Verdi convoca

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

Hay un antes y un después de Giuseppe Verdi. No solo destaca como uno de los grandes compositores de ópera de todos los tiempos, sino para muchos Verdi es la Ópera. Exageraciones y fanatismos aparte, lo cierto es que ninguna compañía ni teatro musical en el mundo puede prescindir del repertorio verdiano.

Giuseppe Verdi.

Si esto es así en las temporadas regulares, se comprenderá cuánto fervor generará este año cuando se conmemora el bicentenario de su nacimiento, el 10 de octubre de 1813 en la pequeña villa italiana Le Roncole.

El Teatro Lírico Nacional de Cuba (TLNC) no estará ajeno al acontecimiento, de modo que el próximo domingo 13 a las 5:00 p.m. en el Teatro Nacional abrirá la jornada conmemorativa con un concierto de gala bajo la dirección del maestro Eduardo Díaz y la participación de Katia Selva, Yury Hernández, Marcos Lima, Milagros de los Ángeles, Lily Hernández, Bryan López, el Coro del TLNC y la Orquesta del Gran Teatro de La Habana.

De pequeño ni el mismo Verdi se hallaba seguro de su talento. El padre le compró una espineta (instrumento de teclado), dio algunas clases hasta que se trasladó a Basetto, donde comenzó en realidad su carrera musical como organista. Allí compuso sus primeras piezas interpretadas por bandas y la orquesta de la Sociedad Filarmónica del lugar y escribió su primera ópera, Obeto, con la cual viajó a Milán al instalarse en esa ciudad, que ya a los 19 años le había negado entrada en su conservatorio.

Obeto se representó en La Scala en 1839 y su relativa buena acogida inclinó la balanza para que el editor Ricordi le contratara tres nuevas obras con las que fracasó.

Providencialmente el director de La Scala le entregó entonces el libreto de Nabucco. Se cuenta que durante los ensayos —transcurrían sin penas ni glorias—, llegado el momento en que el coro interpretó el Va pensiero, los carpinteros de escena y los tramoyistas detuvieron sus faenas y reverenciaron esa música, que el tiempo consagraría como el himno nacional alternativo de los italianos. Nabucco se estrenó en 1842 y Verdi comenzó a ser Verdi.

Sin espacio para recrear su biografía, inseparable de los avatares políticos del proceso de la fundación del estado nacional italiano, diremos que el maestro se mantuvo presente en La Scala y los principales teatros de la península, y firmó títulos que se convirtieron en paradigmas de la ópera italiana del siglo XIX y mucho después de su muerte el 27 de enero de 1901 continuaron acrecentando su fama.

En esa lista clasifican Rigoletto, El trovador, La Traviata, Aída, Luisa Miller, Don Carlos, La fuerza del destino, Las vísperas sicilianas, Un baile de máscaras, Simón Bocanegra, Otelo y Falstaff, varias de las cuales los cubanos hemos tenido la oportunidad de apreciar en el invaluable espacio Un palco en la Ópera, que todas las semanas presenta en la televisión el maestro Ángel Vázquez Millares, quien por su dedicación a la promoción del arte lírico musical, tanto en ese medio como en CMBF Radio Musical Nacional, merece un monumento.

Aun cuando alguien no sea aficionado a la ópera, reconocerá a Verdi en sus más populares arias. Quién no ha silbado y hasta parodiado La donna é mobile. Y quién no ha reconfortado su espíritu con el Brindis de La Traviata.

Verdi convoca con la fuerza y la belleza de sus melodías y su poder de encantamiento.

 

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