Aunque
parezcan manchas, los cuadros de la exposición Olvido, de
Godoy (segundo apellido y firma de Jorge Gastón del Riego),
desplegada en la galería Carmen Montilla, en la Plaza de San
Francisco del centro histórico de la capital, tienen mucho que
decir, o al menos sugerir, al espectador.
De todas las muestras de este artista autodidacta —mas no por
ello "eléctrico" en el panorama visual cubano de estos días, puesto
que acumula información y experiencia—, Olvido viene a ser la
que culmina un ciclo de búsquedas relacionadas con el vínculo entre
la abstracción y la memoria física de las cosas.
Al comentar Memorias, muestra que el año pasado llegó a la
galería de la Academia de San Alejandro, el poeta y crítico Nelson
Herrera Ysla hacía notar cómo Godoy, "alejado de toda construcción
geométrica nacida de una concientizada racionalidad y de discursos
aleatorios que tanto deben a lo ingenuo como a lo espontáneo (... ),
transita por los cauces de una meditación casi religiosa acerca de
la trascendencia y significación del color y la mancha, ejes
cardinales de su pintura".
Ahora esa meditación se afianza y lo que parece informal responde
a una voluntad expresiva férreamente dominada. El artista se torna
menos expansivo y mucho más intenso en cada composición. Y es así
porque ha encontrado la manera de atemperar el gesto pictórico a la
carga metafórica que desea compartir.
Esta última no es otra que una sensible especulación sobre los
efectos del tiempo en la memoria de la ciudad. De una parte, la
implacable erosión; de otra, la persistencia de la materia para
batir contratiempos. Fuga y permanencia en las escaras de las
superficies y los estropicios de la humedad.
La museografía apuntala esa comprensión. La vetustez rescatada de
la galería en un entorno donde la obra restauradora se agiganta,
dialoga críticamente con la intención de un creador que se ha
propuesto salvar los recuerdos del olvido.