Debemos insistir en la repercusión sobre la salud del tabaco y el
alcohol, que lideran en orden respectivo, a nivel mundial y
continental, el riesgo de enfermar entre todas las drogas conocidas,
afirma a Granma el científico cubano Ricardo González
Menéndez, Académico de Mérito, Doctor en Ciencias y Profesor
Consultante del Servicio de Adicciones del Hospital Psiquiátrico de
La Habana Doctor Eduardo B. Ordaz.
El alcohol, en su uso no social, se vincula a 60 enfermedades
—dice— y ocupa el primer lugar entre los 27 agentes de riesgo
monitoreados anualmente por la Organización Panamericana de la
Salud, listado que incluye a factores tan importantes como el
tabaquismo, la tensión arterial elevada, la obesidad, el
sedentarismo, la dieta rica en grasas animales, el colesterol malo (LDL)
elevado, el agua no potable, el medio con vectores y la exposición
al plomo.
En cuanto al tabaco, tanto en forma de cigarrillos como torcido o
mascado, determina efectos catastróficos sobre la salud corporal
hasta el punto de reducir en 15 años la esperanza de vida en los
fumadores y producir seis millones de muertes anuales, cifra mayor
que la suma de todos los fallecidos por sida (tres millones y
medio).
Pese a que como generalización todas las drogas deben
considerarse nocivas, existen sin duda notables diferencias entre
las que calificamos como "duras" por ser capaces de modificar en
forma relevante la conciencia, la personalidad y el comportamiento,
mientras que otras llamadas "blandas" carecen de esas acciones.
En el grupo de las duras están el alcohol, algunos medicamentos,
la marihuana, la cocaína en forma aspirada nasal o como piedra o
crack, la heroína, el ICE, el éxtasis, los hongos, el LSD y otras
sustancias de efectos similares, mientras que en las drogas blandas
se cuentan el tabaco, el café, la cola, el té y el mate.
En cuanto al tabaco no existe "tope" de consumo que no resulte
nocivo para la salud, subraya el especialista, incluidos los
fumadores de tres cigarrillos diariamente. Atendiendo a esa realidad
la conducta lógica es no comenzar. La buena noticia es que aunque se
haya fumado por muchos años, al transcurrir doce meses de superar la
dependencia el riesgo de sufrir un infarto del corazón o cerebral se
reduce a la mitad, y cuando se logran dos años sin consumo el
peligro de enfermar es igual al de las personas que no fuman.
Al referirse al alcohol dice que está demostrado que el hábito
muy moderado de vino tinto en cantidades que no superen un cuarto de
copa diario carece de efectos dañinos y puede resultar favorable
para la salud.
¿Es posible evitar la adicción a estas sustancias?, interroga el
profesor González Menéndez. El consumir una droga, sea esta blanda o
dura, es como jugar a la ruleta rusa, "porque nadie puede predecir
cuáles serán las consecuencias".
Y cierra sus valoraciones diciendo que en los seis mil años de
existencia de las drogas blandas y duras sobre la faz de la Tierra,
miles de millones de seres humanos han logrado dejar de consumir y
alcanzar la rehabilitación. Lo que no ha ocurrido jamás es que un
enfermo dependiente a dichas sustancias logre consumir nuevamente
con control. La única salida es la abstinencia, "pero, sin duda
alguna, vale la pena".