Cumplir el plan, de la cifra a la objetividad
económica Retrasada sensiblemente en
la siembra de caña, Granma busca a toda costa honrar su compromiso
anual
Dilbert Reyes
Rodríguez
La zafra azucarera todavía no ha comenzado en Granma, pero en los
campos cercanos a los centrales se oye un ronquido de motores y el
bullicio de personas en faenas maratónicas que, por lo inusual,
revelan la impaciencia de una carrera contra el tiempo.
Los
macizos cumplidores siembran decenas de hectáreas por encima de sus
planes, para suplir el atraso de Grito de Yara.
Dentro del radio permisible de 20 kilómetros en torno a
cualquiera de las cinco industrias, basta que haya unas pocas
hectáreas de tierra sin cultivar y con condiciones de riego, para
que no se salven de la maquinaria de roturación y surcado que
precede a un vendaval de gente dedicada a enterrar la semilla de la
caña.
El motivo de tanta actividad es que no en toda Granma fue un buen
año para la siembra de la gramínea. Hoy se padece un retraso
importante que compromete el plan de la provincia, y puede hacerlo
insalvable si el ritmo no multiplica la velocidad hasta los niveles
actuales.
A menos de un mes de concluir el año, faltan por cubrir más de 1
300 hectáreas para llegarle al plan de 7 857.
¿Cuál ha sido la causa del retraso? ¿Qué estrategia se adopta
para vencerlo en el poco tiempo restante?
HISTORIA PASADA POR AGUA
Según información de directivos de la Empresa Azucarera Granma,
el riesgo de no satisfacer el compromiso provincial gravita sobre
los incumplimientos de siembra en el macizo cañero de Grito de Yara,
de Río Cauto, uno de los cinco adjuntos a igual cifra de centrales.
La
humedad todavía no ha permitido sembrar en Grito de Yara gran parte
de las áreas previstas.
Contrariamente, las unidades productoras que tributan al ingenio
bayamés Arquímedes Colina, al niquereño Roberto Ramírez y al Enidio
Díaz, de Campechuela, ya honraron sus planificaciones; en tanto el
Bartolomé Masó, del municipio homónimo, asegura no tener problemas
para redondear la suya en días próximos.
Sin embargo, en Grito de Yara faltaban unas 850 hectáreas por
cubrir —más de un tercio del compromiso anual de 2 388—; pero lo
curioso es que prácticamente nada se ha podido avanzar allí desde
junio.
Al decir de Luis Pérez, director de Atención a Productores en la
Empresa Azucarera Granma, este año la temporada de lluvias fue
inusualmente larga en la zona, desde mayo hasta mitad de noviembre;
y los suelos oscuros plásticos de aquel macizo, ubicado en terreno
llano muy bajo de la cuenca del Cauto, demoran muchos días en secar
e impiden el acceso de los equipos de preparación de tierra.
"Incluso, varios pelotones están hoy a la espera de una
oportunidad mínima para entrar al campo y trabajar intensivamente,
pero la humedad no cede. Es un caso peculiar de Grito de Yara", dijo
Pérez.
En efecto, Granma constató in situ las vastas y baldías
extensiones anegadas, también cubiertas de malezas que frenan el
secado. Sin embargo, ¿se aprovechó bien la primera mitad del año, a
sabiendas de que este es un fenómeno tradicional en aquella comarca?
"De hecho —responde Alexis Rosales, director de la Unidad
Empresarial de Base (UEB) Atención a Productores de Grito de Yara—
las 1 500 hectáreas que logramos sembrar se cultivaron en esa etapa;
pero la maquinaria de preparación de tierra, disponible en nuestra
entidad y deficitaria en al menos medio centenar de tractores, no
permitió avanzar más.
"Además, los equipos de la UEB y los de las cooperativas,
conforman prácticamente el mismo parque que interviene en los
movimientos de la zafra; no obstante como el periodo de cosecha y
molida coincide con el momento óptimo para la siembra en Grito de
Yara (por naturaleza, de diciembre a abril), esta nunca inicia en
tiempo debido a la maquinaria".
