La grandeza de Antonio Maceo Grajales —el General Antonio— se
determina por tres razones fundamentales: el lugar que ocupa en
nuestra historia, su obra revolucionaria y la influencia que ejerce
su ejemplo en nuestra conciencia.
El 7 de diciembre de 1896 cayó en San Pedro, cumpliendo con su
deber, el soldado y el revolucionario, y en la caída se sintetizó su
vida, su patriotismo, su obra revolucionaria, su ejemplo y su
grandeza. Y junto a él, la de su joven ayudante, Panchito Gómez
Toro.
La muerte del Héroe de Peralejo y Sao del Indio acrecentó su
figura como fuente inagotable de inspiración, de estímulo de
patriotismo, de esfuerzos, de entusiasmo creador, de decisión
revolucionaria.
El Apóstol José Martí decía que "los muertos son las raíces de
los pueblos, y, abonada con ellos la tierra, el aire nos los
devuelve y nutre de ellos". Por eso, en este día se rinde homenaje a
los caídos en las Guerras de Independencia.
Maceo, ciertamente, abonó la tierra y se hizo raíz del pueblo, y
de su bravura, de su amor por Cuba, de su amor por la Humanidad, de
su amor por la libertad, hoy nos nutrimos todos nosotros.
El Héroe de mil batallas es "el soldado de la libertad", como
dijo el Maestro, "que no tuvo rival en defender con el brazo y el
respeto, la ley de su república¼ ".
Maceo contribuyó destacadamente a crear un espíritu
revolucionario en el pueblo, y, sobre todo, un espíritu
internacionalista y antimperialista en nuestra conciencia.
El internacionalismo del General Antonio se hace patente en una
carta que escribió desde Costa Rica, antes de que desembarcara en
Duaba, en la que afirmaba que "cuando Cuba sea independiente
solicitaré del gobierno que se constituya, permiso para hacer la
libertad de Puerto Rico". El Titán de Bronce, que hizo la campaña de
la invasión llevando el puñal que acompañó a Bolívar en Junín y a
Sucre en Ayacucho, no deseaba entregar su espada "dejando esclava" a
la Isla hermana.
Sus sentimientos antimperialistas son notorios en una carta a
Estrada Palma en la cual rechaza la intervención norteamericana en
la guerra que libraban los cubanos frente a España, y en la que le
envía al coronel Federico Pérez, donde afirma categóricamente que es
mejor subir o caer sin la ayuda yanki "que contraer deudas de
gratitud con un vecino tan poderoso".
Las ideas del General Antonio en ese sentido y en todo su
comportamiento ante la vida de su pueblo, su carácter, sus
esperanzas, fueron recogidas por las generaciones que le sucedieron.
En 1989, la tierra cubana acogió en su seno a aquellos herederos
del Titán de Bronce caídos en diversas partes del mundo peleando por
una Humanidad sin amos.
La muerte del más ilustre de nuestros soldados y las honras
fúnebres de nuestros heroicos combatientes coincidieron en el tiempo
para enlazar en la historia de Cuba dos pilares del carácter
nacional: el patriotismo y el internacionalismo.
Esta conjunción de hechos se concretó físicamente con la
Operación Tributo, cuando el 7 de diciembre de 1989 en El Cacahual y
en todos los rincones de Cuba de donde procedían los caídos, se
efectuaron las exequias y los actos de recordación por ellos y por
su gran precursor, el General Antonio.
Los cubanos siempre viviremos orgullosos de nuestra historia y
seremos fieles a la ideas martianas de que cada hombre debe sentir
sobre sí toda la carga del Universo, o sea, que el dolor y la
afrenta en la mejilla ajena es afrenta y dolor en la propia.
Nuestros mártires sagrados nunca serán olvidados, estarán eternos en
el corazón de la Patria.