(Versiones Taquigráficas – Consejo de Estado)
Querida
Doña Elena;
Queridos hijas, hijo, nietos, nietas, hermanos; maestro Hugo de
los Reyes; familiares de nuestro Comandante Presidente, padre y
guía, Hugo Rafael Chávez Frías;
Queridos y estimados y estimadas presidentes y presidentas,
primeros ministros, primeras ministras, príncipe, de las cuatro
latitudes de nuestro planeta que han venido a expresar, con su amor
y su presencia, todo el apoyo y la solidaridad a nuestro glorioso
pueblo de Venezuela, a nuestro Comandante Hugo Chávez (Aplausos).
Les damos las gracias desde nuestro corazón por haber venido desde
sus tierras a traernos este homenaje tan grande y a traernos con su
abrazo y su palabra el aliento que necesitamos en esta hora dura y
trágica de la historia de este siglo XXI.
Queridos líderes que se encuentran; movimientos sociales;
dirigentes políticos y sociales del mundo entero que andan entre las
calles con el pueblo (Aplausos); querido compañero Gustavo Dudamel,
maestro Abreu, que han traído la música de nuestros niños y jóvenes
para llenar de viento fresco el alma de este hombre puro que aquí
tenemos (Señala) (Aplausos).
Compañeros, compañeras del gobierno bolivariano del Presidente
Hugo Chávez; compañeros gobernadores, gobernadoras:
Aquí estamos, al frente de él, como nunca hubiéramos querido
estar. Con el dolor más inmenso que pueda caber en nuestra
humanidad, aquí estamos, Comandante.
Ayer una señora nos decía —y cuando nos lo decía sentimos la
justa dimensión de lo que ha sucedido—, dándonos aliento: Tengan
fuerza, porque él, su alma y su espíritu eran tan fuertes que ya su
cuerpo no los aguantaba y se liberó, y ahora su alma y su espíritu
andan por este universo expandiéndose, llenándonos de bendiciones,
de amor; recogiendo todas las bendiciones de todas las religiones,
de todos los pueblos, de todo el amor que pueda haber en ese
universo para traérnoslo, y así sabemos que es, Comandante, y así lo
sentimos (Aplausos prolongados).
En las oraciones dicen que es tiempo de perdón, y tú nos
enseñaste al amor más infinito, que llegó hasta el perdón en las
circunstancias más difíciles. No ha habido líder en la historia de
nuestra patria más vilipendiado, más injuriado y más atacado
vilmente que nuestro Comandante Presidente. Jamás en doscientos años
se mintió tanto sobre un hombre, ni aquí ni en el mundo; ni a
nuestro Bolívar, lo traicionaron ciertamente, pero no se atrevieron
a vilipendiarlo, ni en su tiempo ni luego de su tiempo. Pero no
pudieron ni la mentira ni el odio, porque aquí está nuestro
Comandante. ¿Y por qué no pudieron? ¿Ustedes saben por qué no
pudieron, queridos Jefes de Estado que han traído su amor más puro
por este hombre, más allá de las ideologías y las fronteras
políticas? Porque nuestro Comandante tenía, desde adentro, el escudo
más poderoso que puede tener un ser humano, que es su pureza, su
verdad. ¡Su escudo de pureza de amor de Cristo, de hijo verdadero de
Cristo lo salvó de la injuria, de la infamia, y aquí está invicto,
puro, transparente, único, verdadero, vivo para siempre, para todos
los tiempos, para este y todos los tiempos futuros!
¡Comandante, no pudieron contigo! ¡No podrán con nosotros jamás!
¡Jamás podrán! (Aplausos prolongados y exclamaciones de: "¡Chávez
vive, la lucha sigue!")
Nosotros, en vida, le fuimos leales. Todos, todos, todos los
grandes hombres de esta tierra venezolana... Y eso lo aprendimos
porque él nos lo enseñó, nosotros no lo sabíamos; muchos de
nosotros, casi desde niños, nos incorporamos a las filas
revolucionarias y transitamos distintos caminos, unos en filas
militares, como la generación de hijos militares; les pido que se
paren (Se ponen de pie). ¡Aquí están tus hijos, Comandante!
