Las
transgresiones contra los bienes tangibles de nuestro sistema de
telecomunicaciones, continúan. Y al tiempo que aumenta el número de
infractores, se sofistican el modus operandi y las
tecnologías que emplean.
En septiembre de este año se inició la investigación penal de dos
casos delictivos contra nuestro sistema de telecomunicaciones, tras
ser detectados por los órganos de control del Ministerio de la
Informática y las Comunicaciones (MIC), de acuerdo con información
ofrecida por la Fiscalía General de la República.
Se trata de la operación en Cuba de redes clandestinas, que
trabajaban para dos entidades pertenecientes a ciudadanos cubanos
residentes en el exterior, utilizando ilícitamente los canales de la
Empresa de Telecomunicaciones de Cuba S.A. (ETECSA), tanto en la
telefonía móvil como la fija. Los fines, en ambos casos, eran
netamente lucrativos.
El primero de estos expedientes está relacionado con una empresa
de telecomunicaciones, propiedad de un cubano residente en Canadá, y
cuya base de datos radica en Estados Unidos.
Los servicios fundamentales que oferta esa entidad son: llamadas
a la mayor de las Antillas —con una tarifa de 50 centavos de dólar
por minuto— o al resto del mundo; envío de mensajería corta (SMS) a
nuestro país por cinco centavos de dólar, o a cualquier otro
destino; y recarga de celulares y envío de remesas, estos dos
últimos servicios eran exclusivamente con destino a la nación
cubana.
Su propietario había establecido contacto con un amigo de la
adolescencia, residente en Cuba, para crear la referida red
clandestina que facilitara los servicios de su empresa.
Las funciones de ese contacto principal en nuestro país
consistían en la compra de tarjetas (líneas) de teléfonos celulares,
echar a andar el sistema, asegurar que no existieran interrupciones
en las comunicaciones, así como hacer programas de servicio rápido.
Para ello, dicho "facilitador" recibió una laptop y diez módems,
además de una buena suma mensual en dólares.
Otro ciudadano —cibernético de profesión— se involucró en la red
ilegal, con la "misión" de garantizar la calidad de los programas.
Mientras un tercero se encargaba de reparar los módems y darles
mantenimiento. Y completaba la "plantilla", el responsable de
repartir el "salario" que cada miembro debía percibir mensualmente
por realizar la actividad ilícita.
¿Cómo operaba la red? Con las tarjetas celulares que adquirían en
el territorio nacional, registradas lógicamente a nombre de
ciudadanos cubanos, utilizaba un programa para que los mensajes
enviados desde el exterior hacia Cuba fueran cobrados a otra tarifa,
empleando indebidamente el canal de ETECSA.
En este primer proceso hay cuatro acusados, dos de ellos están en
prisión provisional.
El segundo caso utilizaba prácticamente el mismo modus
operandi, pero funcionaba a través de la telefonía fija. Los
fondos aquí llegaban desde otra empresa en el exterior, cuyo dueño
también es un cubano que reside en España.
Esta comercializaba llamadas originadas desde otros países hacia
nuestra nación, por el sistema de telefonía fija de ETECSA, de modo
que "aparecieran" como llamadas nacionales.
Los contactos en Cuba del propietario de esa entidad alquilaban a
este sus teléfonos fijos y, al hacerlo, no podían usarlos. Por
"arrendarlos" obtenían cada mes 200 CUC.
Esos teléfonos se conectaban a una antena satelital, la cual
había facilitado también la empresa en cuestión. Pero la "telaraña"
no terminaba ahí. Según se ha detectado en la investigación penal,
los arrendadores del servicio telefónico buscaron a otros vecinos
para que hicieran lo mismo.
Así, se estaba cometiendo una violación, pues tal y como aparece
explícitamente en el contrato de dicho servicio con ETECSA, las
personas a quienes se les instalan teléfonos en sus viviendas no son
propietarios de estos, sino titulares. Por ende, el teléfono no
resulta un bien comercializable.
Hasta el momento, son nueve los acusados en este proceso
judicial, y de ellos, cuatro guardan prisión provisional.
