Por su parte, el Departamento de Estado, mediante presiones y
chantajes de todo tipo, instaba a la ruptura de relaciones
diplomáticas con el Gobierno cubano y ejercía su influencia dentro
de la OEA para que se adoptaran sanciones colectivas contra Cuba
dentro del sistema interamericano. Tal fue la utilización de los
mecanismos de la llamada "ayuda económica" prometida en la "Alianza
para el Progreso".
Continuaba así la escalada de presiones internacionales en un
intento por atraer a los países del hemisferio a fin de participar
en su "cruzada"contrarrevolucionaria. El punto culminante de esta
ocurrió durante la VIII Reunión de Consulta de la OEA, en enero de
1962, cuando la Casa Blanca logró aprobar una resolución para
expulsar a Cuba de ese organismo regional.
Al Pentágono se le asignó un papel principal dentro de la
estrategia político-militar para destruir a la Revolución Cubana, en
correspondencia con lo cual el presidente Kennedy dispuso que la
Junta de Jefes de Estados Mayores preparara un nuevo plan de
invasión a la Isla, para utilizarlo cuando fuera necesario.
En 1962, a diferencia de años anteriores, tanto la preparación
combativa como operativa de las fuerzas armadas de Estados Unidos
perseguía el fin de adiestrar a las tropas y a los Estados Mayores
en operaciones de desembarcos aéreos y navales contra una supuesta
isla. En el verano de ese año, el Pentágono tomó otras medidas:
reforzó la 2da. Flota del Atlántico con buques de la 6ta. y la 7ma.
Flotas del Mediterráneo y del Pacífico, respectivamente.
A la par, en 1961 y 1962 se intensificaron notablemente las
acciones de los grupos diversionistas y de bandidos en Cuba, y
aumentó el número de agentes de la CIA que se infiltraron en el
país.
Los documentos secretos desclasificados en Estados Unidos revelan
cómo, a finales de 1961, se decidió la elaboración de un programa
secreto que recibió el nombre cifrado de Operación Mangosta, cuyo
propósito era —mediante acciones subversivas y diversionistas—
socavar la economía nacional, promover entre la población el
descontento y la hostilidad contra el poder revolucionario en Cuba.
Con el fin de controlar esa operación se creó el Grupo Especial
Ampliado (GEA), integrado por el asesor del presidente Kennedy para
la Seguridad Nacional y altos funcionarios representantes de los
departamentos de Estado, de Defensa, de la CIA, de la Junta de Jefes
de Estados Mayores y con la participación activa del Fiscal General
de Estados Unidos, Robert Kennedy, hermano del mandatario
estadounidense.
El GEA aprobó las 33 tareas de la Operación Mangosta en seis
etapas para su ejecución y cuyo final se preveía para el mes de
octubre, cuando presuntamente tuviera lugar una rebelión interna que
sería apoyada por una intervención militar de las fuerzas armadas
norteamericanas.
Las acciones concebidas en Mangosta se desarrollarían bajo los
siguientes supuestos: primero, al ejecutar el derrocamiento del
Gobierno cubano, Estados Unidos haría el máximo uso de recursos
nativos, internos y externos, pero reconocía que el éxito final
requería de su intervención militar, y segundo, la participación de
los nativos se utilizaría para justificar la preparación de la
intervención, así como para facilitarla y apoyarla.
A principios de 1962, la Agencia Central de Inteligencia creó la
Fuerza Operante W —órgano secreto de esa institución para la
ejecución de las actividades de Mangosta— la que se guiaba por las
orientaciones del GEA. Para esta actividad, se contó con un total de
400 oficiales de la Estación CIA de Miami, denominada con el nombre
clave JM/WAVE, así como en la oficina central de Langley.
La CIA, junto a las tareas diversionistas, prestó interés a las
actividades de espionaje, en particular el militar. Los servicios de
inteligencia de Estados Unidos daban una gran importancia al
conocimiento del nivel alcanzado en la capacidad defensiva de Cuba
y, especialmente, a los suministros de armamento y técnica de
combate procedentes de la Unión Soviética.
Con estos mismos objetivos la Marina de Guerra y la Fuerza Aérea
estadounidenses realizaban una intensa exploración radioelectrónica
de todo el país y de sus vías marítimas de acceso. Se incrementaron
los reconocimientos fotográficos que realizaban los aviones espías
U-2, violando el espacio aéreo cubano. Todos esos datos fueron
utilizados en sus planes de invasión contra Cuba.
