El supersónico Felix
“Si un hombre dispone de un dosel de paño que
tenga 12 brazos de cara por 12 de alto, podrá arrojarse de cualquier
altura, sin hacerse daño”. Leonardo da Vinci (1472-1519)
ALFONSO NACIANCENO
alfonso.gng@granma.cip.cu
"A veces tenemos que llegar muy alto para ver lo pequeño que
somos". El austriaco Felix Baumgartner acuñó la frase al "aterrizar"
de su viaje desde la estratosfera, cuando rompió la barrera del
sonido.
Baumgartner
rompió la barrera del sonido en su caída libre a una velocidad
superior a los 1 300 kilómetros por hora.
Un fino globo de helio (0.002 centímetros de grosor) en dos horas
y 36 minutos lo elevó en una cápsula hasta 39 mil 68 metros, el
punto más alejado de la Tierra alcanzado por un ser humano.
El salto al vacío de este temerario de las alturas (43 años de
edad) transcurrió sin apoyo mecánico y en un momento de los cuatro
minutos y 20 segundos iniciales del descenso —sin abrir el
paracaídas— alcanzó una velocidad de 1 342,74 kilómetros por hora
(caída libre es el movimiento de un cuerpo bajo la acción ejercida
por un campo gravitacional).
Los modernos aviones comerciales, al estilo de los Airbus, que
vencen grandes distancias con más de 370 pasajeros a bordo, dotados
de varios motores de reacción según el modelo, fijan su velocidad
crucero entre los 896 y 907 km/h. Si la ruta a cubrir fuera por
tierra, entonces los rapidísimos trenes bala (por ejemplo, los
Shinkansen japoneses) se desplazan hasta un límite de 320 km/h.
Por supuesto, ambos medios de transporte no están diseñados para
romper la barrera del sonido, pero si después de emplearlos hay
quienes confiesan haber experimentado fuertes emociones durante su
raudo viaje, qué habrá sentido Baumgartner en su vuelo del cielo al
suelo.
El austriaco protagonizó una trilogía de récords: el mayor
ascenso en un globo; el salto desde una altura inusitada (el
anterior era del norteamericano Joe Kittinger, desde 31 mil 333
metros, en 1960); y haber roto la barrera del sonido.
MÁS AVENTURAS EN EL CAMINO
Felix Baumgartner, nacido el 20 de abril de 1969 en Salzburgo,
Austria, preparaba su salto desde enero del 2010, y su equipo de
colaboradores tuvo por mentor a Kittinger, de 84 años.
Hizo una primera incursión desde los 21 mil 817 metros de altura,
y en su caída libre de tres minutos y 43 segundos surcó el espacio a
360 km/h, antes de abrir el paracaídas. En la siguiente, se elevó
hasta los 29 mil 460 m y previo a desplegar el parapente viajó a 862
km/h.
Los entrenamientos que antecedieron a la partida el pasado 14 de
octubre desde Nuevo México, le aportaron experiencia para evitar
giros descontrolados que le causaran la pérdida del conocimiento,
inconveniente que eliminó desde los instantes iniciales de la
aventura. Sin embargo, eso no lo libraba del peligro, pues un
imprevisto pudo haberle causado la muerte si el traje especial
presurizado —protege contra el fuego y soporta temperaturas de 56
grados bajo cero— se rasgaba.
Entre 1998 y el 2003, las torres Petronas de Kuala Lumpur,
Malasia, eran los edificios más altos del planeta (452 m). Hacia
allí dirigió sus pasos Baumgartner en 1999 e impuso el récord al
lanzarse de una de ellas. En el 2003, utilizando un traje con alas
de fibra de carbono, fue el primero en sobrevolar el Canal de la
Mancha, brazo de mar del océano Atlántico que lo comunica con el Mar
del Norte, al oeste de Europa, y separa el noroeste de Francia de
Gran Bretaña.
Amén de exhibiciones en diferentes países, el 12 de diciembre del
2007, el austriaco tomó por escenario el piso 91 del edificio Taipei
101, en Taipei de China. Desde su plataforma de observación, a 390 m
de la base, realizó un salto al vacío que se suma a otros efectuados
por él desde lugares célebres como el Cristo Redentor, de Río de
Janeiro, y el Viaducto de Villau (Francia).
Preparación física, síquica, valentía, experiencia como
paracaidista, son algunas de las condiciones de Felix Baumgartner,
quien una vez en tierra manifestó su intención de abandonar el
deporte extremo y dedicarse a pilotear helicópteros para combatir
incendios y salvar vidas humanas.
Barrera del sonido: “Barrera
omnipresente” que viaja en todas direcciones a la velocidad
constante de 1 234,8 kilómetros por hora, la velocidad del
sonido, y al ser vencida por un objeto, estalla provocando
una explosión sónica que puede molestar al oído humano. En
la estratosfera, debido a la menor resistencia del aire, su
velocidad es de 1 110 km/h. |
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