(Aplausos.) ¡Aquí está tu Fuerza Armada Bolivariana hecha pueblo,
hecha espíritu, hecha carne, con sus fusiles, con su espada!
(Aplausos.) ¡Un ejército de paz es nuestra Fuerza Armada, de
libertadores y libertadoras! (Aplausos.) Y transitamos desde muy
niños, 11, 12 años, algunos desde nuestros hogares, con nuestros
padres, nuestras madres, pero jamás en el camino de la redención de
nuestra patria, nunca, jamás, nosotros supimos de nuestra historia.
Si se quiere construir correctamente el legado que deja Hugo
Chávez, lo primero que hay que reconocer es que nos hizo redescubrir
la historia cierta de nuestra patria, levantó las banderas del
Libertador Simón Bolívar, las encarnó; las encarnó y nos enseñó el
amor y el perdón. Nos enseñó también a amar nuestra historia.
Por eso hoy decimos, desde nuestro corazón —les pido permiso a
sus hijos y a su madre—: Comandante, aquí, usted invicto, nosotros
en su nombre, con el amor de Cristo, perdonamos a los que lo
injuriaron (Aplausos). Esté usted libre de todas las culpas que
trataron de echar sobre usted (Aplausos).
En esa historia a todos nuestros líderes, empezando por el más
grande de todos, Simón Bolívar: se le prohibió la entrada a las
provincias unidas de Venezuela; al Gran Mariscal de Ayacucho se le
amenazó de fusilamiento si tocaba tierra de las provincias ya
separadas de Colombia la grande, Colombia la primera, Colombia la
nuestra, que está latiendo con ganas de nacer, de refundarse otra
vez.
Todos murieron expulsados de aquí por quienes nos mandaron y nos
traicionaron. Unos traicionaron a Bolívar, y murió allá en la patria
grande, en Santa Marta, allí, donde un día fue nuestro Comandante a
sentarse con el presidente Juan Manuel Santos y estrechar sus manos
y a decir: "Vamos a trabajar juntos, ¡juntos!", y así fue,
presidente Santos. Muchas gracias, muchas gracias (El presidente
Santos se pone de pie y asiente) (Aplausos).
El Gran Mariscal de Ayacucho, su cadáver quedó tirado entre la
tierra, y los pobres de la tierra lo guardaron hasta que lo pudieron
llevar a Quito. Estuvo 70 años escondido, perdido, tuvo que venir
ese gran general bolivariano Eloy Alfaro, en 1900, para
reivindicarlo, sacarlo del ostracismo y llevarlo a donde tenía que
estar, en la Catedral de Quito, allá con nuestros hermanos, con el
presidente Rafael Correa y con el pueblo bolivariano del Ecuador
(Aplausos).
¿Por qué tenía que ser así la hora final de los grandes que nos
fundaron, de los que fueron a pie, descalzos desde aquí desde el
Caribe hasta el Potosí a darnos la libertad? ¿Por qué tanta
traición, tanta envidia, tanto egoísmo? ¿Por qué tanta maldad? Por
los intereses que se impusieron, que no fueron los intereses
supremos de la patria que había nacido, que no fueron los intereses
supremos de los pueblos. Eran tiempos de confusión y las fuerzas no
le dieron al gran Bolívar y al gran Sucre para cohesionar la tierra
y el pueblo que habían liberado.
Otro grande tuvimos aquí, Ezequiel Zamora, general del pueblo
soberano, redentor, a quien le tocó levantar las banderas
traicionadas de Bolívar. Y también murió de un balazo, el 10 de
enero de 1860, cuando venía a Caracas con sus tropas victoriosas de
patas en el suelo y desdentados. Esto nos lo enseñó nuestro maestro
y padre.
Y Cipriano Castro, hace 100 años, ya había aparecido el petróleo
en nuestra Venezuela, y un hombre nacionalista como Cipriano Castro
enfermó y salió en 1908, y no había terminado de zarpar el buque que
lo llevaba cuando la traición del Vicepresidente en funciones se
impuso, y Venezuela tuvo 30 años de la peor dictadura que hayamos
conocido en el siglo XX.
