Los detalles de estas y de otras tantas revelaciones de corte
personal e intelectual, que de tan dinámicamente contadas hicieron
al auditorio dudar que ya había pasado casi una hora de charla,
fueron ofrecidos en el espacio Libro a la Carta, en la capitalina
librería Fayad Jamís, al que fue invitado este autor, que además de
haber sido favorablemente reconocido por su literatura de ficción (Dorado
mundo, Premio Razón de Ser de la Fundación Alejo Carpentier;
Descubrimiento del Azul, Premio Abril, Escuchando a Little
Richard, Premio Juan Rulfo, entre otros), tiene a su haber
también enjundiosos estudios que lo han llevado con éxito al ensayo
literario (La nueva cuentística cubana y Pastel flameante),
a la crítica de cine, y más recientemente, a la de tipo musical.
De hermosas intimidades como el nacimiento de El cumpleaños
del fuego, a partir de la lectura del primer poemario de su
amigo Amado del Pino, lo cual lo hizo escribir sin parar nueve
cuartillas que después se convertirían en novela; de cuánto les debe
a otros escritores con quienes intercambiaba lo que hacían, y de
cuán provechosa resultaba la "crítica demoledora" que se tributaban
en aras de conseguir un resultado mejor, conversó López Sacha, quien
también abordó su arduo trabajo —seis volúmenes— como antólogo de
cuentos cubanos, lo cual le permite una opinión autorizada sobre el
género.
"A partir del ochenta el cuento tuvo un momento muy importante y
se abre con El niño aquel, de Senel Paz, como lo vuelve a
tener en el noventa con El lobo, el bosque y el hombre nuevo.
Empieza entonces una revolución en el género, que le cambió la
estructura al punto que asimiló elementos teatrales, ensayísticos,
performáticos, plásticos e incluso matemáticos y, creo, la ha
cambiado radicalmente. Sigo pensando que el cuento ahora tiene una
gran avanzada, pero no la misma velocidad de transformación que tuvo
entonces. Estamos en un ‘remanso del péndulo’ que ha heredado esos
cambios, pero tampoco hay la misma calidad".
Nuevos rumbos emprende ahora este autor y aunque sigue trillando
los asuntos relacionados con la narrativa cubana que ya le es tan
familiar, se ha acercado también con gran acierto a la teoría
literaria y a la música. "Acabo de terminar un libro que se llama
Cinco aproximaciones a la música de la narrativa cubana
(Ediciones Unión), donde trato de explicarme fenómenos de la
estructura composicional de novelas y cuentos en términos de música
en general, de otras perspectivas que he descubierto en Carpentier,
en Martí y en otros escritores nuestros".
Varias novelas —entre ellas El más suave de todos los veranos
y Aire de luz—, "que se escriben divorciándose de la
realidad" aguardan ya por que el autor les pueda "pasar lija y
pintar". Han tenido que esperar a pesar de ser su género favorito
porque las circunstancias no le han permitido emprender ese largo
paseo que, considera, significa aventurarse en esta creación.
"Ahora, después de acumular 40 años de oído y de lectura, estoy
haciendo, como quería a los 18, textos sobre música,
fundamentalmente de rock. Saldrán por ahora alquilados en el blog de
mi amigo Senel Paz", nos dice, y le regala al auditorio un suculento
comentario desde el que es posible escuchar, con solo cerrar los
ojos, los punzantes sonidos producidos por los dedos del legendario
tecladista afronorteamericano Billy Preston.