Casas completas resultaron barridas con todos sus bienes adentro. 
			También se perdieron computadoras y útiles escolares de la escuelita 
			primaria, así como refrigeradores, televisores, enseres del hogar, 
			ropa y otros objetos valiosos de los vecinos, los cuales fueron 
			víctimas de la furia del río, en una crecida sin precedentes, según 
			cuentan.
			Pero lo que no pudo llevarse el temporal fue la solidaridad entre 
			los vecinos, ni la fe en que más temprano que tarde, con el esfuerzo 
			y la colaboración de todos, la mayor parte de los problemas quedarán 
			resueltos.
			Dolido por la pérdida de su casa está el viejo Julián Sardá, 
			quien se quedó únicamente con la ropa y los zapatos que llevaba 
			puestos en el momento de la crecida. Sin embargo, ya este domingo 
			comenzó a recibir ayuda de la familia y de los vecinos. 
			"Esto no ha sido fácil, pero preservamos la vida que es lo más 
			importante. Mire, por ahí andan unos técnicos de refrigeración que 
			están tratando de salvarme el refrigerador, el cual fue a caer como 
			a un kilómetro de la casa en un potrero cercano. También los 
			compañeros del Consejo de Defensa me explicaron que a través de los 
			subsidios podían ayudarme con algunos materiales para reconstruir la 
			vivienda". Y aferrándose al viejo horcón que quedó en pie, asegura: 
			"¡Olvídese, que aquí nadie quedará desamparado!".
			Igual de optimista está Oria Sarda, una mujer que también perdió 
			muchos bienes: su hogar, la ropa, el fogón, los calderos y 
			utensilios de cocina, logrando salvar solo el televisor y el 
			refrigerador gracias a la altura en que los ubicó. 
			"De eso yo me repongo. Lo irrecuperable hubiera sido alguna 
			desgracia personal. Mi hija Darianna y mi nieta Vaneyi salvaron sus 
			vidas gracias a los compañeros de las FAR, quienes vinieron con sus 
			helicópteros y se las llevaron a lugares más seguros. Dicen que más 
			de 300 personas fueron ayudadas por estos compañeros". 
			Ese mismo espíritu era el que imperaba en los trabajadores de la 
			escuela primaria Restituto Muñiz, cuya directora, Mayela Pérez, se 
			batía en medio del fango, junto a su colectivo, para que este lunes 
			los niños pudieran asistir a sus clases.