Datos suministrados por la Fiscalía revelan la participación en
los hechos de un integrante de la División Habana, de ETECSA, quien
suministraba información para la ilícita actividad.
Otro de los implicados trabajaba en la Dirección Informática de
una institución nacional y, de manera irresponsable e ilegal,
utilizaba cinco líneas de su centro laboral para tales operaciones
con la empresa radicada en España, además de la cuenta en Internet
que le asignó su entidad. Por la antena satelital le pagaban 500 CUC,
y se le comprobaron —en total— unas 13 líneas telefónicas en función
de las comunicaciones ilegales.
Entre los acusados, se encuentra —también— un trabajador
informático de otra entidad laboral, quien empleaba en los negocios
ilegales una cuenta de Internet de dicho centro.
Hasta el cierre de este material, se conocía que ambas redes
operaban en Cuba desde el año 2009. Cálculos estimados apuntan que,
durante aproximadamente esos tres años, los perjuicios ocasionados a
ETECSA —por concepto de ingresos dejados de percibir— ascienden a
nada menos que ¡tres millones de dólares!
Si a esa millonaria cifra se le añaden los montos que nuestro
diario ha publicado, por ilegalidades de la más diversa índole
contra las telecomunicaciones en los últimos cinco años, entonces
quedaría más que claro cuánto hubiera podido avanzar esta entidad en
su proyección de modernizar e incrementar el patrimonio de que
dispone y, sobre todo, mejorar la calidad en la prestación de
servicios a la población.
Según informó la Fiscalía, los expedientes referidos estaban
radicados por dos delitos: el de Actividades Eco-nómicas Ilícitas,
atendiendo a que en nuestro país no se conceden licencias para tales
fines. En ese caso, el Código Penal establece hasta tres años de
privación de libertad para los que delinquen, o multa de hasta mil
cuotas, o ambas.
Pero, al transgredir lo legislado en materia de canales de
telecomunicaciones y existir una afectación económica tan elevada,
se comete además, el delito de Estafa. Al respecto, el Código
Penal prevé para los comisores lo siguiente: "Si por el delito el
culpable obtiene un beneficio de considerable valor, o si la víctima
sufre un grave perjuicio en sus bienes, o el hecho se realiza por
uno o más individuos actuando como miembros de un grupo organizado,
la sanción es de privación de libertad de cuatro a diez años".
Cuando aún no ha concluido la investigación penal que realizan la
Fiscalía General de la República, y los ministerios del Interior y
de la Informática y las Comunicaciones, por la complejidad
tecnológica y operacional que requiere el peritaje policial, las
propias pruebas dan su "testimonio".
En primer lugar, existen a todas luces transgresiones en materia
jurídica (actividades ilegales con la utilización indebida de
canales telecomunicacionales, uso de materiales de origen ilícito,
compra de tarjetas celulares a través de terceros, arrendamiento de
bienes que no son comercializables, empleo con fines de lucro de
recursos estatales, entre otras) y hay, además, defraudación
económica a una empresa cubana por aproximadamente tres millones de
dólares.
Si bien los autores principales de los delitos son cubanos
residentes en el exterior, está claro que sin la participación y
apoyo, desde Cuba, de los implicados no hubiera sido posible que
esos negocios sucios subsistieran.
Resulta válido traer a colación el criterio de uno de los
ciudadanos acusados, que alquilaba su teléfono, cuando en una de sus
declaraciones expresó que arrendaba ese bien, mientras no fuera para
hacer contrarrevolución.
Sería demasiado ingenuo arrendar un servicio que está registrado
a su nombre, pensando que solamente podrá ser para "buenos fines".
Hasta ahora, se supone que la oferta de esas llamadas era mayormente
para establecer comunicación con familiares; sin embargo, tampoco
pueden ignorarse los múltiples hechos que se han orquestado desde el
extranjero para "alimentar", en el interior del país, toda una
campaña ideológica de subversión contra la Revolución.
Las pruebas dicen por las claras que no puede "albergarse" tanta
ingenuidad.