Para la dirección cubana se hizo evidente, después de la derrota
de Playa Girón, cuáles eran los objetivos políticos de Washington
hacia Cuba y cómo estos iban encaminados a la eliminación del
sistema socialista en la Isla. Se tenía la convicción de que la Casa
Blanca consideraba como seria alternativa el empleo de sus propias
fuerzas armadas, apreciación que se confirmaría en los meses
posteriores.
Ante la inminencia de una agresión militar directa por parte de
Estados Unidos, el Gobierno Revolucionario tomó medidas para elevar
la capacidad defensiva del país. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias
(FAR) experimentaron cambios sustanciales en su estructura y
composición. Las tropas terrestres pasaron a la estructura de
ejércitos, lo cual produjo un cambio cualitativo superior en la
organización militar y en el establecimiento de unas fuerzas armadas
modernas, de acuerdo con las necesidades de la defensa del país. De
igual forma, los batallones de las Milicias Nacionales
Revolucionarias se integraron en divisiones de infantería de tiempo
de guerra, y pasaron a ser la primera reserva de los ejércitos.
Simultáneamente, se desarrollaron otros tipos de fuerzas armadas,
armas y especialidades militares.
Durante ese año, la situación se hizo más amenazadora para la
seguridad y la independencia de Cuba. Ello demostraba lo oportuno de
las medidas adoptadas en relación con el fortalecimiento de la
capacidad defensiva del país. Desde 1961, el Gobierno de Cuba se
había dirigido al de la URSS, para acelerar los envíos de armamento
y medios de combate necesarios para el reforzamiento militar
defensivo y la modernización de las FAR.
A finales de ese año comenzaron a llegar importantes suministros
de armamento para las nuevas unidades. Un grupo de especialistas
militares soviéticos puso sus conocimientos y experiencias al
servicio del desarrollo y preparación de las tropas y los cuadros de
mando de las FAR.
El 29 de mayo de 1962, llegó a Cuba una delegación presidida por
Sharaf Rashidov, miembro suplente del Presidium del Comité Central
del PCUS e integrada por el mariscal Serguei Biriuzov, jefe de las
fuerzas coheteriles estratégicas, y otros altos oficiales
soviéticos, así como Alexander Alexeiev, quien poco después ocuparía
el cargo de embajador de la URSS en La Habana. La delegación
soviética tenía la misión, encomendada por Nikita Jruschov, de
proponer al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz la posibilidad de
emplazar cohetes de alcance medio e intermedio en Cuba.
Esta propuesta se analizó en el Secretariado de la Dirección
Nacional del Partido, donde se tomó la decisión de responder
afirmativamente, pues se tenía la convicción de que esa medida sería
un importante aporte internacionalista de Cuba al fortalecimiento
del campo socialista en su conjunto y, de hecho, contribuiría a la
defensa del país al disuadir a los gobernantes estadounidenses de
realizar sus designios agresivos. La dirección cubana planteó la
necesidad de plasmar esto en un acuerdo militar para su posterior
publicación.
Con el fin de discutir los detalles de ese acuerdo, el Ministro
de las FAR, Comandante Raúl Castro Ruz, viajó a Moscú entre los días
3 y 16 de julio. Como resultado de esas conversaciones, los
ministros de Defensa de la URSS y de las FAR de Cuba iniciaron el
cumplimiento del acuerdo militar, que sería firmado y publicado
cuando, en noviembre de ese año, Jruschov visitara el país.
Mediante el mismo se inició la Operación Anadir que consistió en
el traslado y dislocación en Cuba, entre los meses de julio y
octubre, de una Agrupación de Tropas ascendente a 43 mil efectivos y
gran parte del armamento estratégico acordado.
Esta Agrupación de Tropas soviéticas, según el proyecto de
acuerdo, estaría subordinada directamente al Gobierno de su país y
cooperaría con las FAR en la defensa del territorio cubano durante
las acciones militares en caso de una agresión exterior. Asimismo,
se establecía jurídicamente que las Tropas de la Unión Soviética
debían respetar la soberanía y el orden legal de Cuba y, por
consiguiente, no adquirirían derechos de ocupación de territorios ni
otros ajenos a sus funciones.
El proceso de dislocación de los misiles y las tropas soviéticas
en el país se realizó con un alto grado de enmascaramiento. A pesar
del esfuerzo realizado por mantener el secreto, la inteligencia
enemiga comenzó a obtener datos sobre el reforzamiento militar del
país.
La situación fue empeorando cada vez más. En Estados Unidos se
produjo una furibunda campaña de propaganda en torno al
establecimiento de tropas soviéticas que perseguía el objetivo de
crear las condiciones favorables en la opinión pública interna para
que apoyara una agresión militar directa.