Enterado de las razones objetivas —que por cierto, apuntan a una
falta de objetividad en la definición de los planes de siembra—,
Granma preguntó si algunas deficiencias subjetivas pudieron
menoscabar un avance mayor; pero solo de manera muy somera, los
directivos reconocieron "algunas incidencias por cuestiones
organizativas, relacionadas con el movimiento de los pelotones, el
cronograma de preparación, o la productividad de los equipos
utilizados".
Nuestro diario apeló entonces al análisis de los contratos que
para la siembra se establecen con las bases productivas, y comprobó
que en el caso del servicio de preparación de tierra, prestado a sus
19 cooperativas, la UEB de Grito de Yara se comprometió con
alrededor del 70 % de las áreas —según explicó Rosales—,
responsabilizando a los propios productores con el resto de sus
parcelas.
No obstante, en una rápida pesquisa, este rotativo confirmó que
ninguna base productiva cumplió lo pactado, incluso cuando disponía
de la mínima maquinaria para ocupar nuevas áreas. Hablamos, por
ejemplo, de cooperativas dueñas de un tractor de esteras DT-75, que
nada tiene que ver con los movimientos de zafra, y sin embargo, no
lo usaron para habilitar ni una sola de las pocas hectáreas
encargadas a la entidad campesina; a pesar de existir combustible
destinado al laboreo, y semilla y paquete tecnológico para
plantarla.
Obviamente, aquí subyace también un problema de actitud y
acomodamiento del productor, lo cual deberá superarse en campañas
siguientes si se quiere avanzar acorde lo planifica la economía
nacional; pues aunque la corrección de esta brecha no hubiera
evitado el atraso de hoy, sí pudiera respirarse con menos agitación
en este mes de diciembre, cuando Granma busca desesperadamente
ocupar con caña cada hectárea disponible bajo riego, a fin de
cumplir su plan.
UN RETO CONTRARRELOJ
La estrategia territorial para saldar la deuda no se ha hecho
esperar, aún cuando el 2012 y el plazo de cumplimiento suspiran el
final.
Tal parece que todas las gestiones, esfuerzos y recursos se
concentran ahora en llegar a la meta de 7 857 hectáreas, y ni las
entidades especializadas del azúcar, ni las de otros renglones
agrícolas, ni los gobiernos locales aupando movilizaciones de
equipos y personas, escatiman cualquier aporte posible, lo cual
obliga a señalar que no se alcancen resultados a toda costa y a todo
coste, por lo dañino que puede resultar económicamente.
En primera instancia, los macizos cumplidores asumieron, con la
seriedad de un plan anual, un número adicional de hectáreas para
sembrar: Niquero ya completó otras 300, Bayamo espera ocupar esa
misma cifra en lo que resta de año, y Masó, aunque todavía debe algo
a su propio plan, confirma que plantará al menos cien más.
Varias son las decisiones que resultan del intercambio constante
y las reuniones casi diarias, dirigidas por el Partido y el Gobierno
de Granma: crear condiciones emergentes de riego en áreas
disponibles, aprovechar parcelas baldías de otros tenedores,
promover competencias de roturación y surcado en las tierras de
Grito de Yara, que empiecen a secar; en las cuales, al decir de
Alexis, bajo riego hay entre 500 y 600 hectáreas concentradas en
cuatro cooperativas que, de ceder la humedad, admitirían una
labranza intensiva aún a tiempo.
En honor a la verdad, que esta última opción fuera posible sería
lo más favorable; pues aunque el aporte de otras empresas permita a
la provincia ceñirse el gallardete de cumplidora, lo cierto es que
si Grito de Yara no siembra su caña, habrá hipotecado parte del
crecimiento del volumen de la molida previsto para zafras venideras
en su industria.
De paso, sépase que este central es el de mayor capacidad de
fabricación en Granma, su producción de azúcar en la última
contienda significó apenas un cuarto de su potencial original (cien
mil toneladas), y explotarlo al máximo requerirá sembrar en sus
campos —los de mejor irrigación— casi el triple de la caña actual.
En consecuencia, hacer todo por cumplir la cifra del plan
refrendará, claro está, la seriedad del compromiso con el país; pero
pasado el minuto final del 2012, habrá que dedicar el primer día del
año siguiente a razonar con integralidad cómo lograr cada cosa a su
tiempo, porque la prisa de última hora puede resentir el progresivo
desarrollo del sector, lastimar la economía nacional, y amargar el
más dulce grano de azúcar. |