Para el Nuevo Herald de Miami, diario afiliado a la inteligencia
norteamericana y a la mafia cubanoamericana, el juicio es "el más
reciente ejemplo de un cambio político histórico para el gobierno de
Estados Unidos".
Esta afirmación algo gratuita es acompañada de una confesión:
"Durante gran parte del siglo pasado, las administraciones
estadounidenses estaban del lado de los dictadores o comandantes
militares de derecha en América Latina, viéndolos como baluartes
contra el comunismo".
Contrario a lo que pretende el Herald, la realidad no corresponde
a estas afirmaciones.
Para quienes tienen mala memoria, la guerra civil de El Salvador
(1980-1992) dejó 75 mil muertos y unos 8 000 desaparecidos. Muchos
militares se jubilaron y emigraron a Estados Unidos, incluso después
de haber sido denunciados por organizaciones de los derechos humanos
por asesinatos, secuestros y torturas.
Nada ha cambiado EE.UU. sigue como siempre del lado de los
políticos que se sometieron al dominio imperial y de los exalumnos
de su siniestra "Escuela de las Américas" y demás academias
regionales del terror.
Tres casos recientes demuestran el tradicional cinismo con el
cual se descartan las solicitudes de extradición venidas del Sur.
En octubre pasado, en Argentina, el Tribunal Oral Federal de
Comodoro Rivadavia, Chubut, condenó a prisión perpetua a tres
imputados por los hechos conocidos como la Masacre de Trelew, un
hecho de la dictadura militar que costó la vida a 16 jóvenes
revolucionarios.
En este juicio no fue juzgado el más repugnante cómplice de este
crimen: el exteniente de corbeta Roberto Bravo, aunque fue
localizado en Estados Unidos en el 2009 por el diario argentino
Página/12.
Detenido en febrero del 2010 después de una denuncia de
Argentina, Bravo fue rápidamente liberado bajo fianza y sin indicios
de que prospere nunca el pedido de extradición presentado luego.
Bravo es el oficial que se encargó de rematar a los 16 jóvenes
revolucionarios. Actuaba a nombre de una dictadura militar cuyas
técnicas de represión se inspiraban obsesivamente en los
instructores y manuales del norte.
Muy recientemente también, la justicia chilena anunció la
petición de extradición del oficial retirado del ejército Pedro
Barrientos, radicado en Estados Unidos, y protegido por el asilo que
le fue otorgado por el Departamento de Estado.
Barrientos es acusado nada menos que del asesinato del cantautor
Víctor Jara, junto al oficial Hugo Sánchez Marmonti, el 16 de
septiembre de 1973, a menos de una semana del golpe de Estado que
derrocó a Salvador Allende.
En Bolivia, se cumplirán diez años de la huida del expresidente
Gonzalo Sánchez de Lozada a Estados Unidos y de la masacre de
octubre del 2003, que ocasionó 67 muertos y centenares de heridos.
Bolivia solicitó repetidamente su extradición y el Departamento de
Estado apenas contestó que "estudiaba" el pedido.
En Miami, el juicio del exgeneral García tiene las
características de una cínica farsa hasta en sus posibles
conclusiones. Con sus 79 años de edad, tiene poco que temer: ya se
prevé que el juez Horn no anunciará su decisión al término del
juicio, sino meses más tarde.
Si el magistrado decreta la deportación, García acudirá a la
Junta de Apelaciones de Inmigración en Washington, cuya decisión
puede apelar al tribunal federal de apelaciones de Atlanta. Si le
falta la suerte, siempre le quedará la Corte Suprema de Justicia.
Entretanto, le sobrará el tiempo para jugar dominó, tal vez con
Luis Posada Carriles.