Como parte de esta escalada, el Comité de Relaciones Exteriores y
Servicios Armados del Senado norteamericano presentó a la
consideración del Congreso una Resolución Conjunta (No. 230),
aprobada entre los días 20 y 27 de septiembre, que otorgaba al
Presidente de ese país la facultad de hacer uso de las armas contra
Cuba por supuestas actividades agresivas y subversivas en cualquier
parte del hemisferio, así como de impedir en la Isla la creación o
el uso de una capacidad militar que pusiera en peligro la seguridad
de Estados Unidos, además de cooperar con los apátridas cubanos. El
4 de octubre se acordó otra Resolución, mediante la cual se
recomendaba que en el seno de la OEA se conviniera un fallo similar,
a fin de obtener un apoyo internacional a sus planes agresivos.
Esta insólita y descarada Resolución resumía toda la política de
hostilidad que caracterizaba la conducta del gobierno de Estados
Unidos respecto a Cuba, violando los más elementales principios del
derecho internacional y la Carta de las Naciones Unidas al proclamar
abiertamente el uso de la fuerza.
La respuesta de Cuba no se hizo esperar. El Consejo de Ministros
del Gobierno Revolucionario publicó, el 29 de septiembre, una
declaración en la que se denunciaban los propósitos beligerantes que
animaban al gobierno imperialista de Estados Unidos y, a su vez,
puntualizaba la política de principios de la Revolución Cubana.
Asimismo, en ese documento, Cuba reafirmó los deseos de convivencia
pacífica de su pueblo.
Los propósitos que animaban esa declaración fueron reafirmados
por el presidente Osvaldo Dorticós Torrado en su discurso en el
pleno del XVII periodo de sesiones de la Asamblea General de la ONU.
Entretanto, continuaban los preparativos bélicos para la agresión
directa. Se concentraron fuerzas militares en zonas cercanas a Cuba,
bajo la cobertura del ejercicio Phibruglex 1/62 anunciado para los
días 15 y 30 de octubre en el área del Caribe. El presidente
Kennedy, con la autorización del Congreso, llamó a filas a 150 000
reservistas.
En el mes de octubre comenzó la dislocación de tropas en las
regiones sudorientales del continente. En la Florida y en Texas se
reagruparon varias divisiones norteamericanas, integradas por más de
100 mil efectivos de tropas de infantería y fuerzas blindadas.
Durante septiembre y la primera quincena de octubre se aumentaron
los vuelos espías de los aviones U-2 sobre el territorio cubano.
El 16 de octubre, cuando toda la maquinaria militar del
imperialismo estaba preparada para el zarpazo contra la Revolución,
le mostraron a Kennedy las fotos aéreas reveladoras de los
emplazamientos de cohetes de mediano alcance en Cuba. El Presidente
norteamericano dispuso, de inmediato, incrementar los vuelos de
reconocimiento sobre la Isla y que los servicios de inteligencia
realizaran los estimados acerca del momento en que esos misiles
fueran operacionales.
Además, creó un "grupo especial", integrado por altos
funcionarios del gobierno, con la finalidad de analizar la situación
y debatir las medidas a poner en práctica para lograr la retirada de
los cohetes nucleares soviéticos. Este grupo fue conocido con el
nombre de Comité Ejecutivo del Consejo de Seguridad Nacional (ExCmo),
el cual se mantuvo en sesión permanente durante todo el tiempo que
duró la crisis, actuando como consejo asesor del presidente Kennedy.
En la primera semana se reunió, de modo confidencial, hasta llegar a
la decisión de decretar el bloqueo naval a Cuba.
A las 7:00 p.m. del día 22 de octubre, Kennedy se dirigió a su
país y a todo el mundo, a través de la radio y la televisión, para
informar la decisión de llevar a cabo el bloqueo naval alrededor de
Cuba, al cual denominó "cuarentena" con el marcado propósito de
encubrir el carácter guerrerista de esa medida.
En el Pentágono —desde la mañana del 22—, la Junta de Jefes de
Estados Mayores envió una directiva sobre las operaciones del
bloqueo a la Flota del Atlántico. Al mediodía comenzaron a
desconcentrarse los bombarderos B-47 del Comando Aéreo Estratégico
(SAC) en 40 aeropuertos civiles estadounidenses; cada uno llevaba
sus cargas nucleares. Ese mismo día, el SAC ordenó mantener el 25 %
de los B-52 realizando la guardia en el aire con armamento nuclear,
situación que continuó por espacio de 15 días. El resto de la
aviación se encontraba con similares medios y lista para despegar en
15 minutos.
