Fabelo, bestiario e indagación

VIRGINIA ALBERDI BENÍTEZ

Ante la portentosa creación de Roberto Fabelo, es imposible permanecer indiferente. Quien por estos días penetre en la galería Habana, en la calle Línea, sentirá las vibraciones que emanan de los cuadros y dibujos del maestro y se verá compulsado a confrontar ideas a partir de las impresiones recibidas.

No somos animales se titula la exposición y, por supuesto, de allí se desprende una orientación para la lectura de las imágenes. Entre la preocupación ética y la indagación antropológica se mueve un artista que se interroga a sí mismo y traslada ese signo a la conciencia del espectador.

Mas no ha de verse en una sola dirección la propuesta de Fabelo. Si bien es cierto que lo dardos van, como ha dicho el propia artista, contra "algo del animal que somos y que combatimos a la misma vez", también pueden ser múltiples las aproximaciones a esa manera tenaz con que Fabelo concibe sus metáforas visuales.

Así es posible transitar desde la identificación al rechazo, desde la especulación a la certeza. Inventario de criaturas sobredimensionadas en el límite que separa a la bestia del ser humano, al espectador corresponde situarlas en las coordenadas de su propia experiencia social, sin olvidar que estas incluyen la percepción que cada cual tiene de la naturaleza de la obra de arte.

Gente de prisa o abroquelada en sus gestos, cabezas rotundas coronadas por cuernos o con orejas de cerdos. Arribistas y tracatanes. Disfraces, simulaciones, transfiguraciones y máscaras. En su transcurso, el artista coloca miradas desorbitadas y voraces, para nada complacientes.

En las obras de gran formato y ejecutadas en óleo sobre tela, ningún detalle es superfluo. La dimensión impacta pero debe llevarse lupa en los ojos para advertir la minuciosidad de la trama. En los dibujos a escala menor, algunos facturados sobre páginas de cuadernos, la urgencia no resta méritos a la profundidad de la mirada. Estos dieron lugar a aquellos, pues desde los primeros años de este siglo, Fabelo, fiel a una costumbre suya, fue dibujando aquí y allá, en cualquier superficie a su alcance, las primeras ideas de lo que serían los cuadros de gran porte que hoy exhibe. De manera que estamos en presencia de una obra sentida y razonada a la vez, íntimamente ligada a la experiencia artística y humana de ese incisivo observador que es Fabelo. La muestra incluye, por tanto un recorrido en su creación desde el 2001 hasta el 2012, de manera intencional el artista ha incluido estos pequeños dibujos sobre libros de texto para así ofrecer la fuente de las restantes obras.

En el presente año, próximo a concluir, se destacó su presencia en la Oncena Bienal de la Habana, en esa ocasión con una jaula abierta que intrigaba y conducía a múltiples fabulaciones, y una formidable escultura de un león rojo que luchaba con las olas entre los arrecifes del malecón habanero integrando el proyecto Detrás del Muro.

Durero y Goya abastecen la fibra del artista. Y, ¿por qué no?, Posada. Pero Roberto Fabelo es único.

 

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