Desde Haití

Buscando a Martí

Leandro Maceo Leyva, enviado especial

Conscientes de que por el peregrinar revolucionario y la insaciable ansia independentista de Martí, Haití fue para él un tránsito obligado desde 1892 a 1895 en continuas ocasiones, nos dispusimos a emprender el viaje por aquellos parajes de esta tierra que el Apóstol describió con maestría y tino en su prosa.

FOTOS DEL AUTOR En Ouanaminthe, Martí fue testigo del trasiego fronterizo que se extiende hasta nuestros días.

Por aquellos tiempos, el hombre de La Edad de Oro preparaba la Guerra Necesaria, para la cual era imprescindible aunar toda fuerza posible.

Hoy, al ir tras los pasos de Martí por la geografía haitiana, encontramos una realidad distante en el tiempo, muchas veces alejada de la que viera el viajero desde un vapor o sobre un mulo, pero, a la vez, sorprende la vigencia del relato en más de un momento y hace pensar que el Héroe Nacional cubano recién concluye la marcha.

El recorrido comenzó por el Hotel Francia, en Puerto Príncipe, donde llegó una tarde de otoño para encontrarse con emigrados y patriotas cubanos como Juan Massó Parra y Rosendo Rivera. Al llegar a la morada que ahora se hace llamar Oloffon, nos recibió Yanithe, una joven haitiana, quien, al igual que sus compañeras, aseguró no conocer nada de la histórica cita.

Una suerte parecida nos acompañó en Gonaïves, pueblo al que Martí llegó el 8 de septiembre de 1892, momento recogido por la historia como el primer enfrentamiento del prócer con la miseria haitiana, reflejada esta cuando escribió: "No vi jamás, en mi mucho ver, tierra más triste ni devastada que este rincón haitiano, que del vapor al entrar parece muerte, y no vive, en sus calles fangosas, más que de la limosna y los apetitos".

Fotografía de Martí que cuelga en la sala de la casa del amigo Ulpiano Dellundé en Cabo Haitiano.

El Gonaïves visto por Martí ha cambiado su rostro. La mayoría de sus calles ya no están llenas de lodo, pero en ellas la miseria de la que él habló aún se dibuja en más de una mirada.

El recorrido debía continuar. Subimos La Mermelada, una empinada loma de obligatorio y difícil acceso para el viajero que intenta llegar a Cabo Haitiano y dejar atrás el Departamento Artibonite, del que Gonaïves es cabecera.

En Cabo Haitiano, descubrimos un pueblo colonial del que nos llevamos, al igual que Martí, una impresión distinta a la de Gonaïves: "La ciudad es activísimo puerto, donde entran y salen barcos y goletas desde todo el Caribe".

Cabo Haitiano conserva, además, sitios de obligado recuento y visita como la calle que lleva el nombre del Apóstol y la casa de su amigo, Ulpiano Dellundé, en la que moró en más de una oportunidad y donde cuelga una fotografía suya, la cual, junto a la tarja de la entrada, recuerda su estadía en la memoria de nativos y visitantes.

Asimismo, movidos por la huella del Héroe, visitamos Ouanaminthe, el "animado pueblo fronterizo" con República Dominicana que definió Martí y en el que dijo conocer de la alegría popular, de las hermosas y cadenciosas mujeres.

En Ouanaminthe, Martí también fue testigo del trasiego fronterizo que hoy transcurre sobre un nuevo puente y atraviesa como entonces el río Massacre, donde los lunes y viernes se aprecia con mayor fuerza el ir y venir de personas que aprovechan cada segundo para trasladar mercancías de un país a otro, y "el contrabando viene a ser amado y defendido, como la verdadera justicia".

La última parada fue en Fort-Liberté, donde Martí conoció de la bondad de su amigo Nephtalí, quien lo hospedó y le dio de comer. Allí también se sostienen aún en la punta de la Bahía, las ruinas del antiguo fuerte que sintió sobre sí el caminar del Apóstol.

Ha sido un recorrido por una ruta que habla de una huella física y humana, y de los pasos de un hombre que supo identificar, como sustancias de enlace, la amistad y la hermandad entre las naciones, culturas y pueblos.

 

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