(1966) 
			nació y vivió en el holguinero pueblo de Mayarí, otro mundo, el 
			descrito por Homero en las épicas batallas de La Ilíada, le 
			habitó el pequeño corazón y se le coló para siempre en las venas.
			
			
			 "Mi afición era leer y leer y ese entorno griego se me metió en 
			la cabeza", recuerda todavía con melancólico tono este laureado 
			narrador que prefirió vivir en su niñez la aventura de los libros a 
			la de montar a caballo o empinar papalote como lo hicieran sus 
			coetáneos al tiempo en que él "no podía sacar los ojos del libro".
"Mi afición era leer y leer y ese entorno griego se me metió en 
			la cabeza", recuerda todavía con melancólico tono este laureado 
			narrador que prefirió vivir en su niñez la aventura de los libros a 
			la de montar a caballo o empinar papalote como lo hicieran sus 
			coetáneos al tiempo en que él "no podía sacar los ojos del libro".
			
			Estas y otras revelaciones sobre su universo interior y su faena 
			narrativa fueron expresadas en el espacio Libro a la Carta, en la 
			Librería Fayad Jamís, por este autor que en menos de diez años ha 
			merecido reconocimientos literarios tan significativos como el 
			Premio UNEAC de cuento Luis Felipe Rodríguez; el Iberoamericano 
			Julio Cortázar y el Casa de las Américas en el 2010. 
			Circunstancias familiares condujeron al joven estudiante de 
			sólidas y tempranas motivaciones literarias a torcer el rumbo de su 
			carrera de Lengua Inglesa y estudiar definitivamente en la otrora 
			Unión Soviética la Ingeniería Mecánica de la que se graduó con más 
			penas que glorias por aprovechar el entorno que su nueva vida le 
			ofrecía para nutrir su mundo personal y dotarlo de esa cultura que 
			le llegó a suministrar durante años "una respiración rusa". 
			Un criterio curioso dejó bien claro este autor que tanto les debe 
			a escritores como Juan Rulfo y Alexei Tolstói, en varios momentos de 
			su intervención, y es que en su opinión "uno solamente puede 
			escribir las novelas que lleva en el cuerpo, ni más ni menos. Yo me 
			estaba armando una cultura literaria sin saberlo y me estaban 
			naciendo historias que serían la reserva que después convertiría en 
			literatura".
			A las novelas escritas para adultos, que en su caso particular 
			tiene algunas ya bastante adelantadas —aunque ninguna ha sido 
			publicada aún— se está refiriendo con estas apreciaciones el 
			escritor que sí ha visto ya en letra impresa varias obras de este 
			género dirigidas a niños y jóvenes, pasión esta a la que piensa más 
			adelante dedicar la mayor parte de sus creaciones, y para las que 
			tiene valoraciones diferentes. 
			"Esta literatura tiene que ver con lo que llevas por dentro, a 
			escribir para niños no se puede aspirar si uno mismo no es un niño. 
			Los códigos que rigen ese género son muy antiguos y no han cambiado, 
			hoy se escribe para niños y se usa un antihéroe, creo que eso es un 
			error, el niño siempre será un niño y no puede usar un antihéroe 
			porque no lo reconoce, hay que ser muy cuidadoso". 
			Ha sido el cuento el género más trabajado por Medina y con el que 
			ha merecido esos Premios que, según nos dice, necesita "sacudirse" 
			para seguir trabajando sin que obstaculicen —como lo hacen por la 
			pérdida del anonimato del autor que tanto lamenta— su labor 
			cotidiana. El cuento, que deja para las cosas puntuales y para 
			tomarles una fotografía a momentos específicos de la vida, se le ha 
			aparecido y se le "ha metido por el medio" a esas novelas 
			inconclusas que han tenido que esperar. 
			A Medina no le sirven para decir lo que quiere decir ni la poesía 
			ni el testimonio. Necesita narrar para leerse esas novelas que ya 
			han hecho nido en él y pugnan por ser. Escribe sobre el dolor, la 
			frustración, la desesperanza, y para ello le interesa más describir 
			el entorno y hacer que responda a ese hecho inicial que puede ser 
			intrascendente y conseguir que el lector se meta en ese mundo que 
			está creando. 
			"Mis personajes son seres que viven un poco aparte del mundo, que 
			van por la vida con una pena. No tengo personajes luminosos ni 
			sonrientes ni felices. Me debo una novela sobre Oliverio Cronwell y 
			una sobre el derrumbe del socialismo en Uzbekistán, que viví dentro 
			de mi piel. Y para niños y jóvenes tengo empezada una novela de 
			caballería que ocurre en la Edad Media, en Europa central. Tengo 
			tanta literatura medieval en la cabeza que me siento en deuda con 
			eso. Y también con el niño que fui, por eso escribo las novelas que 
			quiero leerme".