El Cuartel Moncada
El
cuartel Guillermón Moncada era en el año 1953 la sede del regimiento
número 1 de la Antonio Maceo en la ciudad de Santiago de Cuba,
capital de la provincia de Oriente. Por su importancia, el Moncada
era la segunda fortaleza militar del país, ocupada por unos mil
hombres.
La historia de este cuartel nombrado reina Mercedes, comenzó en
1859. El brigadier Carlos de Vargas Machuca, gobernador español de
la jurisdicción de Cuba, departamento oriental de la Isla, encomendó
la dirección de su construcción a Manuel de Ciria, Marqués de
Villaitre. Este lugar albergó a la caballería española durante la
Guerra de los Diez Años que, en aquel tiempo, combatía contra los
independentistas cubanos. Sirvió, además, como prisión a muchos
independentistas cubanos en las guerras por la independencia y
soberanía de Cuba. El 21 de noviembre de 1893 es internado, en uno
de sus calabozos, el mayor general Guillermo Moncada.
El 24 de abril de 1909, por medio de la orden especial número 56,
se cambia de nombre al acuartelamiento que pasa a denominarse
Moncada, como homenaje a la memoria del mayor general del Ejército
Libertador Guillermo Moncada. Esa nueva denominación tendría efecto
a partir del 20 de mayo.
Algunos de los alzados en armas contra el gobierno de Tomás
Estrada Palma en 1910 fueron encarcelados en el Moncada, como es el
caso del general Vicente Miniet. El Moncada sirvió de centro de
operaciones en las acciones emprendidas contra el alzamiento
realizado por el partido independiente de color en mayo de 1912. El
alzamiento fue brutalmente reprimido, quedó en la historia como la
matanza de Mícara. La mayoría de los apresados en estas operaciones
fueron encarcelados en el Moncada.
En 1916 se producen los hechos realizados por el partido liberal
en respuesta al cambiazo electoral realizado por los conservadores.
El golpe tuvo su inicio en el cuartel Moncada. El 12 de febrero del
año siguiente, la guarnición del Moncada se subleva, posicionándose
de parte de José Miguel Gómez; estos hechos fueron conocidos como la
"Insurrección de La Chambelona" al celebrar los liberales la misma
al son del canto "La Chambelona". Este levantamiento se sofocó con
la intervención de tropas de los Estados Unidos.
El tercio táctico tenía su base en el Cuartel Moncada y fue una
de las principales fuerzas represoras de la zona del oriente cubano.
Dotados de caballos tejanos, herederos de los que dejó el ejército
de EE.UU., realizaban cargas, machete en mano, contra los
manifestantes, como la realizada contra los estudiantes en noviembre
de 1930 en la alameda Michaelsen, de Santiago de Cuba, o la
efectuada el 9 de junio de 1931 contra los obreros sin trabajo.
En 1933, los líderes de joven Cuba planearon la toma de los
cuarteles Moncada y San Luis (entre otros), pero los planes se
desbarataron al ser tomado el aeropuerto de Santiago de Cuba, donde
iba a despegar un avión con la intención de atacar desde el aire el
cuartel.
Preparativos para el asalto
Para la acción del 26 de Julio de 1953 se seleccionó el Moncada
por varios motivos:
· Era la segunda fortaleza militar del país, ocupada por unos mil
hombres.
· Su lejanía de La Habana dificultaba el envío de ayuda al
Ejército Oriental.
· Santiago de Cuba se hallaba situada en la costa sur, junto al
mar, y rodeada de montañas.
· En Oriente se habían iniciado las tres guerras independentistas
en el siglo pasado que se habían librado en Cuba, allí se produjeron
insurrecciones populares en varios momentos del periodo republicano
—incluso durante la revolución de 1933—, sus montañas eran conocidas
por la resistencia armada de los campesinos frente a los
latifundistas, y su pueblo se caracterizó siempre por un espíritu de
rebeldía, debido a lo cual ese territorio era llamado "el Oriente
indómito".