Y vinieron por nuestro petróleo, lo saquearon. Venezuela fue el
primer productor de petróleo del mundo en la década de los años 20
del siglo XX. ¡Saqueado nuestro país!
Así que, Comandante, una vez usted nos contó que hablando desde
el avión Presidencial le leía esta historia al Comandante Fidel
Castro, Comandante en Jefe de los pueblos libertarios de nuestra
América Latina y el Caribe (Aplausos). Nos contó que el Comandante
Fidel Castro, luego de escucharlo en silencio, atentamente, le dijo:
Hugo, qué triste esa historia, yo no lo sabía; pero ten la seguridad
de que ni tú ni yo moriremos así. Cuando nos tengamos que ir, nos
iremos con nuestros pueblos victoriosos, de pie, con la bendición y
el amor de los justos y de las justas (Aplausos).
Se cumplió la palabra de Fidel: ¡Aquí está usted, Comandante, con
sus hombres, de pie, todos sus hombres y mujeres leales, como lo
juramos ante usted. Leales, hasta más allá de la muerte. Y usted,
Presidente en funciones de la República Bolivariana de Venezuela,
Comandante en Jefe de nuestra Fuerza Armada, aquí en su patria, en
su tierra, bajo el mando de su mando, de su mando único! ¡Hemos roto
el maleficio de la traición de la patria y romperemos el maleficio
de la derrota y de la regresión! (Aplausos prolongados.)
Hemos roto ese maleficio, aquí está la Espada desenvainada, y sus
ojos viendo a Cristo.
En los días previos, en los días, horas, antes de los anuncios
del 8 de diciembre, un grupo de compañeros lo visitó a La Habana:
Diosdado, compañero y hermano de estas batallas, pero, sobre todo,
de las que vienen, Diosdado Cabello Rondón, revolucionario, puro
también de alma, hijo de nuestro Comandante Hugo Chávez (Aplausos);
los compañeros Rafael, Elías, Cilia. Allá lo acompañaban como
siempre: Rosa, María, Rosinés, Hugo, Adán, todos sus hermanos; el
compañero Jorge Arreaza, compañero de vida de nuestra querida Rosa
Virginia y a quien nuestro Comandante adoptó como su hijo directo. Y
en una madrugada muy dura me tocó a mí llegar allí a su habitación,
estábamos juntos Jorge y yo —Jorge siempre escribiendo en su
cuaderno todo—, y allí, bueno, el Comandante nos pidió que lo
ayudáramos en una tarea. Nos dijo: "Yo creo que tengo que escribir
unas palabras finales, como un testamento", y nos dio, como siempre,
una orden: "El testamento de Hugo Chávez. Ayúdenme a un guion,
algunas ideas para yo sentarme a escribirlas en estas horas." Esa
orden no la cumplimos, no pudimos, era imposible. Esa orden él la
había cumplido ya, porque la vida entera de nuestro Comandante ha
sido un testamento: su palabra, su pasión, su acción, su obra, su
pueblo. El pueblo de Venezuela es su testamento. Los humildes de
este mundo, los pobres, los desesperanzados, los oprimidos de todos
los tiempos y todas las horas, nosotros, los nietos de los esclavos,
somos su testamento vivo. Él dejó su testamento firmado y sellado
por el pueblo. El primero de ellos aquí está (Muestra la
Constitución).
Si alguien quiere saber quién es Hugo Chávez de verdad y quiere
rasgar el velo de la mentira, de la canalla mediática, de la guerra
psicológica mundial contra este hombre, conozca esta letra hecha por
él, su Constitución, aprobada por el pueblo, discutida por el pueblo
(Aplausos), y conozcan su letra y su acción.
Todo lo que hoy somos está aquí (Muestra la Constitución), aquí
está nuestra guía. Si alguien tiene duda en algún momento de algo,
aquí está la palabra suprema de la patria, la carta de Paz, la carta
de todos.
