Recibí su carta del 30 de Octubre. Usted entiende que sí fuimos 
			consultados antes de adoptar la decisión de retirar los proyectiles 
			estratégicos. Se basa en las noticias alarmantes que dice llegaban 
			de Cuba y por último mi cable del 27 de Octubre. No sé cuáles 
			noticias recibió usted; sólo respondo del mensaje que le envié la 
			noche del 26 de Octubre, recibido por usted el 27.
			Lo que hicimos frente a los acontecimientos, compañero Jruschov, 
			fue prepararnos y disponernos a luchar. En Cuba sólo hubo una clase 
			de alarma: la alarma de combate.
			Cuando a nuestro juicio el ataque imperialista se hizo inminente 
			estimé conveniente comunicárselo a usted y alertar tanto al Gobierno 
			como al Mando soviético —ya que había fuerzas soviéticas 
			comprometidas a luchar junto a nosotros en la defensa de la 
			República de Cuba de una agresión exterior— acerca de la posibilidad 
			de un ataque que no estaba en nuestras manos impedir, aunque sí 
			resistir.
			Le expresé que la moral de nuestro pueblo era muy alta y que la 
			agresión sería resistida heroicamente. Al final del mensaje le 
			reiteré de nuevo que esperábamos con serenidad los acontecimientos.
			El peligro no podía impresionarnos, porque lo hemos sentido 
			gravitar sobre nuestro país durante mucho tiempo y en cierto modo 
			nos hemos acostumbrado a él.
			Los hombres soviéticos que han estado junto a nosotros saben cuán 
			admirable ha sido la actitud de nuestro pueblo durante esta crisis y 
			qué honda hermandad se creó entre los hombres de uno y otro pueblo 
			en las horas decisivas. Muchos ojos de hombres, cubanos y 
			soviéticos, que estaban dispuestos a morir con suprema dignidad, 
			vertieron lágrimas al saber la decisión sorpresiva, inesperada y 
			prácticamente incondicional de retirar las armas.
			Usted quizás no conozca hasta qué grado el pueblo cubano se 
			dispuso a cumplir su deber con la Patria y con la humanidad.
			No ignoraba cuando las escribí que las palabras contenidas en mi 
			carta podían ser mal interpretadas por usted y así ha ocurrido, tal 
			vez porque no las leyó detenidamente, tal vez por la traducción, tal 
			vez porque quise decir mucho en demasiadas pocas líneas. Sin 
			embargo, no vacilé en hacerlo. ¿Cree usted compañero Jruschov que 
			pensábamos egoístamente en nosotros, en nuestro pueblo generoso 
			dispuesto a inmolarse, y no por cierto de modo inconsciente, sino 
			plenamente seguro del riesgo que corría?
			No, compañero Jruschov, pocas veces en la historia y hasta podría 
			decirse que ninguna, porque nunca tan tremendo peligro corrió sobre 
			pueblo alguno, se dispuso un pueblo a luchar y a morir con sentido 
			tan universal de su deber.
			Nosotros sabíamos, no presuma usted que lo ignorábamos, que 
			habríamos de ser exterminados, como insinúa en su carta, caso de 
			estallar la guerra termonuclear. Sin embargo, no por eso le pedimos 
			que retiraran los proyectiles, no por eso le pedimos que cediera. 
			¿Cree acaso que deseábamos esa guerra? ¿Pero cómo evitarla si la 
			invasión llegaba a producirse? Se trataba precisamente de que este 
			hecho era posible, de que el imperialismo bloqueaba toda solución y 
			sus exigencias eran desde nuestro punto de vista imposibles de 
			aceptar por la URSS y por Cuba.
			Y si el hecho se producía, ¿qué hacer con los dementes que 
			desatasen la guerra? Usted mismo ha afirmado que en las condiciones 
			actuales la guerra inevitablemente se transformaría en guerra 
			termonuclear, rápidamente.
			Yo entiendo que una vez desatada la agresión, no debe concederse 
			a los agresores el privilegio de decidir, además, cuándo se ha de 
