Valor sagrado de todos los cubanos, parte sustancial e íntima de
nuestra identidad, el Himno Nacional es presencia constante en
numerosos actos de nuestra vida, no solo por su uso ceremonial sino
como atributo imprescindible para confirmar nuestro origen y
destino, nuestro arraigo e identidad, nuestra irreductible vocación
patriótica, justiciera y libertaria.
En vísperas de conmemorar este 20 de octubre el aniversario 144
de que se cantara por primera vez en Bayamo —fecha consagrada como
Día de la Cultura Cubana—, me permito llamar la atención sobre un
aspecto de su interpretación que no siempre se toma en cuenta, sobre
todo cuando lo entonamos a capela, es decir, sin acompañamiento
instrumental, al inicio de actos públicos, en escuelas y centros de
trabajo o en reuniones comunales.
Me refiero al aire con que se entona. Un aire lento, desganado,
que alarga su duración. Compárese con su ejecución por bandas
militares o de concierto.
Al comentar este asunto, el maestro Electo Silva, fundador del
Orfeón Santiago y una de las máximas autoridades del arte coral en
el país, nos ha dicho: "El Himno Nacional es un canto combativo, una
exhortación patriótica. Si cuando su música fue estrenada, antes del
estallido de la guerra, en un oficio religioso para enmascarar su
objetivo, tuvo un aire moderado y solemne, ya en Bayamo, al darle
forma definitiva Perucho Figueredo y con la ciudad conquistada por
la revolución, se desplegó como un canto enérgico".
"Esa energía —acotó Electo— es lo que se echa de menos en no
pocas interpretaciones hoy día. Debe interpretarse como una marcha,
haciendo énfasis en marcar el ritmo. No digo que haya que cantarlo a
tropel, acelerando la velocidad de las frases, sino de acuerdo a su
expresión, con energía y determinación. Por mi experiencia sé que en
un colectivo sin entrenamiento coral hay personas que temen
desafinar o no empastar y por eso retardan el aire y transmiten a
los demás ese desasosiego. Hay que alejar ese temor. Nadie va a
juzgar la perfección del canto, sino su carácter y emoción. En todo
colectivo hay un guía y ese es el que debe dar la pauta del aire de
la interpretación vibrante del Himno".
Ante esa atinada observación de Electo, me permito una
sugerencia: la necesidad de que en cada escuela, la enseñanza de la
melodía y la letra del Himno, se haga acompañar de la transmisión
del patrón rítmico y el aire de la composición.
Una hermosa y permanente tarea para los maestros cubanos a lo
largo y ancho de la nación.