El plan se elaboró en absoluto secreto. Además de Fidel,
solamente lo conocían dos compañeros de la dirección del movimiento
y su responsable en Santiago de Cuba. Los demás sabían que se iba a
realizar un combate decisivo, pero ignoraban cuál era este
exactamente.
La misma preocupación se tuvo al estructurar el movimiento: se
hizo en forma celular y se observaban estrictamente las normas de
seguridad que exigía su carácter clandestino. Tenía dos comités de
dirección: uno militar, al mando de Fidel, y otro civil, dirigido
por Abel Santamaría. Además, se trataba de una organización
selectiva. Por orientaciones de Fidel, sus miembros se reclutaron
entre las clases y sectores humildes de la población: obreros,
campesinos, empleados, profesionales modestos. Eran hombres y
mujeres preferentemente jóvenes, ajenos a toda ambición, no
infectados por las lacras y vicios de la política tradicional. A
principios de 1953, el movimiento contaba, aproximadamente, con 1
200 miembros.
Las armas, los uniformes y los recursos necesarios para la lucha
se obtuvieron sin recurrir a la ayuda de personas acaudaladas ni de
políticos corrompidos. Su adquisición fue posible, fundamentalmente,
por la voluntad y el sacrificio personal de los propios
combatientes.
Para asegurar la acción se alquiló una pequeña finca de recreo,
la granjita Siboney, situada en las afueras de Santiago de Cuba, con
el supuesto fin de dedicarla a la cría de pollos. En ella se
situaron las armas, los uniformes y los automóviles que se
utilizarían en el ataque, y allí se concentrarían los combatientes
en el momento oportuno.
Se escogió para la acción el 26 de julio por ser domingo de
carnaval, fiesta a la que tradicionalmente asistían personas de
diferentes puntos de la isla, por lo cual la presencia de jóvenes de
otras provincias no causaría extrañeza.
La acción
En el año del Centenario del Héroe Nacional José Martí, un grupo
de jóvenes, liderados por Fidel, protagonizaron el 26 de julio de
1953 el asalto a los Cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes,
en Santiago de Cuba y Bayamo, respectivamente.
En la madrugada de ese día, 135 combatientes, vestidos con
uniformes del Ejército y dirigidos por Fidel, precisaban el plan de
ataque. Se organizaron en tres grupos, el primero de los cuales, con
Fidel al frente, atacaría la fortaleza. Los otros dos grupos,
mandados respectivamente por Abel Santamaría —segundo jefe del
movimiento— y Raúl Castro (devenido Jefe del Grupo en la acción),
tratarían de tomar dos importantes edificios contiguos al cuartel:
el Hospital Civil, donde se atendería a los heridos, y el Palacio de
Justicia, donde radicaba la Audiencia, desde cuya azotea apoyarían
la acción principal.
Cuando todos estuvieron listos, se le dio lectura al Manifiesto
del Moncada, redactado por el joven poeta Raúl Gómez García bajo la
orientación de Fidel. Gómez García leyó sus versos Ya estamos en
combate y Fidel les dirigió esta brevísima exhortación:
"Compañeros: Podrán vencer dentro de unas horas o ser vencidos;
pero de todas maneras, ¡óiganlo bien, compañeros!, de todas maneras
el movimiento triunfará. Si vencemos mañana, se hará más pronto lo
que aspiró Martí. Si ocurriera lo contrario, el gesto servirá de
ejemplo al pueblo de Cuba, a tomar la bandera y seguir adelante. El
pueblo nos respaldará en Oriente y en toda la isla. ¡Jóvenes del
Centenario del Apóstol! Como en el 68 y en el 95, aquí en Oriente
damos el primer grito de ¡Libertad o muerte! Ya conocen ustedes los
objetivos del plan.
"Sin duda alguna es peligroso y todo el que salga conmigo de aquí
esta noche debe hacerlo por su absoluta voluntad. Aún están a tiempo
para decidirse. De todos modos, algunos tendrán que quedarse por
falta de armas. Los que estén determinados a ir, den un paso al
frente. La consigna es no matar sino por última necesidad".
