El destino del viaje era el pueblo de montaña Marmelade. En el
camino se retuercen cintas de asfalto que llevan a pequeñas fincas
cafetaleras y vistas fastuosas, donde los ascensos y descensos
prometen una experiencia épica.
Es un jardín de montaña donde el aire es limpio, nítido y fresco,
con una vegetación exuberante y hermosa. A lo largo del trayecto
quedan iglesias abandonadas, plantaciones diversas y mercados de
carretera.
Al mirar al otro lado del valle tropical, uno siente que está en
algún lugar sin nombre que desafió fronteras y nacionalidades.
Marmelade descansa sobre una colina en el extremo derecho de la
carretera. Allí Ángel y Ana tejen una historia única. El destino los
unió por primera vez en La Habana, unos siete años atrás. Luego los
condujo a Río Cauto, en la oriental provincia cubana de Granma y
finalmente a Haití para brindar sus servicios de asistencia médica
junto a los colaboradores cubanos de la Salud.
De conjunto, y de la mano de la solidaridad, desafían cada mañana
la barrera del creole (dialecto haitiano), el cual —al decir de
ellos— ha sido lo más difícil de la linda tarea que realizan, pero
que gracias al constante intercambio con los pacientes y la ayuda de
nativos, hoy logran dominar con soltura.
Ángel y Ana solo abandonan la comuna una vez al mes, cuando se
dirigen a Gonaïves, la cabecera del Departamento Artibonite, para
recibir la docencia correspondiente a la especialidad de Medicina
General Integral que desarrollan de conjunto a su misión en la
nación caribeña.
Para estos jóvenes peruanos graduados en la Escuela
Latinoamericana de Medicina, de 26 y 25 años, respectivamente, Haití
representa una oportunidad única de desempeñarse como profesionales,
de mostrar el humanismo que entraña su carrera, así como de
conocerse y compenetrarse como pareja.
De tal cercanía —aseguran— surge el aliento que los conduce al
hospital, a cada casa o paraje cercano, y les permite regalar a su
paso esperanza y conocimiento.
En esta tierra extranjera, cultivan un sentimiento que no todos
tienen la suerte de experimentar y construyen una historia difícil
de relatar, pero digna de ser contada. Una experiencia que habla de
dos personas, un destino y mucho amor.