"Pero mi niña padecía de asma —relata— a cada rato me localizaban
porque estaba ingresada o en medio de una nueva crisis... y decidí
cambiar de trabajo para acercarme más a mi casa. No me fue mal en la
protección física del sector comercial. Sin embargo ese no era mi
perfil. Un buen día decidí montar una pequeña ponchera.
"Comencé con una plancha y una maquinita de frío para echar aire.
Trabajo no me faltaba. Luego permuté para este lugar (calle 16
número 12, muy cerca del servicentro conocido como Texaco) donde he
prosperado con un servicio que muchos agradecen.
"Primero trabajé en el portal de la casa y luego en un pasillo
lateral que acondicioné poco a poco, con los mismos ingresos que iba
obteniendo. Pero siempre añoré esta área frente a mi vivienda, sin
uso, no apta para construir por ser baja y donde personas indolentes
lanzaban objetos y desechos.
"Con probar nada se pierde —me dije— y fui a la dirección de
Planificación Física. Me atendieron muy bien y compartieron mis
razones, incluidas las molestias que les ocasionaban al tránsito la
aglomeración de autos, motos y bicicletas en la vía, esperando por
el servicio de ponche. Aceptaron mi solicitud, hice el proyecto
según las medidas aprobadas, compré materiales y levantamos esta
instalación que abre de 7:30 a.m. a 10:00 p.m., excepto los
domingos: de 8:00 a.m. a 5:00 p.m.".
Para muchos, el verdadero compresor de la ponchera está en el
pecho de Juan Carlos. Conductores o propietarios de autos ligeros,
motos y ciclos coinciden con esa afirmación.
"Años atrás, cuando era más fácil hallar oro en la ciudad que
aire para inflar una goma, aquí podías echarlo sin problema", afirma
José García, quien siempre ha salido "satisfecho por el magnífico
trato" de Juan Carlos y de otros tres hombres que laboran junto a
él.
Limpia, pintada, fresca, ordenada y con un cómodo parqueo, la
ponchera deviene referente acerca de cómo el trabajo por cuenta
propia puede cubrir no solo las expectativas formales con que ha
sido concebido en Cuba, sino también lo que de él espera y necesita
la población.
Si el motivo supremo fuese "dinero, solo dinero y más dinero",
difícilmente se respiraran aquí "otros aires", más cercanos al pulso
humano, que ayudan a comprender por qué el precio no se ha dejado
tentar por el modo en que cantan "otros precios de sirena" en la
ciudad, o por qué Juan Carlos les ofreció a las ambulancias durante
años servicio priorizado y gratuito, hasta que el sector de la salud
instaló su propia ponchera.
La forma en que suda su overol día tras día, no le ha impedido
sonreír, dar los buenos días, ser atento o advertir que son los
clavos de herraduras; los causantes del 80 % de los ponches que
encuentran solución allí.
"Por eso —reitera— no me arrepiento de haber escogido este
camino. Es una forma de ayudar, de hacer bien a las personas
necesitadas y hasta por el medio ambiente. La prueba está en este
lugar; que permanecía abandonado, ahora está limpio, fresco, con
todos sus árboles. Algunos clientes han animado una idea que tengo
desde hace tiempo: montar una planta de fregado. Estoy pensando en
un diseño funcional y que no provoque afectación alguna. Puede
parecer un sueño, pero bien vale la pena... siempre que ayude a
resolver problemas. Para mí eso es muy importante".