¡Salud, Kevin!

Pastor Batista Valdés

LAS TUNAS.— Se llama Kevin Castañeda y hace apenas cuatro años plantó insustituible espacio en el seno de una familia que lo adora cada vez más, allá en la Villa Azul de Puerto Padre.

Fotos del autorComo Kevin, otros niños y niñas son vértice de la ternura científica y social en todo el Archipiélago.

Al principio miraba desconfiado a médicos y a enfermeros en la sala de oncohematología del hospital pediátrico Mártires de Las Tunas, ubicado en la cabecera provincial. Ahora los recibe con una sonrisa tan blanca como las batas de Salud, y hasta conversa con ellos.

Tal vez un cercano día le pregunte a su mamá qué es hemofilia A y ella, con palabras entalladas a los pasos del hogar, logre "traducirle" a su modo ese trastorno hemorrágico hereditario causado por falta o insuficiencia del factor de coagulación sanguínea.

Por el momento, sin embargo, a Kevin esa palabra se le torna una cosa extraña e imprecisa que no le acaba de agradar... y de la cual debe cuidarse.

Por eso, cada cierto tiempo lo traen a esta apacible sala, donde todo el mundo le rinde honores de verdadero Príncipe.

De ello acaba de ser testigo, otra vez.

Como si fuese poco el cariño con que allí lo examinan, cuidan y atienden, de repente empiezan a entrar discretamente al cubículo algunas mujeres. Los ojos de Kevin chispean al ver el color verde olivo del tejido que visten. Mira a su mamá, quizás buscando una explicación que tampoco ella acierta a adivinar. Ni un solo poro, en cambio, se altera en él. Por muy pequeño, un niño siempre sabe cuando lo miran con amor.

Mitad arrullo, mitad susurro maternal, una voz lo hace mirar algo que jamás imaginó. "Es para ti, Kevin, para que juegues, para que te cures y para que sigas siendo un niño bueno".

No es muy grande ni muy pequeña, parece pintada con una ola del mar y es tan linda que tal vez no se atreva a patearla junto a sus amiguitos, en alegre goleada, cuando retorne a casa.

Y aún no es todo. La valija —inspiración de mujeres y hombres que muchas veces no duermen, para que sueñen todas las niñas, niños, jóvenes y adultos— incluye una radiante trompeta amarilla para llamar por su único y verdadero nombre a la felicidad, un pequeño gato, un estuche de nobles y valientes soldaditos...

También a Yoelito Silva Mesa y a Lorena García León (con menos de dos vueltas completas de calendario) se les acelera feliz el corazón ante igual gesto por parte de rostros tan "extrañamente cercanos".

No es rara excepción este hospital. A menudo sucede en salas e instituciones médicas de todo el país: unas veces mediante juguetes así, y en muchas ocasiones por intermedio de donaciones, a cargo de manos obreras que siguen cooperando con sensibles programas de lucha contra el cáncer.

 

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