Ante
la portentosa creación de Roberto Fabelo, es imposible permanecer
indiferente. Quien por estos días penetre en la galería Habana, en
la calle Línea, sentirá las vibraciones que emanan de los cuadros y
dibujos del maestro y se verá compulsado a confrontar ideas a partir
de las impresiones recibidas.
No somos animales se titula la exposición y, por supuesto, de
allí se desprende una orientación para la lectura de las imágenes.
Entre la preocupación ética y la indagación antropológica se mueve
un artista que se interroga a sí mismo y traslada ese signo a la
conciencia del espectador.
Mas no ha de verse en una sola dirección la propuesta de Fabelo.
Si bien es cierto que lo dardos van, como ha dicho el propia
artista, contra "algo del animal que somos y que combatimos a la
misma vez", también pueden ser múltiples las aproximaciones a esa
manera tenaz con que Fabelo concibe sus metáforas visuales.
Así es posible transitar desde la identificación al rechazo,
desde la especulación a la certeza. Inventario de criaturas
sobredimensionadas en el límite que separa a la bestia del ser
humano, al espectador corresponde situarlas en las coordenadas de su
propia experiencia social, sin olvidar que estas incluyen la
percepción que cada cual tiene de la naturaleza de la obra de arte.
Gente de prisa o abroquelada en sus gestos, cabezas rotundas
coronadas por cuernos o con orejas de cerdos. Arribistas y
tracatanes. Disfraces, simulaciones, transfiguraciones y máscaras.
En su transcurso, el artista coloca miradas desorbitadas y voraces,
para nada complacientes.
En las obras de gran formato y ejecutadas en óleo sobre tela,
ningún detalle es superfluo. La dimensión impacta pero debe llevarse
lupa en los ojos para advertir la minuciosidad de la trama. En los
dibujos a escala menor, algunos facturados sobre páginas de
cuadernos, la urgencia no resta méritos a la profundidad de la
mirada. Estos dieron lugar a aquellos, pues desde los primeros años
de este siglo, Fabelo, fiel a una costumbre suya, fue dibujando aquí
y allá, en cualquier superficie a su alcance, las primeras ideas de
lo que serían los cuadros de gran porte que hoy exhibe. De manera
que estamos en presencia de una obra sentida y razonada a la vez,
íntimamente ligada a la experiencia artística y humana de ese
incisivo observador que es Fabelo. La muestra incluye, por tanto un
recorrido en su creación desde el 2001 hasta el 2012, de manera
intencional el artista ha incluido estos pequeños dibujos sobre
libros de texto para así ofrecer la fuente de las restantes obras.
En el presente año, próximo a concluir, se destacó su presencia
en la Oncena Bienal de la Habana, en esa ocasión con una jaula
abierta que intrigaba y conducía a múltiples fabulaciones, y una
formidable escultura de un león rojo que luchaba con las olas entre
los arrecifes del malecón habanero integrando el proyecto Detrás
del Muro.
Durero y Goya abastecen la fibra del artista. Y, ¿por qué no?,
Posada. Pero Roberto Fabelo es único.