Cinco divisiones del ejército, sin contar la 1ra. División
Blindada que se encontraba en camino hacia el Fuerte Stewart, en
Georgia, estaban en estado de alerta. Las Fuerzas de Tareas para el
Bloqueo Naval incluían 238 buques; ocho portaaviones, dos cruceros,
118 destructores, 13 submarinos, 65 buques anfibios y 32 auxiliares.
El Pentágono dispuso una fuerza de 250 000 hombres para la
invasión a Cuba, así como los medios aéreos para ejecutar no menos
de 2 000 misiones. Además, adicionalmente se aprobó la preparación
de cien buques mercantes para el traslado de las tropas y, como
complemento a la exploración estratégica de los U-2, se decidió
realizar vuelos a baja altura dos veces al día —al amanecer y al
atardecer—, con una escuadrilla compuesta por ocho aviones.
Desde el día 21, se reforzó la Base Naval yanki, enclavada en la
bahía cubana de Guantánamo, con tres batallones de infantería de
marina, aumentando de 8 000 a 16 000 sus efectivos, y realizando
trabajos ingenieros urgentes para el acondicionamiento de las
posiciones. También se efectuó, el día 22, la evacuación de todo el
personal civil de la base.
Por otra parte, fue decretado el estado de máxima alerta para las
tropas norteamericanas situadas en Europa Occidental y en el Lejano
Oriente, así como las de sus aliados de la OTAN. Los submarinos con
cohetes Polaris ocuparon sus posiciones operativas, tratando de
intimidar a la Unión Soviética y a otros países socialistas.
Como es natural, Cuba no permaneció indiferente ante esta
situación. El Comandante en Jefe Fidel Castro ordenó, a las 3:50
p.m. del día 22, poner en "alerta de combate" a las Fuerzas Armadas
Revolucionarias y, a las 5:35 p.m. decretó el estado de "alarma de
combate" para todo el país.
El Gobierno Cubano, que se mantenía atento al incremento de las
acciones militares de Estados Unidos en toda el área del Caribe,
dedujo que esa actividad bélica estaba relacionada directamente con
la presencia de los cohetes soviéticos en Cuba. De ahí, la decisión
de disponer la movilización general del país casi hora y media antes
de que hablara Kennedy. Asimismo, instruyó a su representante
permanente ante la ONU para que solicitara la convocatoria de una
reunión urgente del Consejo de Seguridad.
Al llamado de la Revolución, el pueblo respondió con valentía,
firmeza y dignidad. Nunca antes se había sentido tan cercano el
peligro de la agresión militar directa; sin embargo, no hubo ni
sombra de pánico en la población. El país se preparó para enfrentar
y resistir el bloqueo militar total, golpes aéreos masivos y la
invasión. Todos los recursos de la nación se pusieron a disposición
de la defensa de la Patria amenazada.
En horas de la noche del día 23, ante la radio y la televisión,
con la palabra firme del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, Cuba
respondió al agresivo discurso del mandatario yanki, denunciando la
política hostil del Gobierno de Estados Unidos desde el triunfo de
la Revolución.
Por su parte, el Gobierno de la URSS, en horas de la mañana del
día 23, dio instrucciones a su Ministro de Defensa, mariscal
Malinovski, para poner urgentemente en completa disposición
combativa a las Fuerzas Armadas soviéticas. Ese mismo día emitió una
declaración en la que se condenaba el establecimiento del bloqueo
naval, la intercepción y registro de buques con destino a Cuba; así
como previno al gobierno de Estados Unidos de realizar las medidas
declaradas por el presidente Kennedy. En los países miembros del
Tratado de Varsovia se tomaron iguales medidas.
La condena del mundo progresista y amante de la paz ante el
irresponsable acto de guerra proclamado por el Presidente
estadounidense no se hizo esperar. Todas las personas honradas del
planeta alzaron su voz para llamar a la cordura a las partes
involucradas en el conflicto y evitar el desencadenamiento de la
guerra mundial, lo cual hizo también parte de la prensa mundial.
En varios países se produjeron mítines y manifestaciones para
protestar contra las acciones del imperialismo y en defensa de la
paz. Diversas fueron las formas en que la opinión pública del orbe
se manifestó contraria a la política guerrerista norteamericana y en
apoyo a la justa causa del pueblo cubano.
La tensa situación en que la crisis puso al mundo requirió un
extraordinario esfuerzo en la esfera diplomática para tratar de
evitar una guerra nuclear y resolver el diferendo por medio de
negociaciones.