La doctora de Aguacate

Dilbert Reyes Rodríguez

Acostumbrada a pisar el asfalto de su ciudad natal, Yanelis casi muere en medio de un lodazal intrincado de los llanos del Cauto, mientras auxiliaba a sus pacientes en riesgo por las inundaciones.

Ocurrió el mismo miércoles en que las nubes grises, el viento en progresivo aumento y la llovizna convertida poco a poco en aguacero torrencial, anunciaban la cercanía de Sandy. Sin embargo, en las tierras bajas de Aguacate y otras cuatro comunidades aledañas, del consejo popular Grito de Yara, en el municipio granmense de Río Cauto, el peligro mayor eran las aguas desbordadas del Salado, que ya empezaba a dar muestras de soberbia.

En su primera misión como médico graduado, la bayamesa Yanelis Sánchez Roselló atendía la vasta zona desde hacía menos de un mes y, según le informaron ese día temprano, sería preciso evacuar a las personas más vulnerables hacia Grito de Yara. En espera de los tractores, ella preguntó si habían avisado a las 12 familias de La Macota, cuatro kilómetros más lejos, y como nadie le confirmó partió a campo traviesa bajo la lluvia, sola, y con el agua a media pierna, a dar la alarma.

Fotos Armando Contreras TamayoSiempre alegre y dispuesta, Yanelis es admirada por todos.

"No sabía dónde pisaba —cuenta Yanelis— hasta que un hombre casi al final del trayecto me dio una rama como bastón y me guió hasta la primera vivienda. Los puse sobreaviso casa por casa y enseguida organizaron la salida, primero de niños y mujeres, hacia mi consultorio en Aguacate, donde nos recogería el transporte.

"Traté de seguir hasta Saladillo, pero no me dejaron, y aunque insistí y logré salir, enseguida comprobé que solo a nado era posible. Entonces retorné con la misma dificultad a Aguacate, hasta que me dieron alcance en caballos para llevarme hasta Grito de Yara, pero de ningún modo acepté. No dejaría a mis pacientes, y menos sabiendo cuántos niños asmáticos tenía, embarazadas, enfermos que podrían necesitarme".

Los vecinos tenían una sólida razón. Yanelis es una asmática crónica que desde el lunes anterior había tenido los síntomas de una crisis, y en efecto, la "tirada" hasta La Macota le cobró enseguida, y muy caro, el atrevimiento.

Casi al anochecer llegaron las carretas, y mientras personalmente ordenaba quiénes se irían primero, ya sentía la opresión de la asfixia en el pecho. A duras penas la convencieron de irse en ese viaje con otras 146 personas, "un viaje terrible, el peor momento de mi vida", confiesa.

Las pocas fuerzas que le quedaban las compartía entre sujetarse de los tremendos bandazos por el camino intransitable, y repasar el estado de cada pasajero, los niños sobre todo, asegurándoles las capas improvisadas, calmándoles el llanto...

"Pero llegó el momento en que no pude más, apreté el brazo de mi enfermera y sentí que respiré el último poquito de aire que permitieron mis pulmones. Solo recuerdo el grito desesperado de las personas, el tractor detenido de repente, y el auxilio urgente del técnico rehabilitador que iba en la evacuación. Sandro me salvó la vida", dice.

"Estaba muy cianótica, casi asfixiada totalmente —relata Sandro Morales, el técnico en rehabilitación. Todo era proclive a una complicación: el agua, el viento, el agrupamiento. Lo único posible era estimularla con digitopuntura en algunos sitios clave. Así lo hice y pudo volver a respirar débilmente, hasta llegar a Grito de Yara".

La doctora Irais Coober Cadrelo fue la primera en recibirla: "Llegó en muy mal estado, con una cianosis severa por el déficit de oxígeno, y aún así entró al centro de evacuación con un pequeño en brazos. Hubo que atenderla de urgencia. Cuando fuimos a ponerle el suero debimos mostrarle que había suficientes para que lo aceptara, porque a pesar de su extrema debilidad insistía en que faltaban por llegar varios niños asmáticos, que ella aguantaba".

Alguien con un celular marcó a la casa de la madre, en Bayamo, quien con la presión disparada por la preocupación —aunque no sabía los detalles—, se tranquilizó mucho cuando su hija le afirmó: "Estoy bien, mami", y luego otra persona le explicó que cortó por ir a atender a unos pacientes, sin sospechar que el aliento no le alcanzó para decir más.

Narran testigos que cuando fue trasladada al consultorio médico reforzado —más grande y equipado—, un grupo numeroso de sus pacientes la acompañaron y esperaron por horas la recuperación.

Mejoró muy lentamente, pero al saber de la cantidad de vecinos a la expectativa, sin importarles la lluvia y el viento, decidió obstinadamente volver al centro de evacuación para que sus acompañantes se pusieran a resguardo. "No soportaba verlos allá afuera".

Dos días después del paso del huracán, de la noche épica pero terrible, a Yanelis hubo que trasladarla al hospital provincial Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, y todavía hoy está convaleciente.

La joven doctora solo volvió este jueves a Grito de Yara, "para justificar los días de mi ausencia", y de paso ofrecer esta entrevista. Granma debió esperar un mar de abrazos y saludos de compañeros suyos, de incontables vecinos y pacientes, hasta de gente que antes no la conocía. Belkis Fonseca, su auxiliar en el consultorio, habla de la preocupación constante en Aguacate y de cuánta gente lloró; Pedro Árias, residente en Las Ovas, dice que "es inigualable, extremadamente humana y preocupada", y Ana Castillo lamenta como muchos el cambio de consultorio en bien de su salud, "pero aunque esté un poco más lejos ahora, para nosotros seguirá siendo la Doctora de Aguacate".

Solo allí, entre tantos gestos de respeto, conocimos que el asma la castigó al menos tres veces desde que se instaló en el intrincadísimo lugar, permanentemente húmedo, y aunque en la primera crisis le propusieron un traslado a Grito de Yara, "nunca acepté porque la enfermedad no me haría más chiquita de lo que soy en estatura".

Yanelis tiene 32 años y la Medicina no fue su primera carrera. Iniciada como estudiante de Ingeniería Química, un tumor en el oído le interrumpió los estudios y la hizo padecer un par de años. Al parecer, tanto tiempo a merced de los médicos le alimentó la vocación, y acogida al Curso de Superación Integral para Jóvenes, aprobó el test de aptitud para hacerse doctora¼ y entonces recomenzó.

Yanelis se graduó en julio pasado, pero empezó a ejercer hace apenas un mes. En tan brevísimo tiempo volvio a graduarse con un título mayor, ejemplar, paradigmático. Ella no quiere que se lo repitan, "es que no hice nada extraordinario, era mi deber, los médicos tenemos un juramento¼ ", pero su gente allí la ve como una heroína.

Por mucho tiempo no podrá evitarlo; es un riesgo que corre la persona cuando en ella es verdad el amor, la humildad, la actitud cabal.

 

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