Cuando esta Constitución se discutió, salimos a la calle a
debatir, y se convocó un referéndum y algunos venezolanos salieron a
llamar a votar por el "No", porque no se aprobara. Bueno, cómo es la
vida, el Comandante Chávez nos lo dijo en ese año 1999, éramos
constituyentes, y él dijo: "Bueno, paciencia, lo que es justo, es
justo, y esta letra será reconocida por todos más temprano que
tarde." Hoy podemos decir, Comandante, que esta es la Carta de todos
y todas; incluso, los que se opusieron hoy la asumen como suya.
¡Bienvenidos todos! Venezuela es para todos y es de todos, y esta
Carta es nuestra guía de unión, de paz, de convivencia (Aplausos);
es una carta para hacer revolución, revolución democrática.
Si se quiere buscar más cerca qué soñaba nuestro Comandante
invicto —como dijo ayer el General de Ejército Raúl Castro, en sus
palabras en Santiago de Cuba—, si se quiere saber qué pensaba que
debía hacer la Venezuela de este siglo XXI, Jorge, camarada, su
testamento lo escribió él mismo en junio del año 2012, de puño y
letra; lo sabe Elías Jaua que era vicepresidente ejecutivo,
colaborador directo del testamento cierto del Comandante Chávez.
Aquí nos dejó cinco tareas históricas, cinco tareas históricas,
de un pensamiento que forma parte de un sistema de valores, de
principios, inspirado en Bolívar, nuestro Padre fundador, en los
libertadores; inspirado en la sabiduría de nuestros pueblos
indígenas, en nuestro gran Guaicaipuro, inspirado en Cristo.
Si alguien se puede preguntar o se quisiera preguntar cómo es un
hombre o una mujer, un ser humano cuando se asume hijo verdadero de
Cristo, nuestro redentor, y se consagra y da su vida, su cuerpo,
todo su espíritu para un pueblo, para los oprimidos, para los
pobres, tendrá que reconocer que Hugo Chávez fue un cristiano
auténtico de la calle, un cristiano, un redentor en Cristo, un
protector en Cristo de los pobres de esta tierra y de todas las
tierras del mundo (Aplausos).
Así que cinco tareas históricas nos dejó, absolutamente
cohesionadas, democráticas, porque después de un debate democrático
en esta patria de hombres y mujeres conscientes y libres, nuestro
pueblo le aprobó a nuestro Comandante su testamento.
Jamás en política mintió, ni en nada. Cuando él descubrió por su
propio camino que en el capitalismo —y menos en el capitalismo
neoliberal— era imposible estabilizar la sociedad, darles igualdad y
felicidad a los pueblos, y era imposible sostener con estabilidad
las democracias verdaderas, un día de diciembre de 2004 nos dijo:
"Voy a levantar las banderas del socialismo nuestroamericano,
indígena, bolivariano, cristiano; vamos a atrevernos con audacia a
construir ese sueño de la humanidad y en democracia: el socialismo."
Y aquí deja un sistema de principios, valores, cinco.
El primero de ellos: "Mantener y consolidar la independencia
conquistada en estos 14 años de revolución democrática, popular y
bolivariana" (Aplausos).
El segundo: "Construir nuestro socialismo, diverso, democrático,
nuestroamericano" (Aplausos).
El tercero: "Construir a Venezuela como un país potencia, en el
marco de la gran potencia de América Latina que se va a construir en
los próximos años" (Aplausos), y que la vimos aquí de pie
representada por la diversidad de presidentes y presidentas que aquí
han venido.
Nosotros tenemos que ser una gran potencia. Fue aquí mismo,
queridos presidentes y presidentas, aquí mismo en este patio donde
el cadete Chávez se formó. Qué iba a decir la vida que 30 o 40 años
después ese cadete iba a estar presidiendo aquí la Fundación de la
Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, que dignamente ha
presidido el presidente Sebastián Piñera, de Chile, al cual
agradecemos toda su generosidad y todas sus expresiones respetuosas
y cariñosas para el Presidente Hugo Chávez (Aplausos), y que hoy
preside el General de Ejército Raúl Castro Ruz, y la Cuba de la
dignidad al frente de esta organización (Aplausos).
Cuarto objetivo: Construir un mundo de equilibrio, Bolívar, de
equilibrio, el equilibrio del universo, sin imperios.
