Resulta difícil —dice consternada Isabelita a este diario—,
describir La Habana de 1958 porque solo tenía 6 años de edad, y
recordar a mi padre tal y como lo describen sus compañeros de lucha,
quienes "nunca imaginaron que fuera de tanta acción"; "siempre fue
perseguido por los esbirros, resultando el más integral de los jefes
del clandestinaje en la capital".
"Me cuentan que fue detenido en varias ocasiones. Entre aquellos
bisoños recuerdos, en mi memoria está el joven rebelde que detrás de
las rejas fue capaz de tomarme entre los brazos y me llevó por las
galeras para ver a sus compañeros.
"Aquel 22 de octubre de 1957, sin poder comprender lo que
sucedía, no pude verlo, porque al llegar a visitarlo al Castillo del
Príncipe, le comunican a mi mamá que El Curita se había acabado de
escapar de aquel terrible lugar.
"Fue así que ese mismo día, lo encontramos en casa de un familiar
y con la serenidad que lo caracterizaba nos acompañó hasta la casa
para ver a mis tres hermanos, quienes también quedaron sorprendidos
con su presencia".
Pero antes de continuar hablando del padre, esta mujer responde
la eminente interrogante que muchos se hacen. ¿Por qué El Curita?
"Mi papá nació en Aguada de Pasajeros el 29 de octubre de 1921.
Desde pequeño tuvo una formación católica, pero luego de estudiar en
un seminario comprendió que no tenía vocación para el celibato y
abandonó la intención sacerdotal.
"Trabajó en el transporte urbano, primero en los tranvías y luego
en la empresa Autobuses Modernos, de donde le proviene el
sobrenombre de El Curita, debido a la huella de la educación
religiosa que recibió.
"A la muerte de su hermana Delia —dueña de una pequeña imprenta
en la céntrica Plaza del Vapor, en esta capital—, mi papá quedó al
frente del negocio, el cual puso al servicio de las denuncias contra
el régimen, después del golpe de Estado de Batista. Desde entonces,
aquel sitio empezó a identificarse como la imprenta de El Curita".
Según escritos de la época, el lugar fue también espacio de
reuniones clandestinas y refugio de combatientes. Pero una vez
demolido el antiguo mercado, el parque que allí existe en las
intersecciones de Galiano y Reina, en Centro Habana, lleva su
nombre, en homenaje a la actividad revolucionaria que mantuvo como
uno de los jefes más connotados de acción y sabotaje que tuvo el
Movimiento 26 de Julio en La Habana.
En 1945 El Curita fue dirigente sindical en la Havana Electric
Railway Company y en 1947 se unió al Partido del Pueblo Cubano
(Ortodoxo), donde conoció a Fidel Castro y a futuros compañeros de
lucha.
A partir de abril de 1957, El Curita se convirtió en blanco de
atención de los sicarios del régimen. A pesar de su experiencia de
clandestino todo le indicaba que no le quedaba mucho tiempo de vida.
Según cuenta la entrevistada, existen pruebas que atestiguan que
su búsqueda era constante, por lo que fue detenido nuevamente y
brutalmente torturado por esbirros, el 18 de marzo de 1958. Su
cadáver apareció al día siguiente en Altahabana, un barrio de la
capital cubana, junto a los revolucionarios y luchadores
clandestinos Juan Borrel y Bernardino García Santos (Motica), todos
horriblemente torturados".
Desafortunadamente Sergio González López, y otros jóvenes caídos
en 1958, no vieron el amanecer triunfante del Primero de Enero de
1959, como ellos soñaron. A 55 años de aquellos sucesos, no solo
Isabelita, sino todo nuestro pueblo, los recordamos como "mártires
del silencio que resistieron hasta la muerte las torturas sin el
sonrojo de la delación".