De los 135 revolucionarios, 131 dieron el paso al frente. Los
cuatro arrepentidos recibieron la orden de regresar a sus puntos de
origen, y poco después de las 4:00 de la madrugada, todos comenzaron
a salir en los autos hacia Santiago.
Los grupos dirigidos por Abel y Raúl cumplieron su objetivo: la
toma del Hospital Civil y la Audiencia. El grupo principal, dirigido
por Fidel, llegó según lo previsto hasta una de las postas, la No.
3, la desarmó y traspuso la garita, pero una patrulla de recorrido
que llegó inesperadamente, y un sargento que apareció de improviso
por una calle lateral, provocaron un tiroteo prematuro que alertó a
la tropa y permitió que se movilizara rápidamente el campamento. La
sorpresa, factor decisivo del éxito, no se había logrado. La lucha
se entabló fuera del cuartel y se prolongó en un combate de
posiciones.
Los asaltantes se hallaban en total desventaja frente a un
enemigo superior en armas y en hombres, atrincherado dentro de
aquella fortaleza. Otro elemento adverso, también accidental, fue
que los atacantes no pudieron contar con varios automóviles donde
iban las mejores armas, pues sus ocupantes se extraviaron antes de
llegar al Moncada en una ciudad que no conocían. Comprendiendo que
continuar la lucha en esas condiciones era un suicidio colectivo,
Fidel ordenó la retirada. Al mismo tiempo que esto ocurría en
Santiago, 28 revolucionarios asaltaban el cuartel Carlos Manuel de
Céspedes, de Bayamo, operación que también fracasó.
Después
del asalto
Inmediatamente después de estos hechos, la dictadura reaccionó
con una brutal represión. Batista decretó el estado de sitio en
Santiago de Cuba y la suspensión de las garantías constitucionales
en todo el territorio nacional; clausuró el periódico Noticias de
Hoy, órgano del partido socialista popular, y aplicó la censura a la
prensa y la radio de todo el país. Creaba así las condiciones para
lanzar a los cuerpos represivos con violencia y sin riesgo de
publicidad contra la rebeldía popular.
En relación con los asaltantes del Moncada, ordenó que se
asesinara a diez revolucionarios por cada soldado muerto en combate.
Excepto unos pocos combatientes que pudieron escapar ayudados por el
pueblo, casi todos los demás fueron capturados y gran parte de ellos
asesinados en los días sucesivos. Solo seis asaltantes de los dos
cuarteles habían perecido en la lucha.
Además, a diferencia del trato humano dado por los
revolucionarios a los militares que cayeron en su poder, los
asaltantes prisioneros fueron torturados antes de ser ultimados, y
después se les presentó como caídos en combate. Más tarde, ante el
tribunal que lo juzgaba, Fidel denunció los crímenes cometidos en
esos días por el régimen. En su alegato de autodefensa La
historia me absolverá, Fidel pasó de acusado a acusador y
denunció todos los males que hacían sufrir al pueblo cubano.
"No se mató durante un minuto, una hora o un día entero, sino que
en una semana completa, los golpes, las torturas, los lanzamientos
de azotea y los disparos no cesaron un instante como instrumento de
exterminio manejados por artesanos perfectos del crimen. El cuartel
Moncada se convirtió en un taller de tortura y muerte, y unos
hombres indignos convirtieron el uniforme militar en delantales de
carniceros".
Repercusión
El asalto al cuartel Moncada terminó en una derrota militar; sin
embargo, tuvo una trascendencia extraordinaria para el pueblo cubano
y para el movimiento de liberación nacional que se iniciaba. En
1961, el entonces comandante Raúl Castro Ruz y Ministro de las
Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), al referirse a la importancia
histórica de este acontecimiento manifestó:
"...En primer lugar inició un periodo de la lucha armada que no
terminó hasta la derrota de la tiranía. En segundo lugar, creó una
nueva dirección y una nueva organización que repudiaba el quietismo
y el reformismo, que eran combatientes y decididos y que en el
propio juicio levantaban un programa con más importantes desmanes de
la transformación socioeconómica y política exigida por la situación
de Cuba..."
Como expresó Fidel: El Moncada nos enseñó a convertir los
reveses en victorias. |