El audiovisual y más puntualmente el animado clasifica, con su
condición primigenia —es lo primero que conocemos de chicos y lo que
vemos cuando de adultos acompañamos a los pequeños—, entre las
manifestaciones de mayor influencia cultural. Incluso a muchos,
después de grandes, nos siguen atrapando los famosos muñes.
Desde hace varias décadas, apareció en la historieta gráfica y en
la pequeña pantalla una estética de animados que ha marcado una
pauta significativa en la línea temática y conceptual del cómic.
El manga, uno de los elementos más importantes de la cultura
nipona, desde los ochenta, ha tenido una creciente popularidad.
Considerado arte pop contemporáneo, sus estilos artísticos
han dejado una estela duradera en todos los públicos y han
funcionado como puerta de entrada a la cultura de ese país.
La industria del cómic representa más del 25 % de los
materiales impresos en el país. Es en la actualidad una de las
exportaciones más rentables económica y socialmente —según
estadísticas en la nación se venden por año unos 670 millones en
formato revista y alrededor de 480 millones en formato libro— y ha
contribuido a que el Japón sea uno de los mayores exportadores de
productos culturales del planeta.
El impacto de la estética manga y el anime (la
versión en dibujo animado) ha sido de tan grande envergadura que se
convirtió en el primer producto de masas asiático consolidado en la
sociedad occidental como fenómeno comercial y cultural, en
competencia directa con la hegemónica y fetiche narrativa
estadounidense y europea.
Mezcla de tradición e idiosincrasia, las raíces del género se
remontan a mediados del siglo XII, según explicó en conferencia de
prensa Akira Yamada, director general de América Latina y el Caribe
del Ministerio de Relaciones Exteriores del Japón. Los primeros
ejemplos de arte secuencial datan de las caricaturas de animales
Choju Jinbutsu Giga (pájaros y animales jugando a ser
humanos) en el periodo Heian, que fue cuando las lecturas de
ideogramas on-yomi y kun-yomi se desarrollaron y
extendieron.
Su tendencia ha influenciado en otras esferas de la sociedad (por
citar un ejemplo la serie Campeones, fue la que introdujo el
fútbol en Japón), la vida académica (la Facultad de manga se
estableció en la Universidad de Kyoto Seika en el 2000) y
patrimonial, con el Museo Internacional de Manga en Kyoto.
En la década del treinta del pasado siglo se imprimieron muchos
kodomo manga (historietas infantiles), pero no fue hasta
después de la Segunda Guerra Mundial que surgió el manga actual como
industria emergente para el entretenimiento.
Las historietas comenzaron a incorporar las técnicas expresivas
del cine, bajo la influencia del mangaka Osamu Tezuka,
considerado el padre del manga moderno. La obra de Osamu,
creador del popular Astroboy, impulsó el cultivo del género.
Las nuevas formas destacaron el realismo y presentaron una puesta en
escena más teatral. Para finales de los ochenta ya existían famosas
series como Dragon Ball, Dr. Slump y Doraemon,
ícono nacional de la fantasía.
El manga abarca una amplia variedad de géneros, cuyas
tramas se basan mayormente en la imaginación, los mitos, las
leyendas y lo fantástico; su diversificación llega a chicos, jóvenes
y personas adultas. Por su parte, el anime despegó a mediados
de los sesenta. Ambos géneros se han reforzado mutuamente
convirtiéndose en un fenómeno mediático.
Fuera de Japón, también tienen una fuerza dinámica. América del
Norte es uno de los mayores mercados extranjeros, mientras, en
muchos países europeos y asiáticos también existen mercados de
proporciones considerables. La serie Pokemon, lanzada en
1996, es quizá una de las exportaciones de animados más rentables.
En Cuba ha influido la nipoanimación en lo audiovisual y en lo
artístico, aun cuando en los medios de comunicación nacionales es
escasa su difusión. Canales como Multivisión, el Canal Habana con el
programa de animados para adultos X-Distante, que proyecta series y
largometrajes, y algunos telecentros difunden la estética asiática.
Sin embargo tiene muchísimos adeptos, clubes y coleccionistas que, a
pesar de la distancia geográfica, promueven y defienden esta popular
tendencia de muñes y animados japoneses en toda la Isla.