Aquí se encuentran unos representantes que nosotros saludamos y
apreciamos; a Jesse Jackson, pero también están el excongresista
Bill Delahunt y el congresista Gregory Meeks, a los cuales he
saludado, que han sido enviados por el presidente Obama (Aplausos).
¡Bienvenidos!
Nosotros queremos y amamos a todos los pueblos de nuestra
América; pero queremos relaciones de respeto, de cooperación, de paz
verdadera. Nosotros queremos, y así lo escribió el Comandante
Chávez, un mundo sin imperios, sin naciones hegemónicas, un mundo de
paz que respete el derecho internacional, que sea capaz de
encontrarse para cooperar, para vivir, para ser justos en términos
de igualdad. ¿Y por qué no puede ser posible, si aquí está toda la
voluntad de un mundo, toda la fuerza política de un mundo? Y América
Latina tiene la tarea histórica de hacer ese nuevo mundo, de unirnos
en la diversidad y decirle al mundo: ¡Aquí está América Latina, la
de los libertadores! ¡Aquí estamos de pie juntos! ¡Este mundo tiene
que cambiar, Comandante! (Aplausos.)
Y un quinto objetivo, que lo voy a leer, porque sin esto será
imposible la propia existencia de la especie humana, y porque, al
final, ese quinto objetivo es el que le da coherencia a toda la
redacción de este testamento que nos dejó el Comandante Hugo Chávez.
El quinto objetivo es muy sencillo, y lo decimos con la mayor
humildad, pero con la mayor angustia por la humanidad. Dice el
Comandante Hugo Chávez:
Quinto objetivo histórico: "Contribuir con la preservación de la
vida en el planeta y la salvación de la especie humana. No existirá
ni capitalismo, ni socialismo, ni ninguna de nuestras religiones, si
no somos capaces desde donde estemos, con nuestras creencias
ideológicas, políticas y religiosas, de salvar este planeta, acabar
con las bombas nucleares, eliminar toda esa fuerza de destrucción,
de contaminación de ríos, de mares, de calentamiento del planeta."
Aquí está, Comandante, su testamento.
Hace varios años el Comandante Presidente, a veces, cuando había
momentos apremiantes, o cometíamos errores, siempre nos decía:
Nicolás, Elías, Rafael, Yadira, Jorge, ¿qué van a hacer ustedes
cuando yo me muera? Nosotros siempre le decíamos: "¡No diga eso,
Comandante, por favor...!" "¡¿Qué van a hacer ustedes cuando yo me
muera, cómo van a hacer?!"
Él lo dejó todo arreglado; ya queda de parte nuestra si lo
hacemos o no lo hacemos (Aplausos). Nosotros llamamos a todo nuestro
pueblo a que lo hagamos.
¿Qué vamos a hacer cuando usted se muera, Comandante? Usted puede
ir en paz, desde nuestras oraciones y nuestro amor en Cristo y desde
nuestros corazones le deseamos la mayor paz que en ese ámbito de
vida, en ese nuevo plano usted pueda tener.
¿Y qué vamos a hacer nosotros? ¡Continuar, seguir juntos, seguir
juntos pueblo, fuerza armada, con su Constitución, con su Testamento
Político, con su ejemplo y con nuestro amor! ¡Seguir protegiendo a
los pobres! ¡Seguir dándole alimento al que lo necesita! ¡Seguir
contribuyendo a la educación de nuestros hijos! ¡Seguir construyendo
la patria grande! ¡Seguir construyendo la paz, la paz, la paz de
nuestro continente, la paz de nuestro pueblo! Así, que, Comandante,
¡misión cumplida, Comandante Presidente! ¡La batalla continúa!
¡Chávez vive, la lucha sigue! (Exclamaciones de: "¡La lucha
sigue!")
¡Que viva Hugo Chávez! (Exclamaciones de: "¡Que viva!")
¡Que viva nuestro pueblo! (Exclamaciones de: "¡Viva!")
¡Que vivan el amor y la unión! (Exclamaciones de: "¡Vivan!")
¡Hasta la victoria siempre, Comandante!
(Ovación.)