en
el 2012: desde las contravenciones en el acto inicial de firma de
los contratos que fueron formales, hasta el incumplimiento físico en
la entrega final, pasando por inconformidades con las formas de
muestreo, el cambio arbitrario de las rutas de acopio, la falta de
calidad de la leche, entre otros dilemas por los cuales se filtraron
al vacío millares de litros.
CONTRATO MÁS ALLÁ DE LO FORMAL
En procesos productivos complejos como este de la leche —donde
intervienen tantas partes— la voluntad, la vergüenza o un "arranque"
de moralidad no bastan para revertir los flagelos de la
desorganización. Funcionar como un sistema requiere seriedad en cada
actividad y en las relaciones económicas esto se logra cabalmente
con la obligatoriedad legal que ofrece un contrato bien elaborado.
Un
buen contrato es la primera herramienta para el orden de la
producción lechera.
En consecuencia ni la espontaneidad ni la prisa son buenas
consejeras en el afán de garantizar concienzudamente la "calidad del
proceso de negociación, elaboración, firma, ejecución, reclamación y
control del cumplimiento" (Lineamiento 10), que sí resultan de un
buen contrato.
Por lo menos eso dejó entrever la extraordinaria presión y gran
apuro con que se acometió la etapa contractual para la producción
del año en curso. Granma fue testigo de las jornadas
maratónicas e insomnes que vivieron los responsables (industria,
comercio, bases productivas) para intentar cerrar el proceso en el
estrechísimo periodo establecido, de noviembre a diciembre.
"Apenas descansábamos por la noche en el empeño de lograr un
acuerdo con cada cooperativa, una por una", explica Alexei Caro,
responsable de acopio de la Empresa de Productos Lácteos Bayamo.
"Son 178 bases en toda la provincia y cada una con sus problemas y
demandas; por lo cual tuvimos que visitarlas más de una vez y,
obviamente, el tiempo no nos alcanzó".
La no contratación con suficiente antelación, a pesar de las
prórrogas continuas en los plazos concedidos por los diferentes
ministerios trajo consigo que todavía a mediados de marzo se
negociaba por las cooperativas, y aun con ciertos remilgos lograban
estamparse las últimas firmas.
"La actualización de nuestra economía —vuelve Caro— ha devuelto a
su lugar el papel rector del contrato. Se acabaron las firmas
masivas y formales, la responsabilidad se individualizó y el
incumplimiento es ahora sancionado por la ley.
"Yo diría que el año pasado fue una gran lección. En el caso de
nuestra industria, las demandas sobre los productores abundaron y
esto contribuyó a tomar conciencia y actitud sobre el acto
contractual. Una buena parte de las cooperativas sintieron la
necesidad de asesorarse jurídicamente, ganaron mucho y muy rápido en
cultura del contrato, y para este año se negaron a firmar el primer
papel.
"Como nunca antes, esta vez hubo desacuerdos, renegociación,
enmiendas a cláusulas, definición de condiciones... ", evaluó Caro.
¿PRISA O ANTELACIÓN?
Cuando Granma preguntó por el momento más complejo de la
contratación, la industria mencionó la negociación con las bases
productivas atendidas por la Empresa Agropecuaria Bayamo,
responsables de un tercio de la producción lechera de la provincia.
"Con ellos solamente duró 15 días acabar la contratación", señaló
Caro.
Sin embargo, lo que caracterizó el momento más difícil fue
precisamente lo que debió ocurrir en cada negociación: discusión,
condicionamiento, análisis para llegar a acuerdos...
"Hicimos un diagnóstico muy preciso que arrojó cifras concretas
en litros, firmadas por cada productor, tanto las 14 Unidades
Básicas de Producción Cooperativa, las dos Granjas Estatales y las
seis Cooperativas Básicas de Producción Agropecuaria, como cada uno
de los 1 800 ganaderos de las 21 Cooperativas de Créditos y
Servicios que atendemos.
"Estos últimos no tienen ninguna obligación con nosotros antes
del contrato, pero las buenas relaciones permitieron completar el
estudio con ellos y formalizar el compromiso; de modo que al
sentarnos en la mesa con la industria, ya teníamos un análisis
realista y objetivo, y las cifras a entregar no fueron el centro de
las discusiones demoradas, sino las condiciones en que serían
acopiadas.
"Fíjese si ha dado resultado, que los más de seis millones de
litros contratados, solo con la industria, superan el plan asignado
a nosotros, y hasta hoy hemos vendido 128 mil por encima del plan,
33 mil más que en igual fecha del año anterior", detalla Poll.
Que otros asuntos hayan sido la causa fundamental de la demora en
la firma de los contratos es un argumento alentador, que habla muy
bien de una negociación consciente. Conocimos que en el estirado
diálogo se lograron justas condiciones propuestas por los
productores, como el tiempo de espera, la definición de rutas y
puntos de recogida, y una muy importante: el acuerdo mutuo de
establecer procesos de demanda por incumplimientos cada tres meses,
para dar oportunidad a la recuperación y el resarcimiento.
Por parte de la industria —y que no se incluían en las proformas
de años anteriores— quedó estipulado que el muestreo lo hace la
industria, y en los casos de tanques refrigerados colectivos, que la
prueba de aceptación a la leche de cada productor antes de unirla al
resto es una responsabilidad plena de la base productiva dueña del
termo; aunque se sabe que no todas cuentan con los instrumentos de
medición y es una deuda a resolver por la Agricultura, en bien de la
calidad final.
No obstante, todo buen ejemplo seguirá siendo excepción mientras
la lección no sea aprendida totalmente, y el contrato no logre al
fin despojar toda la formalidad que evidencia un conjunto de hojas
prerredactadas y que nadie lee —excepto las cifras— a la hora de
firmar; ni se comprenda que toda enmienda, desacuerdo, contradicción
y arreglo es lícito al momento de la elaboración, en tanto la
rúbrica de las partes no los hayan convertido en ley.
En definitiva, para revertir los vicios habrá que llegar a ver el
contrato no como un trámite más de un prescindible entramado
burocrático, sino en su condición de instrumento legal rector de
todo proceso productivo, que asegura el vigor de la economía cubana,
tanto como la leche fortifica la salud de un niño. |