Hoy
hace un mes de la matanza en Newtown, Connecticut, donde murieron 28
personas, incluidos 20 niños. Desde entonces, como siempre en estos
casos, ha habido lamentos, promesas y debates, pero ninguna medida
concreta que evite una nueva tragedia.
Durante la semana pasada el vicepresidente estadounidense, Joseph
Biden, se reunió con organizaciones interesadas en el control de las
armas de fuego, y debe poner pronto sobre la mesa del presidente un
plan para luchar contra la violencia.
Algunos esperan que se prohíba la venta de armas de asalto, algo
que ya estuvo en vigor entre 1994 y el 2004. No obstante, la
Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés)
adelantó que el Congreso no aprobará una norma de ese tipo.
El presidente de la NRA, David Keene, aseguró en una entrevista
con la cadena CNN que el grupo de presión, uno de los más poderosos
en Washington, "tiene el apoyo suficiente para impedir que prospere
la iniciativa". Keene, sin embargo, matizó que la situación puede
ser "impredecible" si Obama "decide emplear todo el poder de su
cargo".
Mientras Biden redacta una propuesta, autoridades de todo el país
han decidido tomar sus propias providencias. El vicegobernador de
Texas, David Dewhurst, pidió fondos estatales para enseñar a
disparar a los profesores. Mientras, las catorce escuelas del
condado de Butler, Pensilvania, contarán con guardias armados.
La idea de las armas en las escuelas también es popular en Utah,
Tennessee, Ohio, y en Nueva Jersey, donde todos los centros
educativos de la ciudad de Marlboro estarán vigilados por policías.
A quienes defienden este tipo de leyes, habría que recordarles
que durante la masacre en la secundaria de Columbine, un guardia
entrenado se enfrentó a uno de los atacantes y no logró impedir el
asesinato de 13 personas.
Mike Strutt, superintendente de escuelas en Butler, opina que
"los guardias armados son la única cosa que nos daría una
oportunidad de luchar".
¿Luchar contra quién? Los asesinos son siempre ciudadanos
estadounidenses. Cada vez que ocurre una masacre en una escuela o un
centro comercial, los norteamericanos son víctimas de sí mismos.
¿Por qué nadie propone que se prohíba la venta de todo tipo de
armas, no solo las de asalto? Esa posibilidad parece impensable.
En la búsqueda de "soluciones", algunos han llegado a tomar
decisiones trágicas. Un sheriff del estado de Luisiana ofrece cursos
gratuitos para que los niños de entre 8 y 12 años aprendan a
disparar. Las clases se llevarían a cabo anualmente después de la
Navidad, para los pequeños que reciben su primera arma como regalo.
El problema de los asesinatos masivos en Estados Unidos no tiene
una explicación simple, y mucho menos una solución inmediata. No se
trata solo del respeto a un derecho constitucional, ni podemos
culpar exclusivamente a la NRA. Los estadounidenses tienen armas
porque quieren, porque se sienten protegidos o poderosos con ellas.
Según cifras oficiales, existen cerca de 238 millones de armas de
fuego en manos privadas, para una población total de alrededor de
310 millones.
Si bien sería importante regular su tenencia, esto por sí solo no
resolvería el problema. ¿Cómo podría Obama luchar contra la
violencia doméstica mientras insista en una política exterior
violenta? Estados Unidos no se convirtió en el país más rico del
mundo por la "supremacía" de su población, sino por los saqueos y
genocidios que han cometido durante siglos. Así, la cultura de la
violencia no es más que un reflejo del orden social, y el control de
armas es solo la punta del iceberg de una enfermedad muy profunda en
la sociedad norteamericana.