Después de concluida la obra Impromptu Lecuona que cerraba
el espectáculo, según rezaba en el programa, un silencio invadió la
sala, nadie se movió de las butacas... Se descorrieron las cortinas.
Un piano en la escena y el maestro Leonardo Milanés. Después el
Vals de las mariposas, de Lecuona, y con sus notas regresaban
grandes nombres del firmamento del Ballet Nacional de Cuba (BNC) en
el tiempo: Orlando Salgado y Martha García, Lázaro Carreño y María
Elena Llorente, Osmay Molina, Félix Rodríguez, hasta que apareció en
escena, otra vez, nuestra Alicia Alonso con Jorge Vega al paso del
vals. Fue la apoteosis.
Se trataba de la reposición de una pequeña joya coreográfica que
Alicia entregara en el 12 Festival (1990), Retrato de un vals.
Una obra sencilla, un ballet ingenuo, como ella misma lo catalogara
en estas páginas en su momento. En él ofrece una pincelada de la
época del nacimiento del cine, un recuerdo de salón. En escasos diez
minutos puso a bailar a un grupo de parejas para recrear una
atmósfera. Los diseños y el vestuario fueron creados especialmente
por el diseñador alemán Armín Heinemann.
Por la cuerda de la memoria, y acercándonos a muchos rostros de
otros tiempos del BNC, llegó en la gala Tarde en la siesta,
singular coreografía de Alberto Méndez, que vivió un momento
particular de la mano de nuestras cuatro joyas de hoy: Viengsay
Valdés (Soledad), Sadaise Arencibia (Consuelo), Anette Delgado
(Esperanza) y Yanela Piñera (Dulce), quienes entregaron lo mejor de
sí en cada movimiento.
Un instante de alto vuelo coreográfico aportó al programa el
estreno en Cuba de Interludio en el limbo, de Carlos I.
Santos, quien es director artístico del Ballet Nacional de Puerto
Rico. Esta aventura artística con música de Mozart atrapó al
espectador. El punto de partida de la obra es diverso, y la técnica
clásica sirve a un lenguaje contemporáneo hecho de novedosas
imágenes/recursos danzarios, levantado sobre fuerte relación
expresiva por parte de los bailarines del BNC: Mayrel Martínez,
Analucía Prado, Lissette Santander, Gian Carlo Pérez, Miguel Anaya y
Josué Jústiz. No son fáciles de cumplir los planteamientos del autor
de esta obra, pero los intérpretes exhibieron una sólida técnica y
proyección comunicativa.
Durante la función cruzó otro estreno en Cuba, Suite Lecuona
(Córdoba), coreografía de Gloria Contreras, interpretada por
Valeria Alavez (Taller Coreográfico de la UNAM, México) quien dejó
un hálito de buen gusto en su breve paso por la escena. Un toque de
lirismo aportaron Bianca Fota y Gigel Ungureanu, del Ballet de la
Ópera de Bucarest (Rumanía) en el dúo de amor de Espartaco;
mientras que el de humor apareció de la mano de La Commedia e...
danzata, coreografía de Alicia Alonso que resulta un juego
escénico que sustenta la idoneidad de la danza para expresar la
comedia, muy bien interpretado por Grettel Morejón, Alejandro Silva,
Miguel Anaya, Ernesto Díaz y Serafín Castro. Impromptu Lecuona,
firmada por Alicia, y sobre versiones orquestales de La Comparsa
y Malagueña, tuvo en el protagónico a la excelente Verónica
Corveas que con su ánimo contagió a toda la compañía.