Al principio miraba desconfiado a médicos y a enfermeros en la 
			sala de oncohematología del hospital pediátrico Mártires de Las 
			Tunas, ubicado en la cabecera provincial. Ahora los recibe con una 
			sonrisa tan blanca como las batas de Salud, y hasta conversa con 
			ellos.
			Tal vez un cercano día le pregunte a su mamá qué es hemofilia A y 
			ella, con palabras entalladas a los pasos del hogar, logre 
			"traducirle" a su modo ese trastorno hemorrágico hereditario causado 
			por falta o insuficiencia del factor de coagulación sanguínea. 
			Por el momento, sin embargo, a Kevin esa palabra se le torna una 
			cosa extraña e imprecisa que no le acaba de agradar... y de la cual 
			debe cuidarse.
			
			 Por 
			eso, cada cierto tiempo lo traen a esta apacible sala, donde todo el 
			mundo le rinde honores de verdadero Príncipe.
Por 
			eso, cada cierto tiempo lo traen a esta apacible sala, donde todo el 
			mundo le rinde honores de verdadero Príncipe.
			De ello acaba de ser testigo, otra vez. 
			Como si fuese poco el cariño con que allí lo examinan, cuidan y 
			atienden, de repente empiezan a entrar discretamente al cubículo 
			algunas mujeres. Los ojos de Kevin chispean al ver el color verde 
			olivo del tejido que visten. Mira a su mamá, quizás buscando una 
			explicación que tampoco ella acierta a adivinar. Ni un solo poro, en 
			cambio, se altera en él. Por muy pequeño, un niño siempre sabe 
			cuando lo miran con amor.
			Mitad arrullo, mitad susurro maternal, una voz lo hace mirar algo 
			que jamás imaginó. "Es para ti, Kevin, para que juegues, para que te 
			cures y para que sigas siendo un niño bueno".
			No es muy grande ni muy pequeña, parece pintada con una ola del 
			mar y es tan linda que tal vez no se atreva a patearla junto a sus 
			amiguitos, en alegre goleada, cuando retorne a casa. 
			Y aún no es todo. La valija —inspiración de mujeres y hombres que 
			muchas veces no duermen, para que sueñen todas las niñas, niños, 
			jóvenes y adultos— incluye una radiante trompeta amarilla para 
			llamar por su único y verdadero nombre a la felicidad, un pequeño 
			gato, un estuche de nobles y valientes soldaditos... 
			También a Yoelito Silva Mesa y a Lorena García León (con menos de 
			dos vueltas completas de calendario) se les acelera feliz el corazón 
			ante igual gesto por parte de rostros tan "extrañamente cercanos".
			No es rara excepción este hospital. A menudo sucede en salas e 
			instituciones médicas de todo el país: unas veces mediante juguetes 
			así, y en muchas ocasiones por intermedio de donaciones, a cargo de 
			manos obreras que siguen cooperando con sensibles programas de lucha 
			contra el cáncer.