Aires de bien

Pastor Batista Valdés

LAS TUNAS.— Pareciera que Juan Carlos Labrada Figueredo nació predestinado a lidiar con el mundo del transporte. Su debut llegó en la década de 1980, al egresar como obrero calificado en esos menesteres para la rama ferroviaria. Bayamo, el central Grito de Yara, Las Tunas... en miles de kilómetros de vía férrea quedó su huella como conductor de trenes. Y quien sabe si hasta se hubiera jubilado en tal función, gustoso, dentro de muchos años.

FOTO DEL AUTOR“Esta ponchera me permite enfrentar mejor las necesidades de mi familia y ofrecer un servicio que beneficia a cientos de personas”, opina Juan Carlos.

"Pero mi niña padecía de asma —relata— a cada rato me localizaban porque estaba ingresada o en medio de una nueva crisis... y decidí cambiar de trabajo para acercarme más a mi casa. No me fue mal en la protección física del sector comercial. Sin embargo ese no era mi perfil. Un buen día decidí montar una pequeña ponchera.

"Comencé con una plancha y una maquinita de frío para echar aire. Trabajo no me faltaba. Luego permuté para este lugar (calle 16 número 12, muy cerca del servicentro conocido como Texaco) donde he prosperado con un servicio que muchos agradecen.

"Primero trabajé en el portal de la casa y luego en un pasillo lateral que acondicioné poco a poco, con los mismos ingresos que iba obteniendo. Pero siempre añoré esta área frente a mi vivienda, sin uso, no apta para construir por ser baja y donde personas indolentes lanzaban objetos y desechos.

"Con probar nada se pierde —me dije— y fui a la dirección de Planificación Física. Me atendieron muy bien y compartieron mis razones, incluidas las molestias que les ocasionaban al tránsito la aglomeración de autos, motos y bicicletas en la vía, esperando por el servicio de ponche. Aceptaron mi solicitud, hice el proyecto según las medidas aprobadas, compré materiales y levantamos esta instalación que abre de 7:30 a.m. a 10:00 p.m., excepto los domingos: de 8:00 a.m. a 5:00 p.m.".

UN COMPRESOR EN PLENO PECHO

Para muchos, el verdadero compresor de la ponchera está en el pecho de Juan Carlos. Conductores o propietarios de autos ligeros, motos y ciclos coinciden con esa afirmación.

"Años atrás, cuando era más fácil hallar oro en la ciudad que aire para inflar una goma, aquí podías echarlo sin problema", afirma José García, quien siempre ha salido "satisfecho por el magnífico trato" de Juan Carlos y de otros tres hombres que laboran junto a él.

Limpia, pintada, fresca, ordenada y con un cómodo parqueo, la ponchera deviene referente acerca de cómo el trabajo por cuenta propia puede cubrir no solo las expectativas formales con que ha sido concebido en Cuba, sino también lo que de él espera y necesita la población.

Si el motivo supremo fuese "dinero, solo dinero y más dinero", difícilmente se respiraran aquí "otros aires", más cercanos al pulso humano, que ayudan a comprender por qué el precio no se ha dejado tentar por el modo en que cantan "otros precios de sirena" en la ciudad, o por qué Juan Carlos les ofreció a las ambulancias durante años servicio priorizado y gratuito, hasta que el sector de la salud instaló su propia ponchera.

La forma en que suda su overol día tras día, no le ha impedido sonreír, dar los buenos días, ser atento o advertir que son los clavos de herraduras; los causantes del 80 % de los ponches que encuentran solución allí.

"Por eso —reitera— no me arrepiento de haber escogido este camino. Es una forma de ayudar, de hacer bien a las personas necesitadas y hasta por el medio ambiente. La prueba está en este lugar; que permanecía abandonado, ahora está limpio, fresco, con todos sus árboles. Algunos clientes han animado una idea que tengo desde hace tiempo: montar una planta de fregado. Estoy pensando en un diseño funcional y que no provoque afectación alguna. Puede parecer un sueño, pero bien vale la pena... siempre que ayude a resolver problemas. Para mí eso es muy importante".

 

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