Coppelia Jardín de Las Enramadas

Sandy no pudo arrancar el sentido de pertenencia

EDUARDO PALOMARES CALDERÓN

Pocos meses —como reflejó Granma en su edición del pasado 9 de octubre— bastó al Coppelia Jardín de las Enramadas, levantado en un antaño placer por el esfuerzo de sus trabajadores y la población, para adueñarse de la preferencia de los santiagueros. Esto, gracias a la excelencia en el servicio y el esmero por mantenerlo más bello cada día.

Fotos del autorDe inmediato el colectivo emprendió la recuperación de los toldos y lámparas coloniales.

Sin embargo, diecisiete días después de que el reportaje viera la luz en este diario, un intruso nombrado Sandy quiso borrar violentamente la grata imagen del centro, al ensañarse con la ciudad de Santiago de Cuba. Los fuertes vientos que aquí azotaron destruyeron seis de los siete toldos de las cubiertas, afectaron lámparas coloniales, y derribaron ocho flamboyanes, cinco ficos y dos palmas.

Las despreciables "sandeces" —al dispersar por doquier ramas, retazos de lonas, sillas y mesas, además de tejas de cinc y barro, pedazos de maderas y otros objetos transportados por el aire desde inmuebles cercanos— pretendieron hacer sucumbir nuevamente a la admirable instalación al solar en ruinas que otrora fuese.

Aunque faltan algunos toldos predomina el buen servicio a la población.

No obstante, el huracán no pudo arrancar del corazón de 120 hombres y mujeres el sentido de pertenencia que desde el primer día los ha caracterizado. De ahí que, encabezados por los administradores Luis Jiménez Quintana y Ricardo Despaigne Torres, corrieran bajo los últimos vientos y lluvias hacia el centro, que con sus propias manos ayudaron a construir.

"La primera impresión fue muy dura —recuerda Luis Jiménez—, al llegar y ver las cosas y el piso que día a día limpiamos hasta darle brillo, al jardín que jamás ha tenido una hierbita, los toldos tan pintorescos, llenos todos de gajos, tierra y churre, que hacían un nudo en la garganta y aguaban los ojos".

Tras verificar el estado de René Beltrán, Raúl Velásquez, Vladimir Delgado, Clemente Isla, Adrián Clavería, Eduardo Cisneros, Damián Salazar y Ronaldo Dupotey, quienes reforzaron la guardia en la madrugada y protegieron los equipos imprescindibles en la prestación de servicios, de inmediato el colectivo en pleno acudió al lugar para emprender la recuperación.

Todos coinciden con el administrador, Luis Jiménez, en que los jardines quedarán más bellos que antes. 

Fueron dos días dedicados a la recogida del desastre y la limpieza de canchas y salones, a la vez que varias compañeras lavaban las lonas y con agujas de zapatero traídas de sus casas las cosían cuidadosamente para que, una vez rehabilitada por los hombres la ligera estructura de cubierta, volvieran a convertirse en toldos.

Otro tanto sucedió con las lámparas coloniales arrancadas de sus basescon las cubiertas de cinc del salón central Sierra Maestra y la dulcería, cuyas tejas dañadas fueron enderezadas y reintegradas a su sitio.

"En menos de 72 horas le comunicamos al compañero Lázaro Expósito, presidente del Consejo de Defensa Provincial, que estábamos listos para prestar servicio al pueblo, pues contábamos con electricidad para la conservación de helados, la elaboración de dulces y la iluminación de los salones de venta", expresa Jiménez Quintana.

"Desde luego —interviene Eliover Silva Albeart, administrador de la dulcería—, solo dejamos de dar servicio en escasas horas, porque después que los compañeros del coppelia vendieron los cien galones de helado que quedaban del día anterior, nosotros redoblamos la producción de dulces y la oferta de refrescos fríos en un momento muy crítico".

El sábado 3 de noviembre se recibieron los primeros 500 galones de helados de Palma Soriano, y una vez restablecida la producción en la fábrica Siboney, de Santiago de Cuba, se están garantizando 800 galones diariamente, entre los cuales no ha faltado el demandado chocolate.

"A todos nos alegra ver cómo los niños y la población entera vuelven a llenar los salones —expresa la dependienta de salón Marelia Díaz Durruty—, y por eso no me da pena decir que lloré tanto por el techo que perdieron mis padres y una hermana, como por las afectaciones sufridas en nuestro coppelia".

Poco a poco, también se han ido recuperando los 147 jardines y la vegetación restante. Entre el colectivo se plantan nuevas especies, se gestiona la reposición de los toldos y farolas imposibles de recuperar, y esperan por la pintura para devolverle a la instalación sus vistosos colores.

"Esto va a quedar más lindo que antes —afirma Luis Jiménez—, pues se trata del compromiso del colectivo, que también ha acordado celebrar dos veces al año el cumpleaños del Jardín de las Enramadas. Uno cada 17 de junio, fecha de la inauguración, y otro los 25 de octubre, día en que Sandy no nos pudo arrancar el sentido de pertenencia".

 

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