Teresita
Fernández es una trovadora que realmente ha hecho de la coherencia
personal y la honestidad una forma de vida. Nadie que la visite en
su pequeño apartamento en el piso 12 del edificio de Infanta y
Manglar, podrá descubrir que se encuentra ante una artista que ha
dejado una huella imborrable en la memoria afectiva de varias
generaciones de cubanos, y sin embargo, no ha perseguido más que el
amor y el cariño que le profesamos muchos de los que tuvimos la
enorme suerte de crecer con sus canciones y sus historias llenas de
magia, sensibilidad y belleza.
La
decoración de su espacio natural habla por sí sola. Allí, en la sala
de su casa, aparecen en un lugar de honor los diplomas entregados
por niños de distintas provincias del país, un pequeño busto de
Martí, una bandera cubana, retratos del Che, de la poeta Ada Elba
Pérez, de Cristo, de La Madre Teresa e imágenes del famoso gatico
Vinagrito.
Una de sus más entregadas discípulas ha sido Liuba María Hevia,
quien ha dedicado una buena parte de su trayectoria a mantener vivo
el imprescindible legado de Teresita. Y lo ha hecho no solo como un
modo de satisfacción personal, sino también para que los niños de
hoy puedan cruzar la puerta hacia ese rico universo musical que
dibujó en sus canciones la entrañable trovadora, que en su momento
se declaró "juglar, pobre, nómada y libre".
"Canten con fuerza para que ella nos oiga desde su apartamento
allá cerquita, en Infanta y Manglar", exhortó Liuba cariñosamente a
los niños que rodearon el patio del Teatro Nacional en la mañana del
pasado sábado. Bajo un fuerte sol, la cantautora hizo un adelanto de
su disco Liuba María Hevia canta a Teresita Fernández, un
fonograma del sello Bis Music, que presentará el próximo mes de
abril en el Teatro Karl Marx.
La cantautora, que también hizo espacio para interpretar
canciones de su propio repertorio, dio fe de que ha sabido entender
muy bien las lecciones de Teresita en el momento de musicalizar los
sentimientos, nostalgias y alegrías que dan vida al indescifrable
mundo infantil. Cantó canciones emblemáticas de la trovadora como
Vinagrito, conversó animadamente con los pequeños duendes que se
arremolinaron a los pies del escenario, los exhortó a cuidar con
interés a los animales, a estudiar, y a mostrar respeto por la
naturaleza.
Canciones como Señor Arcoiris, El Trencito y la hormiga,
y la ronda de Gabriela Mistral Dame la Mano y danzaremos (uno
de esos temas que todavía guardamos en un pequeño rincón del alma),
fueron coreados por este público mágico que gracias a sus padres
pudieron vivir un enriquecedor momento que debiera ser ley de vida
para todos los niños cubanos, aunque, lamentablemente, se descuida
la formación musical y cultural que muchos reciben en diferentes
espacios de la sociedad.
Por eso Liuba, en uno de los intervalos del concierto, dejó claro
el propósito que la mueve a volver sobre los pasos de Teresita. "Es
muy importante que los niños escuchen buenas canciones porque la
sensibilidad se cultiva en los primeros años de la infancia",
comentó con énfasis la trovadora. Mientras, los niños ya desplegaban
la imaginación para montar trencitos hacia tierras desconocidas,
tocar el arcoiris, tejer sueños alrededor de una palangana vieja y
tomarse de las manos en una danza eterna.