Luis
Felipe Gama es un tipo simpático, original y extrovertido que
irradia naturalidad y carisma cuando toma sus atributos sobre el
escenario. Posee un extraordinario poder de comunicación, que hace
sentir al público como si estuviera en un encuentro de amigos en la
sala de su casa. Eso, unido a la sensual y seductora voz de la
cantautora Ana Luiza, convierte a este dúo en una de las más
radiantes perlas que se hallan en el terreno de la música brasileña
contemporánea.
Ya lo anunciaba Felipe desde la mitad del espectáculo, cuando se
adelantó al cuerpo de la nota periodística: "Si yo fuera a escribir
sobre el concierto diría que es un grupo que, sobre todo, canta
canciones de amor", comentó el pianista. Ciertamente el peso del
concierto recayó en temas, tanto de la autoría de Felipe como de
otros compositores que se toman en serio el credo del amor, pero
reflejándolo de una manera muy diferente y abarcadora. Sus textos
atraviesan el elocuente dolor de las rupturas, la ilusión por las
relaciones de pareja, pero también la esperanza por cambios sociales
que verdaderamente coloquen en el centro al ser humano.
El dúo, formado en 1994, resplandece también porque recupera las
máximas de la canción protesta latinoamericana, la misteriosa y
cautivante sensibilidad de la música brasileña y la nocturnidad del
jazz. Es, en suma, la música que te sujeta hasta dejarte caer en uno
de esos enigmáticos clubes de Río de Janeiro, para beberte completa
la noche, entre conversaciones de amigos y canciones que invitan a
pensar.
El público cubano que logró conocer del concierto probó el
"brebaje" en el Museo Nacional de Bellas Artes. De tal modo que,
quizás atrapado por las manos de la sorpresa, se descubrió frente a
una de esas alineaciones que saca la cara por la nueva música
brasileña, y sin abandonar un evidente respeto por los clásicos,
pide pista para tocar los escenarios de altura.
El grupo funcionó como un equipo. Se acoplaron en cada tema con
la maestría de quien lleva décadas en la carretera. La cálida voz de
Ana Luiza es otro de los puntales de la fuerza interpretativa. La
cantante resume la libertad de Mercedes Sosa, la fibra de Liliana
Herrero, el lirismo de Caetano Veloso, y la tradición de la poesía
latinoamericana.
Con semejante caldo de cultivo detrás, el dúo hizo tiempo para
rendirle un homenaje íntimo a la música cubana, personalizado
especialmente en la figura de la compositora Marta Valdés. Felipe no
se cortó en alabarla: "Marta es una de las grandes intérpretes sobre
la tierra", lanzó el pianista al público ante la presencia de la
notable compositora cubana, para después interpretar Deja que
siga sola y Palabras, dos temas esenciales en el
repertorio de esa trascendente artista.
Pero su relación con la Isla no quedó ahí. El dúo enriqueció su
concierto con la incursión de Haydée Milanés, cuyo repertorio
mantiene evidentes rasgos en común con la propuesta de los músicos
brasileños y con su puesta en escena.
El éxito de la invitación fue aprovechado por Felipe para
declarar su afecto por Cuba: "sigue siendo uno de mis amores como es
el de cualquier cubano alrededor del mundo".
El concierto del dúo, que también se hizo acompañar por el
contrabajista cubano Jorge Reyes, el baterista Enrique Plá, y el
percusionista Edgar Martínez Ochoa, resultó una extraordinaria
puerta de entrada a la nueva música brasileña. Su propuesta
evidenció cómo se cruzan los caminos de los clásicos y los más
jóvenes creadores del gigante sudamericano que mantienen viva y
renuevan una de las tradiciones musicales más pujantes del orbe.