			usar el arma nuclear. El poder destructivo de esta arma es tan 
			grande y tal la velocidad de los medios de transporte, que el 
			agresor puede contar a su favor con una ventaja inicial 
			considerable.
			Y yo no sugerí a usted, compañero Jruschov, que la URSS fuese 
			agresora, porque eso sería algo más que incorrecto, sería inmoral e 
			indigno de mi parte; sino que desde el instante en que el 
			imperialismo atacara a Cuba y en Cuba a fuerzas armadas de la URSS 
			destinadas a ayudar a nuestra defensa en caso de ataque exterior, y 
			se convirtieran los imperialistas por ese hecho en agresores contra 
			Cuba y contra la URSS, se les respondiera con un golpe aniquilador.
			Cada cual tiene sus propias opiniones y yo sostengo la mía acerca 
			de la peligrosidad de los círculos agresivos del Pentágono y su 
			tendencia al golpe preventivo. No le sugerí a usted, compañero 
			Jruschov, que en medio de la crisis la URSS atacara, que tal parece 
			desprenderse de lo que me dice en su carta, sino que después del 
			ataque imperialista, la URSS actuara sin vacilaciones y no cometiera 
			jamás el error de permitir las circunstancias de que los enemigos 
			descargasen sobre ella el primer golpe nuclear. Y en ese sentido, 
			compañero Jruschov, mantengo mi punto de vista, porque entiendo que 
			era una apreciación real y justa de una situación determinada. Usted 
			puede convencerme de que estoy equivocado, pero no puede decirme que 
			estoy equivocado sin convencerme.
			Sé que éste resulta ser un tema tan delicado que sólo en 
			circunstancias como ésa y en un mensaje muy personal se podía 
			abordar.
			Usted se preguntará qué derecho tenía yo a hacerlo. Lo abordé sin 
			importarme cuán espinoso era, siguiendo un dictado de mi conciencia 
			como un deber de revolucionario e inspirado en el más desinteresado 
			sentimiento de admiración y cariño hacia la URSS, a lo que ella 
			representa para el futuro de la humanidad y la preocupación de que 
			nunca más vuelva a ser víctima de la perfidia y la traición de los 
			agresores como lo fue en 1941, lo que tantos millones de vidas y 
			destrucción costó. Además, el que le hablaba no era un azuzador, 
			sino un combatiente desde la trinchera de mayor peligro.
			No veo cómo puede afirmarse que fuimos consultados de la decisión 
			tomada por usted.
			Nada puedo desear más en estos instantes que estar equivocado. 
			Ojalá sea usted quien tenga toda la razón.
			No son unos cuantos como le han informado a usted, sino muchos 
			los cubanos que en este momento viven instantes de indecible 
			amargura y tristeza.
			Los imperialistas ya empiezan de nuevo a hablar de invadir al 
			país, como prueba de lo efímeras y poco dignas de confianza que son 
			sus promesas. Nuestro pueblo, sin embargo, mantiene inquebrantable 
			su voluntad de resistir a los agresores y quizás más que nunca 
			necesite confiar en sí mismo y en esa voluntad de lucha.
			Lucharemos contra las circunstancias adversas, nos sobrepondremos 
			a las dificultades actuales y saldremos adelante sin que nada pueda 
			destruir los lazos de amistad y gratitud eterna hacia la URSS.
			Fraternalmente,
			Fidel Castro
			
				
					| El próximo sábado, 
					Granma concluye esta serie de trabajos sobre la Crisis de 
					Octubre de 1962, con el diferendo Cubano-Soviético y las 
					tres entrevistas personales que sostuvieron en 1963 el 
					Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz y el Primer Ministro de 
					la Unión Soviética, Nikita Jruschov  | 
			
			
			Cartas entre Fidel y Jruschov 
			(Del 26 al 28 de octubre de 1962)
			
			Cartas 
			entre Fidel y Jruschov (30 de octubre de 1962)